La versión de la entrevista del traductor de alemán por parte Española, a la sazón Don Luís Álvarez de Estrada y Luque, Barón de las Torres.
Anotaciones sobre «La Conferencia de Hendaya», celebrada el 23 de octubre de 1940 entre su Excelencia el Jefe del Estado y el Führer, Canciller del Reich, con asistencia de los respectivos ministros de Asuntos Exeriores, señores Serrano Suñer y Ribbentrop.
Llega el trén que conduce a S.E. el Caudillo a la estación de Hendaya poco después de las tres de la tarde. Hace S.E. el viaje en el break de Obras Publicas, acompañado por el Ministro de Asuntos Exteriores, Sr. Serrano Súñer, y los jefes de sus Casas Militar y Civil.
A la llegada del trén es recibido en el andén por el Fürer, a quién acompañan su ministro de Negocios Extrangeros, Sr. Ribbentrop, Mariscal Keitel y todo su Estado Mayor. Una vez hechas las presentaciones de los séquitos respectivos, invita el fürer a S.E. a pasar a su coche-salón, donde se ha de celebrar la entrevista.
En dicho coche-salón, y en una mesa rectángular para seis personas, toman asiento S.E. el Jefe del Estado, el Führer, el Sr. Serrano Súñer, el Sr. Ribbentrop, un intérprete alemán y el Barón de las Torres, que actúa como intérprete por parte Española, prohibiéndose el acceso a dicho salón de ninguna otra persona, ya que los Embajadores de Alemania en Madrid, Sr. Von Sthorer y de España en Berlín, General Espinosa de los Monteros, han permanecido con el resto del séquito.
El Führer está sentado en una cabecera, teniendo a su derecha al Caudillo y a su izquierda al Sr. Serrano súñer; a la derecha del Caudillo está el Sr. Ribbentrop. Comienza S.E. el Jefe del Estado señalando la satisfacción que le produce el encontrarse por vez primera con el Führer, a quién de nuevo reitera las gracias por la ayuda que Alemania prestó a España durante nuestro Glorioso Movimiento Nacional.
La fotografía izquierda muestra cómo la poco afortunada cara de Franco, con los ojos cerrados, fue sustituida sin mucho reparo por otra más adecuada. Sin duda, un retoque, pero hay que admitir que es un retoque lógico y sin mucha “maldad”.
El Fürer contesta a S.E. diciendo que es también para él muy grato el momento de encontrarse con el Generalísimo, y después de ensalzar la gesta del pueblo español, qu ha sabido enfrentarse contra el comunismo a las órdenes de S.E., señala la importáncia que tiene la reunión de ambos Jefes de Estado en este momento crítico de la guerra en Europa, en que acaba de ser derrotada Francia. Empieza el Führer por hacer una relación bastante minuciosa de todos los acontecimientos ocurridos hace trece meses, y que han dado oigen a la guerra mundial, insistiéndo que él no quería la guerra, pero que se ha visto obligado a aceptarla con todas sus consecuencias. Pinta la situación de Europa como completamente favorable a las armas alemanas, diciendo textualmente: «Soy el dueño de Europa y como tengo doscientas divisiones a mi disposición, no hay más que obedecer» Continúa el Führer ponderando la eficacia y dominio de las fuerzas alemanas, asegurando que será cuestión de muy poco tiempoel aniquilamiento de Inglaterra, cuya invasión se está preparando con grán eficacia, y que le interesa tener previenidos y sujetos todos los puntos neurálgicos que puedan ser de interés para sus enemigos, y por ello es por lo que le ha interesado tener esta conversación con el Caudillo, pues hay varios puntos en los que España está llamada a tener un papel muy importante, y que no hay duda que velando por sus intereses políticos lo llevará a cabo, ya que si dejara pasar esta oportunidad no se le podría presentar nunca.
A este respecto, dice que le interesan tres puntos, que són: Gibraltar, Marruecos e islas Canarias.Continúa diciendo el Führer, al pasar a tratar de Gibraltar, que esta es una cuestión de honor para el pueblo Español, el reintegrar a la Patria enste pedazo de suelo que todavía está en manos extranjeras, y que por su situación privilegiada en el Estrecho sea el punto de apoyo más que para la navegación por el Mediterráneo tienen los aliados, y que, por tanto, hay que ir tomando en consideración la necesidad de que se cierre el Estrecho, ya que si Ceuta y Gibraltar estiviesen en manos españolas, sería imposible la navegación.
Ataca el segundo punto referente a Marruecos, diciendo que España, por su historia y por otros muchos antecedentes, es la llamada a quedar en posesión de todo el Marruecos francés y de Orán, y que, desde luego, si España entraba en la guerra al lado del Eje, se le garantizaba el dominio de los territorios antes citados.
Por lo que se refiere a las Islas Canarias, dice qué, aunque está convencido de que los Estados Unidos no han de entrar en la guerra, pues no tienen intereses de gran envergadura en ella, no así los ingleses, que aunque suren una situación precaria actualmente, en cualquier golpe de mano pueden hacerse con ellas y sería desde luego, un golpe muy fuerte contra la campaña submarina que con toda eficacia se está llevando a cabo.S.E. el Jefe del Estado contesta a los puntos que acaba de mencionar el Führer, diciendo que aunque es exacto que Gibraltar es un pedazo de tierra española que hace muchos años que está en manos ajenas, y que sería de gran satisfacción para el pueblo español que volviera a formar parte de la Patria, hay que comprender que lo que al Führer le parece muy facil, que es tomar la ofensiva contra Gibraltar, supone para un pueblo que acaba de pasar por una de las más terribles guerras civiles un sacrificio, ya que no tiene aún cerradas las heridas de todo orden que ha sufrido, y que sería una muy pequeña conpensación para los estragos y dificultades que la entrada en guerra con Inglaterra supondría.
Por otro lado, continua el Caudillo, por lo que se refiere a Marruecos debe tenerse muy en cuenta el esfuerzo que para una España aun no rehecha de la Guerra Civil supone el mantenimiento de los efectivos militares que tiene en su zona y que obliga a las tropas francesas a mantener unos efectivos militarres inactivos que no pueden acudir a otros sectores. Continúa el Caudillo diciendo que agradece mucho lo ofrecimientos que para después de la guerra, y en el caso de que España entrara en ella, se le hacen de la Zona Francesa y de Orán, que no se le ha ocurrido pedir, pero que estima que para ofrecer las cosas es necesario tenerlas en mano, y que, hasta ahora, el Eje no dispone de ellas. Añade el Caudillo, que este problema de Marruecos no lo ha considerado él vital para España, y comprende que no se le ha hecho justicia a nuestro país y que no se le ha reconocido la situación que por derecho e historia le corresponde; pero que habiendo sido, como lo prueba la Conferencia de Algeciras, problema que siempre suscitó la intervención de todos los países, aún de aquellos que más alejados se encontraban de él, estima que no debe procederse a la ligera, sino, por el contrario, sin hacer dejación de ninguno de los derechos que le asisten, examinar el problema con toda frialdad.
Por lo que se refiere a las Islas Canarias, no cree el Caudillo que puedan ser objeto de ataque, pero, desde luego, reconoce que aún cuando existen en las islas efectivos necesarios, los medios de defensa de las islas no están a la altura de las circunstancias, pues el armamento no es eficiente.
A esto contesta el Führer diciendo que se le enviarían por Alemania las baterías de costa de gran calibre que fueran necesarias, así como los técnicos encargados de montarlas y enseñar su manejo.
Señala el Caudillo, con referencia al cierre del Estrecho de Gibraltar, que considera de mucha más urgencia e importancia el cierre del canal de Suez, pues el corte de éste traería aparejada la inutilidad del Estrecho de Gibraltar, y psaría a ser un mar muerto el Mediterráneo.
El Führer se mantiene en su postura de que considera más importante cerrar por Gibraltar que por Suez.
Insiste el Führer en señalar los grandes beneficios que reportaría a España una intervención al lado del Eje, manifestando que cree llegado el momento en que España tiene que tomar una determinación, pues no puede permanecer indiferente a la realidad de los hechos y de que las tropas Alemanas se encuentren en los Pirineos.
Y añade que como mañana o pasado tiene concertada una reunión con el Mariscal Pétain y el Sr. Laval en Montoire, quiere saber a qué atenerse respecto a la actitud de España para obrar en consecuencia con respecto a Francia.
Contesta a este el Caudillo, que no cree que tenga nada que ver la actitud de España en las conversaciones de una potencia que acaba de hacer ofrercimientos, pues, una de dos, o estos ofrecimientos no son más que el cebo para una posible entrada de España en la guerra o no se piensa cumplirlos si la actitud de Alemania con el Gobierno de la Francia derrotada no es excesivamente dura.
Esta contestación del Caudillo no parece agradar mucho al Führer (seguramente porque es verdad), y recalca de una manera un poco vehemente, y sin recoger lo dicho por el Generlísimo, que él no puede ir a Montoirea entrevistarse con Pétain sin conocer una actitud definida por parte de España.
El Caudillo, vuelve a insistir en lo antes manifestado, y además reitera que España, que acaba de sufrir una Guerra Civil, que ha tenido cerca de un millón de muertos por todos los conceptos, que está falta de víveres y de armamento, no puede ser llevada sin más a una guerra cuyo alcánce no se puede medir, y en la cual no iba a sacar nada.
(Al llegar este momento se suspendió la sesión, que ha durado desde las cuatro menos cuarto a las siete menos veinte. La conversación ha resultado lenta por tener que traducirse del español al alemán y viceversa. Una vez terminada la conversación se traslada el Caudillo a su coche-salón hasta la hora de la comida que ofrece el Führer a S.E. y a su séquito. Se reanuda la Conferencia poco después de las diez y media de la noche.)
En la segunda parte de la Conferencia se nota desde el principio el afán del Führer de hacer ver al Caudillo la conveniencia de entrar en la guerra, por estar esta, como quién dice, virtualmente ganada, y asegurando que tendría España, cuanta ayuda pudiera necesitar tanto en provisiones como en armamentos.
Vuelve el Caudillo a insistir en lo que tantas veces ha repetido durante el curso de la conversación, de que España no está preparada para entrar en ninguna guerra, y que no se le pueden pedir sacrificios inútiles para no obtener nada por ellos, y que considera que ya es buena ayuda la Neutralidad Española que le permite no tener efectivos en los Pirineos y la distracción de fuertes contingentes Franceses por nuestras fuerzas militares en la zona de Marruecos, aparte de lo que representa el aberse adueñado España de Tánger, evitando que lo hicieran otros.
El Führer ante esta contestación, y visiblemente contrariado, manifiesta que aunque esto es verdad, no es lo suficiente ni lo que necesita Alemania.
El Caudillo le vuelve a contestar que él no puede llevar al pueblo español a una guerra que, desde luego, sería impopular, ya que en ella no se podría alegar que estaba implicado el prestigio ni la conveniencia de España.
Después de un forcejeo insistiendo ambos Jefes de Estado en sus puntos de vista, y teniendo en cuenta que quiere llegarse a una solución por parte de Alemania, propone el Führer, de acuerdo con su Ministro de Asuntos Exteriores, Sr. Ribbentrop, que se firme por parte de España un compromiso en el que se compromete a entrar en la guerra al lado de Alemania cuando ésta estime necesario que lo haga más adelante.
El Caudillo vuelve a insistir en los tan repetidos puntos de vista respecto a la imposibilidad de España de entrar en una guerra que no le habría de reportar ningún beneficio y que por tanto, aunque fuera un compromiso aplazado, él no lo puede aceptar.
Se siguen manteniendo durante tres cuartos de hora los respectivos puntos de vista y, pasadas las doce y media el Führer, que ha ido cada vez más perdiendo el control, se dirige en Alemán a Ribbentrop y le dice: <<Ya tengo bastante; como no hay nada que hacer, nos entenderemos en Montoire.>>
El Führer dando muestras de su sobervia o de su mala educación, se levanta de la mesa y, de forma completamente militar y agria, se despide de los presentes, acompañado de su ministro de Asuntos Exteriores.
Poco después, y ya de manera oficial, tiene lugar la despedida en el andén en forma aparentemente cordial.
A la una menos cinco arranca el trén que conduce a S.E. quién creo que ha sacado una impresió del Führer distinta de la que se había imaginado, como aquel señor que cree encontrase con otro y se lleva un chasco.
Mi impresión, como Español, no puede ser mejor, pues conozco a los Alemanes y sé sus procedimientos, y teniendo en cuenta la fuerza que tienen hoy en día dominando Europa entera, la actitud del Caudillo ni ha podido ser más viril, ni más patriótica, ni más realista, pues se ha mantenido firme ante las presiones, justoficadas o no, del Führer y ha pasado por alto con la mayor dignidad los malos modo, al no ver satisfechos sus deseos, del Führer-Canciller.
Luís Álvarez de estrada y Luque. Barón de las Torres, 26 de Octubre de 1940.