Publicada por entregas entre 1846 y 1848), esta novela se ocupa del tema del impacto inicial que el ferrocarril iba a causar en grandes núcleos urbanos como Londres.
“En aquel tiempo había tenido efecto en tales lugares el primer síntoma del terremoto que estaba transformando todos aquellos parajes. Por doquier veíanse huellas de destrucción: casas derruidas, calles cortadas bruscamente e interceptadas por los escombros, excavaciones y profundos agujeros; a intervalos, enormes masas de arcilla, casas minadas y amenazando ruina, sostenidas apenas por grandes vigas […]. En suma, todo obedecía al tendido de la línea del ferrocarril, muy lejos aún de encontrarse en condiciones de ser usado por el público. En medio de este horrible desorden, todo aquello comenzaba a adquirir forma, avanzando a medida que transcurría el tiempo, arrastrado todo por la marcha incontenible de la civilización y del progreso. […] (pp.76-77).
Sin embargo, en el vecindario se dudaba aún del éxito de los caminos de hierro. […] Algunos hosteleros tal vez hubieran realizado allí algún negocio, pero, teniendo en cuenta el mísero estado del lugar, no se atrevían a abrir sus establecimientos. La confianza llegaba con lentitud […]. Sea como fuere, Staggs´s Gardens era considerado por sus habitantes como un lugar sagrado que el ferrocarril no debía profanar. Todos estaban de acuerdo en reconocer que aquel arrabal sobreviviría un número incontable de años a esta ridícula invención. (pp. 77-78).
Ya no existía Staggs´s Gardens. Staggs´s Gardens había desaparecido. En lugar de las viejas y pequeñas barracas de madera se levantaban ricos palacios En lugar de las viejas y pequeñas barracas de madera se levantaban ricos palacios. […] El vasto y misérrimo espacio donde se habían amontonado tanto tiempo las basuras estaba convertido en solar de grandes edificios, en cuyas tiendas se almacenaban ricos objetos y mercancías costosas. Sus calles, desiertas en otro tiempo, servían en aquellos momentos de tránsito a numerosos transeúntes, a carruajes y vehículos de todas clases. […] Las casas en esqueleto y los arranques de nuevas vías de comunicación habían avanzado campo adelante a toda velocidad, formando un tren monstruoso que parecía cmainar en línea movido a fuerza de vapor […].
En cuanto al vecindario, que había vacilado […] se había arrepentido […]. Y ahora se vanagloriaba […]. Hallábanse modelos de ferrocarril en los pañuelos de los vendedores de novedades y periódicos del ferrocarril en los escaparates de todos los quioscos. El ferrocarril había dado nombre a un sinnúmero de cosas: hoteles, cafés, hospederías, pensiones burguesas. Todo era del ferrocarril: planos, mapas, vistas, mantas de viaje, frascos, cestas de provisiones, horarios de salidas y llegadas, paradas de coches… Existía la calle del ferrocarril, la ciudad del ferrocarril, parásitos aduladores del ferrocarril, cortesanos del ferrocarril que vivían a su costa. Los relojes señalaban la hora del ferrocarril, que era la única que se tenía en cuenta […]. Durante todo el día y toda la noche, incesantemente, duraba el ir y venir […]. Multitud de viajeros, montañas de mercancías que partían y llegaban veinte veces en las veinticuatro horas del día, producían en aquellos lugares una agitación ininterrumpida.” (pp. 234-235).
Charles Dickens, Dombey e hijo (1846-48), Ediciones del Azar, Barcelona, 2002.
Fuente: http://www.docutren.com/congreso_palma/pdfs/com/Ses52/050206_Allende.pdf
Longitud de vías de ferrocarril abiertas a finales de cada año (en kilómetros).
Inglaterra | Francia | Alemania | Rusia | |
1840 | 2390 | 495 | 469 | 27 |
1850 | 9797 | 2915 | 5856 | 501 |
1860 | 14603 | 9167 | 11089 | 1676 |
1870 | 21558 | 15544 | 18876 | 10731 |
1880 | 25660 | 23089 | 33838 | 22865 |
1890 | 27827 | 33280 | 42869 | 30596 |
1900 | 30079 | 38109 | 51678 | 53234 |
1910 | 32182 | 40484 | 61209 | 66589 |