Discurso de Stalin en Moscú de 9 de febrero de 1946

J. Stalin toma la palabra delante de los electores de la circunscripción Stalin, en Moscu.

J. Stalin toma la palabra delante de los electores de la circunscripción Stalin, en Moscu.

Stalin habló el 9 de febrero en el teatro Bolshói, uno de los monumentos más famosos de Rusia desde su reconstrucción en 1854 […] las 4.000 localidades estaban ocupadas por un público de miembros del Partido, oficiales del ejército o funcionarios: la clase superior, en una palabra, de la primera nación sin clases […]

«Camaradas», empezó Stalin con su tono «blando y monótono» y su fuerte acento georgiano de erres demasiado arrastradas […] cuando los presentes oyeron que Stalin decía que «nuestra victoria significa, en primer lugar, que nuestro sistema soviético ha vencido»; no «Rusia», ni «los aliados» […] Stalin no dedicaba ninguna expresión de gratitud a los demás aliados, ni a la Gran Bretaña ni a los Estados Unidos […] no sólo no fueron mencionados los aliados sino que Stalin evitó cuidadosamente cualquier comentario susceptible de sugerir que existieran […] Al comienzo del discurso Stalin explicó que la última guerra estalló «como resultado ineluctable del desarrollo de las fuerzas económicas y políticas mundiales sobre la base del moderno capitalismo monopolista», puesto que, al fin y al cabo, «el desarrollo del capitalismo mundial no se produce como un avance continuo y tranquilo, sino a través de las crisis y de la guerra» […]

La primera consecuencia del reciente conflicto era que (como se apuntó antes) demostraba que el sistema social soviético podía prevalecer […] La guerra no sólo había demostrado que el sistema soviético era «una forma de organización perfecta mente viable y  estable», sino también que era «una forma de organización superior a todas las demás» […]

En segundo lugar, continuó Stalin, «nuestra victoria demuestra que nuestro Estado soviético ha vencido, que nuestro Estado multinacional soviético ha resistido todas las pruebas de la guerra y ha demostrado su viabilidad» […]

Lo tercero que demostraba la victoria, prosiguió Stalin, era que el Ejército Rojo, cuya capacidad había sido puesta por muchos en tela de juicio cinco años atrás, había superado las adversidades de la guerra. La guerra había barrido todas aquellas dudas «injustificadas» y «ridículas»: ahora sería «imposible dejar de admitir que el Ejército Rojo» era un ejército de primera clase, de cuyos éxitos se podía aprender mucho. […]

En lo tocante al desarrollo económico, Stalin prosiguió diciendo que «nuestro Partido se propone la organización de un nuevo salto adelante de la economía nacional que nos permitirá, por ejemplo, triplicar nuestra capacidad industrial en comparación con el nivel de antes de la guerra»; y ahí llegó la frase clave de todo el discurso, en opinión de muchos observadores extranjeros: «Sólo en estas condiciones podemos considerar asegurado nuestro país contra cualquier eventualidad, aunque ello exigirá quizá tres nuevos Planes Quiquenales, o quizá más».

Stalin concluyó con una pequeña comedia irónica de las que, viniendo de él, uno nunca sabía cómo tomarse, incluyendo algunos aspavientos de falsa modestia: «ante las elecciones, el Partido Comunista desde luego se manifestaba dispuesto a aceptar el veredicto del pueblo» […]

El oyente o el lector precavido habría observado otros tres detalles más apuntados en ese discurso, aunque implícitamente.

En primer lugar, el programa anunciado significaba que se iba a reforzar el Partido y su ideología. […]

En segundo lugar era evidente que se iba a hablar menos de patriotismo y de Rusia […]

Tercero, que no se iba a hablar nada de los grandes mariscales y generales que habían ganado la guerra. De las armas, los productos de una fructífera industrialización, sí. Del mariscal Zhúkov, no.

Comentario periodístico sobre el discurso de Stalin.

#stalin

Fidel Castro habla a la nación cubana, 1 de enero de 1959

Santiagueros, compatriotas de toda Cuba:

Fidel Castro habla a la nación en 1959, recién derrocado Batista

Fidel Castro habla a la nación en 1959, recién derrocado Batista

Al fin hemos llegado a Santiago (Aplausos).  Duro y largo ha sido el camino, pero hemos llegado (Aplausos).

Se decía que hoy a las 2:00 de la tarde se nos esperaba en la capital de la República, el primer extrañado fui yo (Aplausos), porque yo fui uno de los primeros sorprendidos con ese golpe traidor y amañado de esta mañana en la capital de la República (Aplausos).

Además, yo iba a estar en la capital de la República, o sea, en la nueva capital de la República (Aplausos), porque Santiago de Cuba será, de acuerdo con el deseo del presidente provisional, de acuerdo con el deseo del Ejército Rebelde y de acuerdo con el deseo del pueblo de Santiago de Cuba, que bien se lo merece, la capital (Aplausos).  ¡Santiago de Cuba será la capital provisional de la República!  (Aplausos).

Tal vez la medida sorprenda a algunos, es una medida nueva, pero por eso ha de caracterizarse, precisamente, la Revolución, por hacer cosas que no se han hecho nunca (Aplausos). Cuando hacemos a Santiago de Cuba capital provisional de la República sabemos por qué lo hacemos.  No se trata de halagar demagógicamente a una localidad determinada, se trata, sencillamente, de que Santiago ha sido el baluarte más firme de la Revolución (Aplausos).

La Revolución empieza ahora, la Revolución no será una tarea fácil, la Revolución será una empresa dura y llena de peligros, sobre todo, en esta etapa inicial, y en qué mejor lugar para establecer el Gobierno de la República que en esta fortaleza de la Revolución (Gritos y aplausos); para que se sepa que este va a ser un gobierno sólidamente respaldado por el pueblo en la ciudad heroica y en las estribaciones de la Sierra Maestra, porque Santiago está en la Sierra Maestra (Gritos y aplausos).  En Santiago de Cuba y en la Sierra Maestra tendrá la Revolución sus dos mejores fortalezas (Aplausos).

Pero hay, además, otras razones: el movimiento militar revolucionario, el verdadero movimiento militar revolucionario, no se hizo en Columbia.  En Columbia prepararon un “golpecito” de espaldas al pueblo, de espaldas a la Revolución y, sobre todo, de acuerdo con Batista (Aplausos).

Puesto que la verdad hay que decirla y puesto que venimos aquí a orientar al pueblo, les digo y les aseguro que el golpe de Columbia fue un intento de escamotearle al pueblo el poder y escamotearle el triunfo a la Revolución.  Y, además, para dejar escapar a Batista, para dejar escapar a los Tabernillas, para dejar escapar a los Pilar García y a los Chavianos, para dejar escapar a los Salas Cañizares y a los Ventura (Aplausos).

El golpe de Columbia fue un golpe ambicioso y traidor que no merece otro calificativo, y nosotros sabemos llamar las cosas por su nombre y atenernos, además, a la responsabilidad (Aplausos).

No voy a andar con paños calientes para decirles que el general Cantillo nos traicionó y no es que lo voy a decir, sino que lo voy a probar.  Pero, desde luego, lo habíamos dicho siempre:  no vayan a tratar a última hora a venir a resolver esto con un “golpecito militar”, porque si hay golpe militar de espaldas al pueblo, la Revolución seguirá adelante, que esta vez no se frustrará la Revolución.

"En esta etapa inicial, y en qué mejor lugar para establecer el Gobierno de la República que en esta fortaleza de la Revolución (Gritos y aplausos); para que se sepa que este va a ser un gobierno sólidamente respaldado por el pueblo", expresó Castro (Foto archivo)

«En esta etapa inicial, y en qué mejor lugar para establecer el Gobierno de la República que en esta fortaleza de la Revolución (Gritos y aplausos); para que se sepa que este va a ser un gobierno sólidamente respaldado por el pueblo», expresó Castro (Foto archivo)

Esta vez, por fortuna para Cuba, la Revolución llegará de verdad al poder.  No será como en el 95 que vinieron los americanos y se hicieron dueños de esto (Aplausos).  Intervinieron a última hora y después ni siquiera dejaron entrar a Calixto García que había peleado durante 30 años, no quisieron que entrara en Santiago de Cuba (Aplausos).  No será como en el 33 que cuando el pueblo empezó a creer que una Revolución se estaba haciendo, vino el señor Batista, traicionó la Revolución, se apoderó del poder e instauró una dictadura por once años.  No será como en el 44, año en que las multitudes se enardecieron creyendo que al fin el pueblo había llegado al poder, y los que llegaron al poder fueron los ladrones.  Ni ladrones, ni traidores, ni intervencionistas.  Esta vez sí que es la Revolución.

Pero, no querían que fuese así.  En los instantes mismos en que la dictadura se desplomaba como consecuencia de las victorias militares de la Revolución, cuando ya no podían resistir ni siquiera 15 días más, viene el señor Cantillo y se convierte en paladín de la libertad.  Naturalmente, que nosotros nunca hemos estado en una actitud de rechazar cualquier colaboración que implicase un ahorro de sangre, siempre que los fines de la Revolución no se pusiesen en peligro.  Naturalmente, que nosotros siempre hemos estado llamando a los militares para buscar la paz, pero la paz con libertad y la paz con el triunfo de la Revolución, era la única manera de obtener la paz.

Por eso, cuando el 24 de diciembre se nos comunicó el deseo del general Cantillo de tener una entrevista con nosotros, aceptamos la entrevista.  Yo les confieso a ustedes que, dado el curso de los acontecimientos, la marcha formidable de nuestras operaciones militares, yo tenía muy pocos deseos de ponerme a hablar de movimientos militares; pero yo entendí que era un deber, que nosotros los hombres que tenemos una responsabilidad no nos podemos dejar llevar por las pasiones.  Y pensé que si el triunfo se podía lograr con el menor derramamiento de sangre posible, mi deber era atender las proposiciones que me hiciesen los militares (Aplausos).

Fui a ver al señor Cantillo que vino a hablarme en nombre del Ejército.  Se reunió conmigo el día 28 en el central Oriente, adonde llegó en un helicóptero, a las 8:00 de la mañana.  Allí conversó con nosotros durante cuatro horas, y yo sí que no voy a hacer una historia inventada ni cosa que se parezca, porque tengo testigos excepcionales de la entrevista.  Allí estaba el Dr.  Raúl Chibás, allí estaba un sacerdote católico, allí estaban varios militares cuyos testimonios no pueden ser puestos en duda por ningún concepto.

Allí, después de analizar todos los problemas de Cuba, después de puntualizar todos los detalles, acordó, el general Cantillo, realizar de acuerdo con nosotros un movimiento militar revolucionario.  Lo primero que le dije fue esto, después de analizar bien la situación:  la situación del Ejército, la situación a que lo había llevado la dictadura; después de aclararle que a él no le tenía que importar Batista ni los Tabernillas ni toda aquella gente, no le tenía que importar nada, porque aquella gente había sido muy desconsiderada con los militares cubanos; que aquella gente había llevado a los militares a una guerra contra el pueblo, que es una guerra que se pierde siempre, porque contra el pueblo no se puede ganar una guerra (Aplausos).

Después de decirle que los militares eran víctimas de las inmoralidades del régimen, que los presupuestos para comprar armamentos se los robaban, que a los soldados los engañaban constantemente, que aquella gente no merecía la menor consideración de los militares honorables, que el Ejército no tenía por qué cargar con la culpa de los crímenes que cometía la pandilla de los esbirros de confianza de Batista; le advertí, le advertí bien claramente, que yo no autorizaría jamás, por mi parte, ningún tipo de movimiento que permitiese la fuga de Batista.  Le advertí que si Batista quería fugarse, que se fugara enseguida y con él Tabernilla y todos los demás, pero que mientras que nosotros pudiéramos evitarlo, teníamos que impedir la fuga de Batista (Aplausos).

Todo el mundo sabe que nuestro primer planteamiento en caso de un golpe militar para llegar a un acuerdo con nosotros era la entrega de los criminales de guerra, y esa era una condición esencial.

Y se podía haber capturado a Batista y a todos sus cómplices.  Y yo se lo dije bien claro que no estaba de acuerdo con que Batista se fuera.  Le expliqué bien qué tipo de movimiento había que hacer; que yo no respaldaría, ni el Movimiento 26 de Julio ni el pueblo, respaldarían un golpe de Estado, porque la cuestión es que el pueblo es el que ha conquistado su libertad y nadie más que el pueblo (Aplausos).

La libertad nos la quitaron mediante un golpe de Estado, pero para que se acabaran de una vez y para siempre los golpes de Estado, había que conquistar la libertad a fuerza de sacrificio de pueblo, porque no hacíamos nada con que dieran un golpe mañana y otro pasado y otro dentro de dos años y otro dentro de tres años; porque aquí quien tiene que decidir, definitivamente, quién debe gobernar es el pueblo y nadie más que el pueblo (Aplausos).

Y los militares deben estar incondicionalmente a las órdenes del pueblo y a la disposición del pueblo y a la disposición de la Constitución, y de la ley de la República.

Si hay un gobierno malo que roba y que hace más de cuatro cosas mal hechas pues, sencillamente, se espera un poco y cuando llegan las elecciones se cambia el mal gobierno; porque para eso los gobiernos en los regímenes constitucionales democráticos tienen un período de tiempo limitado.  Porque si son malos, el pueblo los cambia y vota por otros mejores.

La función del militar no es elegir gobernantes, sino garantizar la ley, garantizar los derechos del ciudadano (Aplausos).  Por eso le advertí que golpe de Estado ¡no!, movimiento militar revolucionario, ¡sí!, y no en Columbia sino en Santiago de Cuba (Aplausos).

Le dije bien claro, que la única forma de lograr la vincu­­lación y la confraternización del pueblo y de los militares y de los revolucionarios, no era dando un “madrugonazo” en Columbia, a las dos o las tres de la mañana, sin que nadie se enterara como acostumbran a hacer estos señores, sino sublevando la guarnición de Santiago de Cuba, que era lo suficientemente fuerte y estaba lo suficientemente bien armada para iniciar el movimiento militar y sumar al pueblo, y sumar a los revolucionarios a ese movimiento; que en las circunstancias en que estaba la dictadura era irresistible, porque de seguro que se sumarían de inmediato todas las guarniciones del país, y eso fue lo que se acordó.

Y no solo se acordó eso, sino que yo le hice prometer, porque él pensaba ir a La Habana al día siguiente, y nosotros no estábamos de acuerdo, porque yo le decía:  “Es un riesgo que usted vaya a La Habana”.  Él decía: “No, no es ningún riesgo”.  “Usted corre mucho peligro de que lo detengan porque esa conspiración… aquí todo se sabe”.  “No, yo estoy seguro que no me detienen”.  Y claro, cómo lo iban a detener si era un golpe de Batista y de Tabernilla.  Yo dije, bueno, o este hombre lo tiene todo resuelto allí, lo controla todo, o este golpe es un poco sospechoso.  Y entonces le dije:  “Usted me promete que usted no se va a dejar persuadir en La Habana por una serie de intereses que están detrás de usted, para dar un golpe en la capital.  Usted me promete que no”.  Y me dice:  “Le prometo que no”.  “Usted me jura que no”.  Y me dijo:  “Le juro que no”.

Yo considero que lo primero que debe tener un militar es honor, que lo primero que debe tener un militar es palabra; y este señor ha demostrado no solo falta de honor y falta de palabra, sino falta, además, de cerebro.  Porque un movimiento que pudo haberse hecho desde el primer momento con todo el respaldo del pueblo y con el triunfo asegurado de antemano, lo que hizo fue dar un salto mortal en el vacío.  Creyó que iba a ser demasiado fácil engañar al pueblo y engañar a la Revolución.

Sabía algunas cosas, sabía que en cuanto dijeran que Batista había agarrado el avión, el pueblo se iba a tirar a la calle loco de contento.  Y pensaron que el pueblo no estaba lo suficientemente maduro para distinguir entre la fuga de Batista y la Revolución.  Porque si Batista se va y se apoderan allá de los mandos los amigos de Cantillo, muy bien pudiera ser que el doctor Urrutia tuviera que irse dentro de tres meses también; porque, lo mismo que nos traicionaban ahora, nos traicionaban luego.  Y la gran verdad es que el señor Cantillo nos traicionó a nosotros antes de dar el golpe.  Dije que lo demostraba, y lo voy a demostrar.

Se acordó con el general Cantillo que el levantamiento se produciría el día 31 a las 3:00 de la tarde.  Se aclaró que el apoyo de las fuerzas armadas al movimiento revolucionario sería incondicional, el presidente que designasen los dirigentes revolucionarios y los cargos que a los militares les asignasen los dirigentes revolucionarios.  Era un apoyo incondicional el ofrecido.

Se acordó el plan en todos sus detalles: el día 31, a las 3:00 de la tarde, se sublevaría la guarnición de Santiago de Cuba.  Inmediatamente varias columnas rebeldes penetrarían en la ciudad, y el pueblo, con los militares y con los rebeldes, confraternizaría inmediatamente, lanzándose al país una proclama revolucionaria e invitando a todos los militares honorables a unirse al movimiento.

Se acordó que los tanques que hay en la ciudad serían puestos a disposición de nosotros, y yo me ofrecí, personalmente, para avanzar hacia la capital con una columna blindada, precedida por los tanques.  Los tanques me serían entregados a las 3:00 de la tarde, no porque se pensase que había que combatir, sino para prever en caso de que en La Habana el movimiento fracasase y hubiese necesidad de situar nuestra vanguardia lo más cerca posible de la capital.  Y, además, para prever que no se fueran a realizar excesos en la ciudad de La Habana.

Era lógico que con el odio despertado allí contra la fuerza pública por los inenarrables horrores de Ventura y de Pilar García, la caída de Batista iba a producir una desorbitación en la ciudadanía.  Y que, además, aquellos policías se iban a sentir sin fuerza moral para contener al pueblo, como efectivamente ocurrió.

Una serie de excesos han tenido lugar en la capital: saqueos, tiroteos, incendios.  Toda la responsabilidad cae sobre el general Cantillo por haber traicionado la palabra empeñada y por no haber realizado el plan que se acordó.  Creyó que nombrando capitanes y comandantes de la policía —muchos de los cuales cuando los habían nombrado ya se habían ido, prueba de que no tenían la conciencia muy tranquila— iba a resolver la cuestión.

Qué distinto, sin embargo, fue en Santiago de Cuba.  ¡Qué orden y qué civismo!  ¡Qué disciplina demostrada por el pueblo!  Ni un solo caso de saqueo, ni un solo caso de venganza personal, ni un solo hombre arrastrado por las calles, ni un incendio.  Ha sido admirable y ejemplar el comportamiento de Santiago de Cuba, a pesar de dos cosas:  a pesar de que esta había sido la ciudad más sufrida y que más había padecido el terror, por lo tanto, la que más derecho tenía a estar indignada (Aplausos); y a pesar, además, de nuestras declaraciones de esta mañana diciendo que no estábamos de acuerdo con el golpe.

Santiago de Cuba se comportó ejemplarmente bien, y creo que será este caso de Santiago de Cuba un motivo de orgullo para el pueblo, para los revolucionarios y para los militares dela Plaza de Santiago de Cuba (Aplausos).

Ya no podrán decir que la Revolución es la anarquía y el desorden.  Ocurrió en La Habana por una traición, pero no ocurrió así en Santiago de Cuba, que podemos poner como modelo cuantas veces se trate de acusar a la Revolución de anárquica y desorganizada (Aplausos).

Es conveniente que el pueblo conozca las comunicaciones que intercambiamos el general Cantillo y yo.  Si el pueblo no está cansado (Gritos y exclamaciones de:  “¡No!”) le puedo leer las mismas.

Después de los acuerdos tomados, cuando nosotros ya habíamos suspendido las operaciones sobre Santiago de Cuba, porque el día 28 ya nuestras tropas estaban muy próximas a la ciudad, y se habían realizado todos los preparativos para el ataque a la Plaza, de acuerdo con la entrevista sostenida, hubimos de realizar una serie de cambios, abandonar las operaciones sobre Santiago de Cuba y encaminar nuestras tropas hacia otros sitios, donde se suponía que el movimiento no estaba asegurado desde el primer instante. Cuando todos nuestros movimientos estaban hechos, la columna preparada para marchar sobre la capital, recibo, unas pocas horas antes, esta nota del general Cantillo que dice textualmente:

“Han variado mucho las circunstancias en sentido favorable a una solución nacional” —en el sentido que él quiere para Cuba.  Era extraño, porque después de analizar los factores que se contaban, no podía ser más favorable la circunstancia.  Estaba asegurado el triunfo, y esto era una cosa extraña que viniera a decir: “Han variado muy favorablemente las circunstancias”.  Las circunstancias de que Batista y Tabernilla estaban de acuerdo, asegurado el golpe.  “[…] Que recomiendo no hacer nada en estos momentos y esperar los acontecimientos en las próximas semanas, antes del día 6”.

Desde luego, la tregua prolongada indefinidamente, mientras ellos hacían todos los amarres en La Habana.

Mi respuesta inmediata fue esta:

El contenido de la nota se aparta por completo de los acuerdos tomados, es ambiguo e incomprensible.  Y me ha hecho perder la confianza en la seriedad de los acuerdos. Quedan rotas las hostilidades a partir de mañana a las 3:00 p.m., que fue la fecha y hora acordadas para el movimiento. (Aplausos)

Ocurrió entonces una cosa muy curiosa.  Además de la nota, que era muy breve, yo le mando a decir al jefe de la Plaza de Santiago de Cuba con el portador de la misma, que si las hostilidades se rompían porque los acuerdos no se cumplían y nos veíamos obligados a atacar la Plaza de Santiago de Cuba, entonces no habría otra solución que la rendición de la Plaza; que exigiríamos la rendición de la Plaza si las hostilidades se rompían y el ataque se iniciaba por nuestra parte.  Pero ocurrió que el portador de la nota no interpreta correctamente mis palabras y le dice al coronel Rego Rubido que yo decía que exigía la rendición de la Plaza como condición para cualquier acuerdo.  Él no dijo lo que yo le había afirmado:  “Que si se iniciaba el ataque”, pero no que yo le había puesto al general Cantillo como condición que se rindiera la Plaza.

En consecuencia del mensaje, el coronel jefe de la Plaza de Santiago de Cuba me envía una carta muy conceptuosa y muy pundonorosa que voy a leer también.  Naturalmente que se sentía ofendido con aquel plan­teamiento que le habían hecho erróneamente, y dice:

La solución encontrada no es golpe de Estado ni Junta Militar, y, sin embargo, creemos que es la que mejor conviene al doctor Fidel Castro, de acuerdo con sus ideas, y pondría en 48 horas el destino del país en sus manos.  No es solución local, sino nacional; y cualquier indiscreción adelantada podría comprometerla o destruirla creando el caos.  Queremos que se tenga confianza en nuestra gestión y se tendrá la solución antes del día 6.

En cuanto a Santiago, debido a la nota y a las palabras del mensajero, hay que cambiar el plan y no entrar.  Dichas palabras han causado malestar entre el personal “llave” y nunca se entregarían las armas sin pelear.  Las armas no se rinden a un aliado y no se entregan sin honor.

Frase muy hermosa del jefe de la Plaza de Santiago de Cuba.

Si no se tiene confianza en nosotros o si se ataca Santiago, se considerarán rotos los acuerdos y se paralizarán las gestiones para la solución ofrecida, desligándonos formalmente de todo compromiso.  Esperamos, debido al tiempo necesario para actuar en una u otra forma, que la respuesta llegue a tiempo para ser enviada a La Habana en elviscount de la tarde.

Mi respuesta a esta nota del coronel José Rego Rubido fue la siguiente:

Territorio Libre de Cuba, diciembre 31 de 1958.

Señor coronel.

Un lamentable error se ha producido en la trasmisión a usted de mis palabras.  Tal vez se debió a la premura con que respondí a su nota y a lo apurado de la conversación que sostuve con el portador.  Yo no le dije que la condición planteada por nosotros en los acuerdos que se tomaron era la rendición de la Plaza de Santiago de Cuba a nuestras fuerzas.  Hubiese sido una descortesía con nuestro visitante, y una proposición indigna y ofensiva para los militares que tan fraternalmente se han acercado a nosotros.

La cuestión es otra: se había llegado a un acuerdo y se adoptó un plan entre el líder del movimiento militar y nosotros.  Debía comenzar a realizarse el día 31 a las 3:00 p.m.  Hasta los detalles se acordaron después de analizar cuidadosamente los problemas que debían afrontarse. Se iniciaría con el levantamiento de la guarnición de Santiago de Cuba, persuadí al general C.  [Cantillo] de las ventajas de comenzar por Oriente y no en Columbia, por recelar el pueblo grandemente de cualquier golpe en los cuarteles de la capital de la República, y lo difícil que iba a ser, en ese caso, vincular la ciudadanía al movimiento.  Él coincidía plenamente con mis puntos de vista; se preocupaba solo por el orden en la capital y acordamos medidas para conjurar el peligro.

La medida era, precisamente, el avance de la columna nuestra sobre Santiago de Cuba.

Se trataba de una acción unida de los militares, el pueblo y nosotros; un tipo de movimiento revolucionario que desde el primer instante contaría con la confianza de la nación entera.  De inmediato, y de acuerdo con lo que se convino, suspendimos las operaciones que se estaban llevando a cabo, y nos dimos a la tarea de realizar nuevos movimientos de fuerzas hacia otros puntos como Holguín, donde la presencia de conocidos esbirros hacía casi segura la resistencia al movimiento militar revolucionario.

Cuando ya todos los preparativos estaban listos por nuestra parte, recibo la nota de ayer, donde se me daba a entender que no se llevaría [a cabo] la acción acordada.  Al parecer había otros planes, pero no se me informaba cuáles ni por qué.  De hecho ya no era cosa nuestra la cuestión.  Teníamos simplemente que esperar.  Unilateralmente se cambiaba todo.  Se ponía en riesgo a las fuerzas nuestras que, de acuerdo con lo que se contaba, habían sido enviadas a operaciones difíciles; quedábamos sujetos, además, a todos los imponderables. Cualquier riesgo del general C., en sus frecuentes viajes a La Habana, se convertiría militarmente para nosotros en un desastre.  Reconozca usted que todo está muy confuso en este instante, y que Batista es un individuo hábil y taimado, que sabe maniobrar.  ¿Cómo puede pedírsenos que renunciemos a todas las ventajas obtenidas en las operaciones de las últimas semanas, para ponernos a esperar pacientemente a que los hechos se produzcan?

Bien aclaré que no podía ser una acción de los militares solos; para eso, realmente, no había que esperar los horrores de dos años de guerra.  Cruzarnos de brazos en los momentos decisivos es lo único que no se nos puede pedir a los hombres que no hemos descansado en la lucha contra la opresión desde hace siete años.

Aunque ustedes tengan la intención de entregar el poder a los revolucionarios, no es el poder en sí lo que a nosotros nos interesa, sino que la Revolución cumpla su destino.  Me preocupa, incluso, que los militares, por un exceso injustificado de escrúpulos, faciliten la fuga de los grandes culpables, que marcharán al extranjero con sus grandes fortunas, para hacer desde allí todo el daño posible a nuestra patria.

Personalmente puedo añadirle que el poder no me interesa, ni pienso ocuparlo.  Velaré solo porque no se frustre el sacrificio de tantos compatriotas, sea cual fuere mi destino posterior.  Espero que estas honradas razones, que con todo respeto a su dignidad de militares les expongo, las comprendan.  Tengan la seguridad de que no están tratando con un ambicioso ni con un insolente […].

Párenme los tanques allí, hagan el favor (Gritos y aplausos).

Cuando terminemos nuestras declaraciones y la proclamación del presidente provisional, los tanques le harán honor al poder civil de la República, pasando enfrente de nuestros balcones (Aplausos).

Continúo leyendo la carta del día 31 al señor coronel jefe de la Plaza de Santiago de Cuba.

Personalmente puedo añadirle que el poder no me interesa, ni pienso ocuparlo, velaré solo porque no se frustre el sacrificio de tantos compatriotas, sea cual fuere mi destino posterior.  Espero que estas honradas razones, que con todo respeto a su dignidad de militares les expongo, las comprendan.  Tengan la seguridad de que no están tratando con un ambicioso ni con un insolente [repite el párrafo anterior a la interrupción].

Siempre he actuado con lealtad y franqueza en todas mis cosas.  Nunca se podrá llamar triunfo a lo que se obtenga con doblez y engaño.  El lenguaje del honor que ustedes entienden es el único que yo sé hablar.

Nunca se mencionó en la reunión con el general C. la palabra rendición, lo que ayer dije y reitero hoy es que a partir de las 3:00 de la tarde del día 31, fecha y hora acordadas, no podíamos prorrogar la tregua con relación a Santiago de Cuba, porque eso sería perjudicar extraordinariamente a nuestra causa.  Nunca una conspiración es segura.  Anoche llegó aquí el rumor de que el general C. había sido detenido en La Habana; que varios jóvenes habían aparecido asesinados en el cementerio de Santiago de Cuba. Tuve la sensación de que habíamos perdido el tiempo miserablemente, aunque afortunadamente hoy parece comprobarse que el general C. se encuentra en su puesto, ¿qué necesidad tenemos de correr esos riesgos?

Lo que dije al mensajero en cuanto a rendición, que no fue trasmitido literalmente y pareció motivar las palabras de su nota de hoy, fue lo siguiente:  que si se rompían las hostilidades por no cumplirse lo acordado, nos veríamos obligados a atacar la Plaza de Santiago de Cuba, lo que es inevitable, dado que en ese sentido hemos encaminado nuestros esfuerzos en los últimos meses, en cuyo caso, una vez iniciada la operación, exigiríamos la rendición de las fuerzas que la defienden. Esto no quiere decir que pensemos que se rindan sin combatir, porque yo sé que, aun sin razón para combatir, los militares cubanos defienden las posiciones con tozudez y nos han costado muchas vidas.  Quise decir solo que después que se haya derramado la sangre de nuestros hombres por la conquista de un objetivo, no podía aceptarse otra solución, ya que aunque nos cueste muy caro, dadas las condiciones actuales de las fuerzas que defienden al régimen, las cuales no podrán prestar apoyo a esa ciudad, esta caería inexorablemente en nuestras manos.  Ese ha sido el objetivo básico de todas nuestras operaciones en los últimos meses, y un plan de esa envergadura no puede suspenderse por unas semanas sin graves consecuencias, caso de que el movimiento militar se frustre, perdiéndose, además, el momento oportuno, que es este, cuando la dictadura está sufriendo grandes reveses en las provincias de Oriente y Las Villas.

Se nos pone en el dilema de renunciar a las ventajas de nuestras victorias o atacar, un triunfo seguro a cambio de un triunfo probable. ¿Cree usted que con la nota de ayer, ambigua y lacónica, contentiva de una decisión unilateral, pueda yo incurrir en la responsabilidad de mantener en suspenso los planes?

Como militar que es reconozca que se nos pide un imposible.  Ustedes no han dejado un minuto de hacer trincheras; esas trincheras las pueden utilizar contra nosotros un Pedraza, un Pilar García, o un Cañizares, si el general C.  es relevado del mando y con él sus hombres de confianza.  No se nos puede pedir que permanezcamos ociosos. Vea usted que se nos coloca en una situación absurda. Aunque defiendan con valor sus armas, no nos queda más remedio que atacar, porque nosotros también tenemos obligaciones muy sagradas que cumplir.

Más que aliados, deseo que los militares honorables y nosotros seamos compañeros de una sola causa, que es la de Cuba […].

Deseo, por encima de todo, que usted y sus compañeros no se hagan una idea errónea de mi actitud y de mis sentimientos.  He sido extenso para evitar que se confundan o tergiversen los conceptos.

Respecto a la tácita suspensión del fuego en la zona de Santiago de Cuba, para evitar toda duda, ratifico que aunque en cualquier instante antes de que se inicien los combates podemos reanudar las operaciones, a partir de hoy debe quedar advertido que el ataque se va a producir de un momento a otro, y que por ninguna razón volveremos a suspender los planes, ya que todo esto, como son cuestiones que se tramitan en secreto, puede sembrar la confusión en el pueblo y perjudicar la moral de nuestros combatientes.

Atentamente,

Libertad o muerte.

(Aplausos)

El coronel Rego me respondió con una pundonorosa carta que es también digna de aplausos, y que dice así:

Señor:

Recibí su atenta carta fechada en el día de hoy [31 de diciembre de 1958] y créame que le agradezco profundamente la aclaración relativa a la nota anterior, aunque debo confesarle que siempre supuse que se trataba de una mala interpretación, pues a través del tiempo he observado su línea de conducta y estoy convencido de que es usted un hombre de principios.

Yo desconocía los detalles del plan original, pues solamente fui informado de la parte a mí concerniente, como también desconozco algunos pequeños detalles del plan actual.  Yo estimo que, en parte, usted tiene razón cuando hace el análisis del plan original, pero creo que demoraría unos días más en llegar a su consumación y nunca podría evitarse que muchos de los culpables —grandes, medianos y chicos— se escaparan.

Soy de los que pienso que es absolutamente necesario dar un ejemplo en Cuba para aquellos que, aprovechando las posiciones del poder (Aplausos) cometen toda clase de hechos punibles, pero, desgraciadamente, la historia está plagada de casos semejantes y rara vez los culpables pueden ser puestos a disposición de las autoridades competentes, porque rara vez las revoluciones se hacen como deben hacerse.

Y por eso se escapan los grandes culpables como se han escapado, desgraciadamente, hoy.

Continúa la carta:

Comprendo perfectamente sus preocupaciones en el presente caso.  Yo, menos responsabilizado con la historia, también las tengo.

En cuanto a la actuación unilateral de que me habla, le reitero que no he participado en ello.  En ambos casos solo fui informado de la parte que me concernía, estimando que lo ocurrido ha sido que el general C.  tornó la idea de lo que usted deseaba de acuerdo con sus normas y principios, actuando en consecuencia.

No tengo motivos para suponer que persona alguna esté tratando de propiciar la fuga de culpables y, personalmente, soy opuesto a tal cosa —decía el coronel RegoRubido (Aplausos)— pero caso de producirse, la responsabilidad histórica por tales hechos recaería sobre quienes los hicieren posible y nunca sobre los demás.

Creo, sinceramente, que todo habrá de producirse en armonía con sus ideas y que el general está procediendo, inspirado en los mejores deseos para bien de Cuba y de la Revolución que usted acaudilla.

Supe de un joven estudiante muerto que se encontraba en el cementerio, y hoy mismo dispuse que se agotaran los medios investigativos, a fin de determinar quién fue el autor y las circunstancias en que ocurriera el hecho, tal como lo realicé en días pasados, hasta poner a disposición de la autoridad judicial correspondiente a los presuntos responsables.

Finalmente, debo informarle que cursé un despacho al general interesando un avión para hacerle llegar su conceptuosa carta, y no se impaciente, que a lo mejor antes de la fecha fijada como límite máximo está usted en La Habana.

Cuando el general se marchó, le pedí que me dejara el helicóptero con el piloto por si a usted se le ocurría pasear el domingo por la tarde sobre Santiago (Aplausos).

Bueno, doctor, reciba usted el testimonio de mi mejor consideración y el ferviente deseo de un feliz Año Nuevo.

Firmado:  Coronel Rego Rubido

(Aplausos)

En este estado estaban las conversaciones cuando, tanto el coronel Rego, jefe de la Plaza de Santiago de Cuba, como yo, fuimos sorprendidos por el golpe de Estado de Columbia que se apartaba por completo de lo acordado.  Y lo primero que se hizo, lo más criminal que se hizo, fue dejar escapar a Batista, a Tabernilla y a los grandes culpables (Aplausos).  Los dejaron escapar con sus millones de pesos, los dejaron escapar con los 300 ó 400 millones de pesos que se han robado y ¡muy caro nos va a costar eso!  Porque ahora van a estar desde Santo Domingo y desde otros países haciendo propaganda contra la Revolución, fraguando todo el daño posible contra nuestra causa.  Y durante muchos años los vamos a tener ahí amenazando a nuestro pueblo, manteniéndolo en constante estado de alerta, porque van a pagar y a fraguar conspiraciones contra nosotros.  Y todo por la debilidad, por la irresponsabilidad y por la traición de los que promovieron el golpe contrarrevolucionario de la madrugada de hoy.

¿Qué hicimos nosotros?  Tan pronto supimos del golpe, nos enteramos por Radio Progreso; y a esa hora, adivinando yo lo que se estaba fraguando, ya estaba haciendo unas declaraciones, cuando me entero de que Batista se había ido para Santo Domingo.  Yo pensé:  ¿Será un rumor?, ¿será una bola?  Y mando a ratificar; cuando oigo la noticia de que, efectivamente, el señor Batista y su camarilla se habían escapado y, lo más bonito es que el general Cantillo decía que ese movimiento se había producido gracias a los patrióticos propósitos del general Batista, ¡los patrióticos propósitos del general Batista!, ¡que renunciaba para ahorrar derramamiento de sangre!  ¿Qué les parece?  (Gritos).

Hay algo más todavía.  Para tener una idea de la clase de golpe que se preparó, basta decir que a Pedraza lo había nombrado miembro de la Junta y se fue (Risas y gritos).  Yo creo que no hay que añadir nada más para ver la clase de intenciones que tenían los golpistas.  Y no nombraron al presidente Urrutia, que es el presidente proclamado por el Movimiento y por todas las organizaciones revolucionarias (Aplausos).  Llamaron a un señor que es el más viejo, nada menos, de todos los magistrados del Tribunal Supremo, que
son bastante viejos todos (Risas); y sobre todo un señor que ha sido presidente, hasta hoy, de un Tribunal Supremo de Justicia, donde no había justicia de ninguna clase.

¿Cuál iba a ser el resultado de todo esto?  Pues una revolución a medias, una componenda, una caricatura de revolución.  El señor Perico de los Palotes; lo mismo da que se llame de una manera o de otra.  Ese señor Piedra, que a estas horas si no ha renunciado que se prepare, que lo vamos a ir a hacer renunciar a La Habana (Aplausos).  Creo que no dura las 24 horas.  Va a romper un récord (Risas y aplausos).

Designan a este señor, y muy bonito: Cantillo, héroe nacional, paladín de las libertades cubanas, amo y señor de Cuba, y el señor Piedra allí. Sencillamente habíamos derrocado a un dictador para implantar otro. En todos los órdenes, el movimiento de Columbia era un movimiento contrarrevolucionario, en todos los órdenes se apartaba del propósito del pueblo, en todos los órdenes era sospechoso; e inmediatamente el señor Piedra hizo un lla­mamiento, dijo que lo iba a hacer para llamar a los rebeldes y una comisión de paz.  Y nosotros tan tranquilos, dejábamos los fusiles y lo dejábamos todo, y nos íbamos allá a rendirles pleitesía al señor Piedra y al señor Cantillo.

Era evidente que tanto Cantillo como Piedra estaban en la luna.  Estaban en la luna porque creo que el pueblo de Cuba ha aprendido mucho, y los rebeldes hemos aprendido algo.

Esa era la situación esta mañana, que no es la situación de esta noche, porque ha cambiado mucho (Aplausos).  Ante este hecho, ante esta traición, dimos órdenes a todos los comandantes rebeldes de continuar las operaciones militares, y de continuar marchando sobre los objetivos; en consecuencia, inmediatamente dimos órdenes a todas las columnas destinadas a la operación de Santiago de Cuba a avanzar sobre la ciudad.

Yo quiero que ustedes sepan que nuestras fuerzas venían muy seriamente decididas a tomar Santiago de Cuba por asalto.  Ello hubiera sido muy lamentable, porque hubiese costado mucha sangre, y esta noche de hoy no sería una noche de alegría como esta, y de paz como esta, y de confraternidad como esta (Aplausos).

Debo confesar que si en Santiago de Cuba no se libró una batalla sangrienta se debe, en gran parte, a la patriótica actitud del coronel del Ejército José Rego Rubido (Aplausos); a los comandantes de las fragatas Máximo Gómez y Maceo, al jefe del Distrito Naval de Santiago de Cuba (Aplausos), y al oficial que desempeñaba el cargo de la jefatura de policía (Aplausos). Todos —y es justo que aquí lo reconozcamos y se lo agradezcamos— contribuyeron a evitar una sangrienta batalla y a convertir el movimiento contrarrevolucionario de esta mañana en el movimiento revolucionario de esta tarde.

A nosotros no nos quedaba otra alternativa que atacar porque no podíamos permitir la consolidación del golpe de Columbia y, por lo tanto, había que atacar sin espera.  Y cuando las tropas marchaban ya sobre sus objetivos, el coronel Rego hizo un viaje en el helicóptero para localizarme.  Los jefes de las fragatas hicieron contacto con nosotros y se pusieron, incondicionalmente, a las órdenes de la Revolución (Aplausos).

Contándose ya con el apoyo de las dos fragatas, que tienen un altísimo poder de fuego, con el apoyo del Distrito Naval y con el apoyo de la Policía, convoqué entonces a una reunión de todos los oficiales del Ejército de la Plaza de Santiago de Cuba, que son más de 100.  Les dije a esos militares, cuando los invité a reunirse conmigo, que yo no tenía la menor preocupación en hablarles, porque sabía que tenía la razón; porque sabía que comprenderían mis argumentos y que de esta reunión se llegaría a un acuerdo.

Y, efectivamente, en horas de la noche, en los primeros momentos de la noche, nos reunimos en El Escandel la casi totalidad de los oficiales del Ejército de Santiago de Cuba, muchos de ellos hombres jóvenes que se les ve ansiosos de luchar por el bien de su país.  Reuní a aquellos militares y les hablé de nuestro sentimiento revolucionario, les hablé de nuestro propósito con nuestra patria, les hablé de lo que queríamos para el país, de cuál había sido siempre nuestra conducta con los militares, de todo el daño que le había hecho la tiranía al Ejército y cómo no era justo que se considerase por igual a todos los militares; que los criminales solo eran una minoría insignificante, y que había muchos militares honorables en el Ejército, que yo sé que aborrecían el crimen, el abuso y la injusticia.

No era fácil para los militares desarrollar un tipo determinado de acción; era lógico, que cuando los cargos más elevados del Ejército estaban en manos de los Tabernilla, de los Pilar García, de los parientes y de los incondicionales de Batista, y existía un gran terror en el Ejército; a un oficial aisladamente no se le podía pedir responsabilidad.

Había dos clases de militares —y nosotros los conocemos bien—:  los militares como Sosa Blanco, Cañizares, Sánchez Mosquera, Chaviano (Gritos y abucheos), que se caracterizaron por el crimen y el asesinato a mansalva de infelices campesinos.  Pero hubo militares que fueron muy honrados en su campaña; hubo militares que jamás asesinaron a nadie, ni quemaron una casa, como fue el comandante Quevedo, que fue nuestro prisionero después de una heroica resistencia en la Batalla de Jigüe, y que hoy sigue siendo comandante del Ejército (Aplausos); el comandante Sierra, y otros muchos militares que jamás quemaron una casa.  A esos militares no los ascendían, a los que ascendían era a los criminales, porque Batista siempre se encargó de premiar el crimen.  Tenemos el caso, por ejemplo, del coronel Rego Rubido, que no le debe sus grados a la dictadura, sino que ya era coronel cuando se produjo el 10 de Marzo (Aplausos).

El hecho cierto es que recabé el apoyo de la oficialidad del Ejército de Santiago de Cuba, y la oficialidad del Ejército de Santiago de Cuba le brindó su apoyo incondicional a la Revolución Cubana (Aplausos).  Reunidos los oficiales de la Marina, de la Policía y del Ejército, se acordó desaprobar el golpe amañado de Columbia y apoyar al Gobierno legal de la República, porque cuenta con la mayoría de nuestro pueblo, que es el doctor Manuel Urrutia Lleó (Aplausos); y apoyar a la Revolución Cubana.  Gracias a esa actitud se ahorró mucha sangre, gracias a esa actitud se ha gestado de verdad, en la tarde de hoy, un verdadero movimiento militar revolucionario.

Yo comprendo que en el pueblo hay muchas pasiones justificadas.  Yo comprendo las ansias de justicia que hay en nuestro pueblo, y se cumplirá porque habrá justicia (Aplausos).  Pero yo le quiero pedir a nuestro pueblo antes de nada, calma.  Estamos en instantes en que debemos con­­solidar el poder antes que nada.  ¡Lo primero ahora es consolidar el poder!  Después reuniremos una comisión de militares honorables y de oficiales del Ejército Rebelde para tomar todas las medidas que sean aconsejables, para exigir responsabilidad a aquellos que la tengan (Aplausos).  ¡Y nadie se opondrá!, porque al Ejército y a las Fuerzas Armadas son a los que más les interesa que la culpa de unos cuantos no la pague todo el cuerpo, y que no sea una vergüenza vestir el uniforme militar (Aplausos); que los culpables sean castigados para que los inocentes no tengan que cargar con el descrédito (Aplausos).  ¡Tengan confianza en nosotros!, es lo que le pedimos al pueblo, porque sabemos cumplir con nuestro deber (Aplausos).

En esas circunstancias se realizó en la tarde de hoy un verdadero movimiento revolucionario del pueblo, de los militares y de los rebeldes, en la ciudad de Santiago de Cuba (Aplausos).  Es indescriptible el entusiasmo de los militares, y en prueba de confianza les pedí a los oficiales que entraran conmigo en Santiago de Cuba, ¡y aquí están todos los oficiales del Ejército!  (Aplausos). ¡Ahí están los tanques a disposición de la Revolución!  (Aplausos).  ¡Ahí está la artillería a disposición de la Revolución!  (Aplausos).  ¡Ahí están las fragatas a disposición de la Revolución!  (Gritos y aplausos).

Yo no voy a decir que la Revolución tiene el pueblo, eso ni se dice, eso lo sabe todo el mundo.  Yo decía que el pueblo, que antes tenía escopeticas, ya tiene artillería, tanques y fragatas; y tiene muchos técnicos capacitados del Ejército que nos van a ayudar a manejarlas, si fuese necesario (Aplausos).  ¡Ahora sí que el pueblo está armado!  Yo les aseguro que si cuando éramos 12 hombres solamente no perdimos la fe (Aplausos), ahora que tenemos ahí 12 tanques cómo vamos a perder la fe.

Quiero aclarar que en el día de hoy, esta noche, esta madrugada, porque es casi de día, tomará posesión de la presidencia de la República, el ilustre magistrado, doctor Manuel Urrutia Lleó (Aplausos).  ¿Cuenta o no cuenta con el apoyo del pueblo el doctor Urrutia?  (Aplausos y gritos).  Pero quiere decir, que el presidente de la República, el presidente legal, es el que cuenta con el pueblo, que es el doctor Manuel Urrutia Lleó.

¿Quién quiere al señor Piedra para presidente?  (Abucheos y gritos de:  “¡Nadie!”).  Si nadie quiere al señor Piedra para presidente, ¿cómo se nos va a imponer al señor Piedra para presidente?  (Abucheos).  Si esa es la orden del pueblo de Santiago de Cuba, que es el sentimiento del pueblo de Cuba entera, tan pronto concluya este acto marcharé con las tropas veteranas de la Sierra Maestra, los tanques y la artillería hacia la capital, para que se cumpla la voluntad del pueblo (Aplausos).

Aquí estamos, sencillamente, a las órdenes del pueblo.  Lo legal en este momento es el mandato del pueblo.  Al presidente lo elige el pueblo y no lo elige un conciliábulo en Columbia, a las 4:00 de la madrugada (Aplausos).  El pueblo ha elegido a su presidente y eso quiere decir que desde este instante quedará constituida la máxima autoridad legal de la República (Aplausos). Ninguno de los cargos ni de los grados que se han concedido de acuerdo con la Junta Militar de la madrugada de hoy tienen validez alguna.  Todos los nombramientos de cargos dentro del Ejército son nulos —me refiero a todos los nombramientos que se han hecho esta mañana—; quien acepte un cargo designado por la Junta traicionera de esta mañana estará asumiendo una actitud contrarrevolucionaria, llámese como se llame (Aplausos), y, en consecuencia, quedará fuera de la ley.

Tengo la completa seguridad de que mañana todos los mandos militares de la República habrán aceptado las disposiciones del presidente de la República (Aplausos).  El presidente procederá de inmediato a designar a los jefes del Ejército, de la Marina y de la Policía (Aplausos) por los altos servicios que ha prestado en esta hora a la Revolución y por haber puesto sus miles de hombres a la disposición de la Revolución.  He recomendado para jefe del Ejército al coronel Rego Rubido (Aplausos).  Igualmente se designará como jefe de la Marina a uno de los dos comandantes de la fragata que primero se sumaron a la Revolución (Aplausos), y le he recomendado al presidente de la República que designe para jefe nacional de la Policía al comandante Efigenio Ameijeiras, que ha perdido tres hermanos (Aplausos), que es uno de los expedicionarios del Granma y uno de los hombres más capacitados del ejército revolucionario (Aplausos).  Ameijeiras está en operaciones en Guantánamo, pero mañana él llega aquí (Aplausos).

Yo solo pido tiempo para nosotros y para el poder civil de la República a fin de ir realizando las cosas a gusto del pueblo, pero poco a poco (Aplausos).  Solo le pido una cosa al pueblo, y es que tenga calma.  (Del público le dicen:  “¡Oriente federal, Oriente capital!”).  ¡No!, ¡no!, la República unida siempre y por encima de todas las cosas (Aplausos).  Lo que hay que pedir es justicia para Oriente (Aplausos).  En todo, el tiempo es un factor importante.  La Revolución no se podrá hacer en dos días; ahora, tengan la seguridad de que la Revolución la hacemos.  Tengan la seguridad de que por primera vez de verdad la República será enteramente libre y el pueblo tendrá lo que merece (Aplausos).  El poder no ha sido fruto de la política, ha sido fruto del sacrificio de cientos y de miles de nuestros compañeros.  No hay otro compromiso que con el pueblo y con la nación cubana.  Llega al poder un hombre sin compromisos con nadie, sino con el pueblo exclusivamente (Aplausos).

El Che Guevara (Aplausos) recibió la orden de avanzar sobre la capital no provisional de la República, y el comandante Camilo Cienfuegos, jefe de la Columna 2 Antonio Maceo (Aplausos) ha recibido la orden de marchar sobre la gran Habana y asumir el mando del campamento militar de Columbia (Aplausos).  Se cumplirán, sencillamente, las órdenes del presidente de la República y el mandato de la Revolución (Aplausos).

De los excesos que se hayan cometido en La Habana, no se nos culpe a nosotros.  Nosotros no estábamos en La Habana.  De los desórdenes ocurridos en La Habana, cúlpese al general Cantillo y a los golpistas de la madrugada, que creyeron que iban a dominar la situación allí (Aplausos).  En Santiago de Cuba, donde se ha hecho una verdadera Revolución, ha habido orden completo.  En Santiago de Cuba se han unido el pueblo, los militares y los revolucionarios, y eso es indestructible (Aplausos).

La jefatura del Gobierno, la jefatura del Ejército y la jefatura de la Marina estarán en Santiago de Cuba, y sus órdenes serán de obligatorio cumplimiento a todos los mandos de la República.

Esperamos que todos los militares honorables acaten estas disposiciones, porque el militar, antes que nada, está al servicio de la ley y de la autoridad —no de la autoridad constituida, porque muchas veces está una autoridad mal constituida—, la autoridad legítimamente constituida (Aplausos).

Ningún militar honorable tiene nada que temer de la Revolución.  Aquí en esta lucha no hay vencidos, porque solo el pueblo ha sido el vencedor (Aplausos).  Ha habido caídos de un lado y de otro, pero todos nos hemos unido para darle el apoyo a la Revolución.  Nos hemos dado el abrazo fraternal los militares buenos y los revolucionarios (Aplausos).

No habrá ya más sangre.  Espero que ningún núcleo haga resistencia, porque aparte de ser una resistencia inútil y una resistencia que sería aplastada en pocos instantes, sería una resistencia contra la ley y contra la República y contra el sentimiento de la nación cubana (Aplausos).

Ha habido que organizar este movimiento de hoy para que no ocurra otra guerra dentro de seis meses.  ¿Qué pasó cuando el machadato?  Pues que también un general de Machado dio un golpe y quitó a Machado, y puso a un presidente que duró 15 días; y vinieron los sargentos y dijeron que aquellos oficiales eran responsables de la dictadura de Machado, y que ellos no los respetaban.  Creció la efervescencia revolucionaria y expulsaron a los oficiales.  Ahora no podrá ocurrir así; ahora estos oficiales tienen el respaldo del pueblo, y tienen el respaldo de la tropa, y tienen el prestigio que les da el haberse sumado a un verdadero movimiento revolucionario (Aplausos).

Estos militares serán respetados y considerados por el pueblo y no habrá que emplear la fuerza, ni habrá que andar con fusiles por la calle, ni metiéndole miedo a nadie porque el verdadero orden, el verdadero orden es el que se basa en la libertad, en el respeto y en la justicia, y no en la fuerza.  Desde ahora en adelante el pueblo será enteramente libre y el pueblo sabe comportarse debidamente, como lo ha demostrado hoy (Aplausos).

La paz que nuestra patria necesita se ha logrado. Santiago de Cuba ha pasado a la libertad sin que hubiera que derramar sangre.  Por eso hay tanta alegría, y por eso es que los militares que en el día de hoy desoyeron y desaprobaron el golpe de Columbia para sumarse incondicionalmente a la Revolución merecen nuestro reconocimiento, nuestra gratitud y nuestro respeto (Aplausos).  Los institutos armados de la República serán en el futuro modelos de instituciones, por su capacidad, por su educación y por su identificación con la causa del pueblo.  Porque los fusiles, de ahora en adelante, solo estarán siempre al servicio del pueblo (Aplausos).

No habrá más golpes de Estado, no habrá más guerra, porque por eso nos hemos preocupado, de que no ocurra ahora como cuando Machado.  Estos señores, para hacer más parecido el caso de la madrugada de hoy con el caso de la caída de Machado, aquella vez pusieron a un Carlos Manuel, y ahora pusieron a otro Carlos Manuel (Abucheos).

Lo que no habrá esta vez es un Batista (Aplausos), porque no habrá necesidad de un 4 de septiembre, que destruyó la disciplina en las Fuerzas Armadas, porque lo que ocurrió con Batista fue que instauró aquí la indisciplina en el Ejército, porque su política consistía en halagar a los soldados para mantener disminuida la autoridad de los oficiales.  Los oficiales tendrán autoridad, habrá disciplina en el Ejército.  Habrá un Código Penal Militar, donde los delitos contra los derechos humanos y contra la honradez y la moral que debe tener todo militar, serán castigados debidamente (Aplausos).

No habrá privilegios para nadie.  El militar que tenga capacidad y tenga méritos será el que ascienda, y no el pariente, el amigo, como ha existido hasta hoy, que no se han respetado los escalafones.

Para los militares se acabará, como se acabará para los trabajadores, toda esa explotación de contribuciones obligatorias, que en los obreros es la cuota sindical y en los militares es el peso para la primera dama, y los dos pesos para esto, y los dos pesos para lo otro, y les acaban con el sueldo (Aplausos).

Naturalmente, que el pueblo todo lo debe esperar de nosotros, y lo va a recibir.  Pero he hablado de los militares para que ellos sepan que también todo lo van a recibir de la Revolución, todas las mejoras que jamás han tenido, porque cuando no se robe el dinero de los presupuestos estarán mucho mejor los militares de lo que están hoy.  Y el soldado no ejercerá funciones de policía, el soldado estará en su entrenamiento, en su cuartel; no tendrá que estar ejerciendo funciones de policía.

Nosotros (Gritos de: “¡Microonda!”) de microonda nada (Aplausos), aunque sí quiero aclarar que en este momento los rebeldes andamos con microondas porque las necesitamos (Aplausos), pero las microondas ahora no las tendrán los esbirros, ni nada de eso; nada de asesinos, ni nada de frenazos delante de las casas y la tocadera a medianoche (Gritos y aplausos).

Yo tengo la seguridad de que tan pronto tome posesión y asuma el mando el presidente de la República, decretará el restablecimiento de las garantías y la absoluta libertad de prensa y todos los derechos individuales en el país (Aplausos); y todos los derechos sindicales, y todos los derechos y todas las demandas de nuestros campesinos y de nuestro pueblo en general.

No nos olvidaremos de nuestros campesinos de la Sierra Maestra y de los de Santiago de Cuba (Aplausos).  No nos iremos a vivir a La Habana olvidados de todos; donde yo quiero vivir es en la Sierra Maestra (Aplausos).  Por lo menos, en la parte que me corresponda, por un sentimiento muy profundo de gratitud, no olvidaré a aquellos campesinos; y tan pronto tenga un momento libre voy a ver dónde vamos a hacer la primera Ciudad Escolar, con cabida para 20 000 niños (Aplausos).  Y lo vamos a hacer con la ayuda del pueblo.  Los rebeldes van a trabajar allí.  Le vamos a pedir a cada ciudadano un saco de cemento y una cabilla (Aplausos y gritos de: “¡Sí, sí!”).  Y yo sé que obtendremos la ayuda de nuestra ciudadanía (Aplausos).

No olvidaremos a ninguno de los sectores de nuestro pueblo (del público le dicen:  “¡Viva Crescencio Pérez!”).  ¡Que viva Crescencio Pérez que perdió a un hijo en los días postreros de la guerra!

La economía del país se restablecerá inmediatamente.  Este año nosotros seremos los que cuidaremos la caña, para que no se queme.  Porque este año los impuestos del azúcar no servirán para comprar armas homicidas y bombas y aviones para bombardear al pueblo (Aplausos).

Cuidaremos las comunicaciones y ya, desde Jiguaní hasta Palma Soriano, la línea telefónica está restablecida y la vía férrea será restablecida (Aplausos).  Y habrá zafra en todo el país y habrá buenos salarios, porque yo sé que ese es el propósito del presidente de la República.  Y habrá buenos precios porque, precisamente, el miedo a que no hubiera zafra ha levantado los precios del mercado mundial; y los campesinos podrán sacar su café (Aplausos); y los ganaderos todavía podrán vender sus reses gordas en La Habana, porque afortunadamente el triunfo ha llegado a tiempo, para que no haya ruina de ninguna clase.

No es a mí a quien le corresponde hablar de estas cosas.  Ustedes saben que somos hombres de palabra y que lo que prometemos lo cumplimos.  Y queremos prometer menos de lo que vamos a cumplir, no más, sino menos de lo que vamos a cumplir, y hacer más de lo que ofrezcamos al pueblo de Cuba (Aplausos).

No creemos que todos los problemas se vayan a resolver fácilmente, sabemos que el camino está preñado de obstáculos, pero nosotros somos hombres de fe, que nos enfrentamos siempre a las grandes dificultades (Aplausos).

Podrá estar seguro el pueblo de una cosa, y es que podemos equivocarnos una y muchas veces, lo único que no podrá decir jamás de nosotros es que robamos, que traicionamos, que hicimos negocios sucios, que usamos el favoritismo, que usamos los privilegios (Aplausos).  Y yo sé que el pueblo los errores los perdona, y lo que no perdona son las sinvergüencerías, y los que hemos tenido son sinvergüenzas (Aplausos).

Al asumir como presidente el magistrado, doctor Manuel Urrutia Lleó, a partir de ese instante, cuando jure ante el pueblo la presidencia de la República, él será la máxima autoridad de nuestro país (Aplausos).  Nadie piense que yo pretenda ejercer facultades aquí por encima de la autoridad del presidente de la República, yo seré el primer acatador de las órdenes del poder civil de la República, y el primero en dar el ejemplo (Aplausos).  Cumpliremos sencillamente sus órdenes, y, dentro de las atribuciones que nos conceda, trataremos de hacer lo más posible por nuestro pueblo, sin ambiciones, porque afortunadamente estamos inmunes a las ambiciones y a las vanidades.  ¡Qué mayor gloria que el cariño de nuestro pueblo!  ¡Qué mayor premio que esos millares de brazos que se agitan llenos de esperanza, de fe y de cariño hacia nosotros!  (Aplausos).

Nunca nos dejaremos arrastrar por la vanidad ni por la ambición, porque como dijo nuestro Apóstol:  “Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”, y no hay satisfacción ni premio más grande que cumplir con el deber como lo hemos estado haciendo hasta hoy, y como lo haremos siempre.  Y en esto no hablo en mi nombre, hablo en nombre de los miles y miles de combatientes que han hecho posible la victoria del pueblo (Aplausos).

Hablo del profundo sentimiento de respeto y de devoción hacia nuestros muertos, que no serán olvidados.  Los caídos tendrán en nosotros los más fieles compañeros.  Esta vez no se podrá decir, como otras, que se ha traicionado la memoria de los muertos, porque los muertos seguirán mandando.  Físicamente no están aquí Frank País, Josué País, Pepito Tey ni tantos otros, pero están moralmente, están espiritualmente; y solo la satisfacción de saber que el sacrificio no ha sido vano, compensa el inmenso vacío que dejaron en el camino (Aplausos).  Sus tumbas seguirán teniendo flores frescas.  Sus hijos no serán olvidados, porque los familiares de los caídos serán ayudados (Aplausos).

Los rebeldes no cobraremos sueldo por los años que hemos estado luchando.  Y nos sentimos orgullosos de no cobrar sueldos por los servicios que le hemos prestado a la Revolución; en cambio, es posible que sigamos cumpliendo nuestras obligaciones sin cobrar sueldos, porque si no hay dinero, ¡no importa!, lo que hay es voluntad, y hacemos lo que sea necesario (Aplausos).

Pero también quiero aquí repetir lo que dije en La historia me absolverá, y es que también velaremos porque no les falten el sustento, ni la asistencia, ni la educación a los hijos de los militares que han caído luchando contra nosotros, porque ellos no tienen culpa de los horrores de la tiranía (Aplausos). Y seremos generosos con todos porque, repito, que aquí no ha habido vencidos sino vencedores. Serán castigados solo los criminales de guerra, porque ese es un deber ineludible con la justicia (Aplausos).  Y ese deber puede tener la seguridad el pueblo de que lo cumpliremos. Y cuando haya justicia, no habrá venganza. Para que el día de mañana no haya atentados contra nadie tiene que haber justicia hoy.  Como habrá justicia no habrá venganza ni habrá odio. El odio lo desterraremos de la República, como una sombra maldita que nos dejó la ambición y la opresión (Aplausos).

Triste es que se hayan escapado los grandes culpables.  No faltan miles de hombres que quieran perseguirlos, pero nosotros tenemos que respetar las leyes de otros países.  A nosotros nos sería fácil porque voluntarios tenemos de sobra para ir a perseguir a esos delincuentes, y hombres que estén dispuestos a jugarse la vida.  Pero no queremos aparecer como un pueblo que viole las leyes de los demás pueblos; las respetaremos mientras se respeten las nuestras. Pero sí advierto que si en Santo Domingo se ponen a conspirar contra la Revolución (Gritos de: “¡Trujillo!”).  Sí, Trujillo.  Yo había pensado, en alguna ocasión, que Trujillo nos había hecho daño vendiéndole armas a Batista, y el daño que le hizo no fue porque vendiera armas, sino porque vendiera armas tan malas que cuando cayeron en nuestras manos no servían para nada (Risas y aplausos). Sin embargo, vendió bombas, y con las bombas fueron asesinados muchos campesinos.  No dan ni deseos de devolverle las carabinas porque no sirven, sino de devolverle algo mejor.

Es lógico, en primer término, que los perseguidos políticos de Santo Domingo tendrán aquí su mejor casa y su mejor asilo.  Y los perseguidos políticos de todas las dictaduras tendrán aquí su mejor casa y la mayor comprensión, porque nosotros hemos sido perseguidos políticos.

Si Santo Domingo se convierte en arsenal de la contrarrevolución, si Santo Domingo se convierte en base de conspiraciones contra la Revolución Cubana, si esos señores se dedican desde allá a hacer conspiraciones, más vale que se vayan pronto de Santo Domingo, porque allí no van a estar tampoco muy seguros (Aplausos).  Y no seremos nosotros, que nosotros no tenemos que meternos en los problemas de Santo Domingo, es que los dominicanos han aprendido el ejemplo de Cuba, y las cosas se van a poner por allí muy serias (Aplausos).  Los dominicanos han aprendido que es posible pelear contra la tiranía y derrotarla, y ese ejemplo es lo que más temían preci­samente los dictadores, el ejemplo alentador para América que acaba de producirse en nuestra patria (Aplausos).

Vela por el curso y el destino de esta Revolución la América entera. Toda ella tiene sus ojos puestos en nosotros.  Toda ella nos acompaña con sus mejores deseos de triunfo.  Toda ella nos respaldará en nuestros momentos difíciles.  Esta alegría de hoy no solo es en Cuba, sino en América entera. Como nosotros nos hemos alegrado cuando ha caído un dictador en la América Latina, ellos también se alegran hoy por los cubanos.

Debo concluir, aunque sea enorme el cúmulo de sentimientos y de ideas que con el desorden, el bullicio y la emoción de hoy acuden a nuestra mente.  Decía —y quedó sin concluir aquella idea— que habría justicia, y que era lamentable que hubiesen escapado los grandes culpables, por culpa de quienes ya sabemos, porque el pueblo sabe quién tiene la culpa de que se hayan escapado; y que vinieran a dejar aquí, no voy a decir a los más infelices, pero sí a los más torpes, a los que no tenían dinero, a los hombres de fila que obedecieron las órdenes de los grandes culpables.  Dejaron escapar a los grandes culpables para que el pueblo saciase su ira y su indignación con los que tienen menos responsabilidad. Aunque está bien que se les castigue ejemplarmente, para que aprendan.

Siempre pasa lo mismo, el pueblo les advierte que los grandes se van y ellos se quedan, y sin embargo, siempre pasa lo mismo, los grandes se van y ellos se quedan, pues que se castiguen también (Aplausos).  Si los grandes se van tendrán también su castigo.  Duro, muy duro es tener que vivir alejado de la patria por toda la vida, porque, cuando menos, serán condenados al ostracismo por toda la vida los criminales y los ladrones que han huido precipitadamente.

¡Quién viera por un agujero —como dice el pueblo— al señor Batista en estos momentos!  ¡Al guapo, al hombre soberbio que no pronunciaba un solo discurso si no era para llamar cobardes, y miserables y bandidos a todos los demás!  Aquí ni siquiera se ha llamado bandido a nadie, aquí no reina ni se respira el odio, la soberbia ni el desprecio, como en aquellos discursos de la dictadura. Aquel hombre que dice que cuando entró en Columbia llevaba una bala en la pistola (Gritos), se marchó en horas de la madrugada en un avión, con una bala en la pistola (Gritos). Quedó demostrado que los dictadores no son tan temibles ni tan suicidas, y que cuando llega la hora en que están perdidos huyen cobardemente. Lo lamentable realmente es que haya escapado cuando pudiera haber sido hecho prisionero, y si hacemos prisionero a Batista le hubiéramos quitado los 200 millones de pesos que se robó (Aplausos).  ¡Reclamaremos el dinero téngalo donde lo tenga!  (Aplausos) porque no son delincuentes políticos, sino delincuentes comunes.  Y vamos a ver los que aparezcan en las embajadas, si es que el señor Cantillo no les ha dado ya salvoconducto. Vamos a distinguir entre los delincuentes políticos y los delincuentes comunes.  Asilo para los delincuentes políticos, nada para los delincuentes comunes. Tienen que ir ante los tribunales y demostrar que son delincuentes políticos, y si se demuestra que son delincuentes comunes, que los entreguen a las autoridades (Gritos de: “¡Mujal, Mujal!”). Y Mujal, a pesar de lo grande y lo gordo que es, no se sabe dónde está en este momento (Gritos).  Nadie tiene noticias.  ¡Cómo han huido! ¡Yo no me explico cómo ustedes se acuerdan todavía de esos infelices! (Risas).  Por fin el pueblo se libró de toda esa canalla.

Ahora hablará el que quiera, bien o mal, pero hablará el que quiera.  No es como ocurría aquí, que hablaban ellos solos y hablaban mal (Gritos).  Habrá libertad absoluta porque para eso se ha hecho la Revolución; libertad incluso para nuestros enemigos; libertad para que nos critiquen y nos ataquen a nosotros; que siempre será un placer saber que nos combaten con la libertad que hemos ayudado a conquistar para todos (Aplausos). Nunca nos ofen­deremos, siempre nos defenderemos y seguiremos solo una norma:  la norma del respeto al derecho y a los pensamientos de los demás.

Esos nombres que se han mencionado aquí, esa gente, Dios sabe en qué embajada, en qué playa, en qué barco, adónde han ido a parar.  Bástenos saber que nos hemos librado de ellos, y que si tienen alguna casita, alguna finquita, o alguna vaquita por ahí; la tendremos sen­cillamente que confiscar.

Porque debo advertir que los funcionarios de la tiranía, los representantes, los senadores, los alcaldes, los que no han robado particularmente, pero que han cobrado los sueldos, tendrán que devolver hasta el último centavo de lo que han cobrado en estos cuatro años, porque han cobrado ilegalmente y tendrán que devolverle a la República el dinero que han cobrado todos esos senadores, y todos esos representantes; y si no lo devuelven, les confiscaremos las propiedades que tengan.

Esto, aparte de lo que se hayan robado, porque el que haya robado, a ese no le quedará nada del producto del robo, porque esa es la primera ley de la Revolución.  No es justo que se mande a prisión a un hombre que se robó una gallina, o un guanajo, y que los que se roban millones de pesos estén encantados de la vida por ahí.  ¡Que se anden con cuidado!  (Aplausos).  Y que anden con cuidado los ladrones de hoy y de ayer.  Que anden con cuidado porque la ley revolucionaria puede caer sobre los hombros de todos los culpables de todos los tiempos, porquela Revolución llega al triunfo sin compromisos con nadie en absoluto, sino con el pueblo, que es al único al que debe su victoria (Aplausos).

Voy a terminar (Gritos de: “¡No!”).  Voy a terminar por hoy (Gritos de:  “¡No!”).  Bueno, recuerden que tengo que marchar inmediatamente, es mi obligación, y ustedes llevan muchas horas parados (Gritos de: “¡No, no!”).

Veo tantas banderas blancas, rojas y negras en los vestidos de nuestras compañeras, que realmente se nos hace duro abandonar esta tribuna, donde hemos experimentado, todos los que estamos aquí presentes, la más grande emoción de nuestras vidas (Gritos y aplausos).

No podemos menos que recordar a Santiago de Cuba con entrañable cariño.  Las veces que nos reunimos aquí, un mitin allá en la Alameda, un mitin acá en una avenida (Gritos de: “¡Trocha!”).  En Trocha, donde dije un día que si nos arrebataban los derechos por la fuerza cambiaríamos las escobas por los fusiles, y culparon a Luis Orlando de aquellas declaraciones, yo me callé la boca.  En el periódico salió que era Luis Orlando el que las había hecho, y era yo el que las había hecho; pero no estaba muy seguro de si estaban bien hechas, porque en aquella época no había… (Risas).  Y resultó que tuvimos que cambiarlo todo: los estudiantes, sus libros y sus lápices por los fusiles; los campesinos, sus aperos de labranza por el fusil, y todos tuvimos que cambiarlo todo por el fusil. Afortunadamente, la tarea de los fusiles ha cesado.  Los fusiles se guardarán donde estén al alcance de los hombres que tendrán el deber de defender nuestra soberanía y nuestros derechos.

Pero, cuando nuestro pueblo se vea amenazado, no pelearán solo los 30 000 ó 40 000 miembros de las Fuerzas Armadas, sino pelearán los 300 000, 400 000 ó 500 000 cubanos, hombres y mujeres que aquí pueden coger las armas (Gritos y aplausos).  Habrá armas necesarias para que aquí se arme todo el que quiera combatir cuando llegue la hora de defender nuestra independencia (Aplausos). Porque está demostrado que no solo pelean los hombres, sino pelean las mujeres también en Cuba (Aplausos), y la mejor prueba es el pelotón Mariana Grajales, que tanto se distinguió en numerosos combates (Aplausos). Y las mujeres son tan excelentes soldados como nuestros mejores soldados hombres (Aplausos).

Yo quería demostrar que las mujeres podían ser buenos soldados. Al principio la idea me costó mucho trabajo, porque existían muchos prejuicios.  Había hombres que decían que cómo mientras hubiera un hombre con una escopeta se le iba a dar un fusil a una mujer.  ¿Y por qué no?

Yo quería demostrar que las mujeres podían ser tan buenos soldados, y que existían muchos prejuicios con relación a la mujer, y que la mujer es un sector de nuestro país que necesita también ser redimido, porque es víctima de la discriminación en el trabajo y en otros muchos aspectos de la vida (Aplausos).

Organizamos las unidades de mujeres, que demostraron que las mujeres pueden pelear.  Y cuando en un pueblo pelean los hombres y pueden pelear las mujeres, ese pueblo es invencible.

Mantendremos organizadas las milicias o la reserva de combatientes femeninas, y las mantendremos entrenadas, todos los voluntarios. Y estas jóvenes que hoy veo con los vestidos negro y rojo, del 26 de Julio, yo aspiro a que aprendan también a manejar las armas (Aplausos).

Y esta Revolución, compatriotas, que se ha hecho con tanto sacrificio, ¡nuestra Revolución!, ¡la Revolución del pueblo es ya hermosa e indestructible realidad!  ¡Cuánto motivo de fundado orgullo!  ¡Cuánto motivo de sincera alegría y esperanza para todo nuestro pueblo!  Yo sé que no es aquí solo en Santiago de Cuba, es desde la punta de Maisí hasta el cabo de San Antonio.

Ardo en esperanzas de ver al pueblo a lo largo de nuestro recorrido hacia la capital, porque sé que es la misma esperanza, la misma fe de un pueblo entero que se ha levantado, que soportó paciente todos los sacrificios, que no le importó el hambre; que cuando dimos permiso tres días para que se restablecieran las comunicaciones, para que no pasara hambre, todo el mundo protestó (Aplausos). Es verdad, porque lo que querían era lograr la victoria costara lo que costara. Y este pueblo bien merece todo un destino mejor, bien merece alcanzar la felicidad que no ha logrado en sus 50 años de República; bien merece convertirse en uno de los primeros pueblos del mundo, por su inteligencia, por su valor, por su espíritu (Aplausos).

Nadie puede pensar que hablo demagógicamente, nadie puede pensar que quiero halagar al pueblo.  He demostrado suficientemente mi fe en el pueblo, porque cuando vine con 82 hombres a las playas de Cuba, y la gente decía que nosotros estábamos locos y nos preguntaban que por qué pensábamos ganar la guerra, yo dije: “porque tenemos al pueblo” (Aplausos).

Y cuando fuimos derrotados la primera vez, y quedamos un puñado de hombres, y persistimos en la lucha, sabíamos que esta sería una realidad, porque creíamos en el pueblo.  Cuando nos dispersaron cinco veces en el término de 45 días, y nos volvimos a reunir y reanudar la lucha, era porque teníamos fe en el pueblo; y hoy es la más palpable demostración de que aquella fe era fundamentada (Aplausos).

Tengo la satisfacción de haber creído profundamente en el pueblo de Cuba y de haberles inculcado esa fe a mis compañeros. Esa fe, que más que una fe es una seguridad completa en todos nuestros hombres. Y esa misma fe que nosotros tenemos en ustedes es la fe que nosotros queremos que ustedes tengan en nosotros siempre (Aplausos).

La República no fue libre en el 95 y el sueño de los mambises se frustró a última hora.  La Revolución no se realizó en el 33 y fue frustrada por los enemigos de ella.  Esta vez la Revolución tiene al pueblo entero, tiene a todos los revolucionarios, tiene a los militares honorables.  ¡Es tan grande y tan incontenible su fuerza, que esta vez el triunfo está asegurado!

Podemos decir con júbilo que en los cuatro siglos de fundada nuestra nación, por primera vez seremos enteramente libres (Aplausos), y la obra de los mambises se cumplirá (Aplausos).

Hace breves días, el 24 de diciembre, me fue imposible resistir la tentación de ir a visitar a mi madre, la que no veía desde hacía varios años.  Cuando regresaba por el camino que cruza a través de los Mangos de Baraguá, en horas de la noche, un sentimiento de profunda devoción a los que viajábamos en aquel vehículo, nos hizo detener allí, en aquel lugar donde se levanta el monumento que conmemora la Protesta de Baraguá y el inicio de la Invasión.  En aquella hora, la presencia en aquellos sitios, el pensamiento de aquellas proezas de nuestras guerras de independencia, la idea de que aquellos hombres hubiesen luchado durante 30 años para no ver logrados sus sueños, para que la República se frustrara, y el presentimiento de que muy pronto la Revolución que ellos soñaron, la patria que ellos soñaron sería realidad, nos hizo experimentar una de las sensaciones más emocionantes que puedan concebirse.

Veía revivir aquellos hombres con sus sacrificios, con aquellos sacrificios que nosotros hemos conocido también de cerca. Pensaba en sus sueños y sus ilusiones, que eran los sueños y las ilusiones nuestras, y pensé que esta generación cubana ha de rendir, y ha rendido ya, el más fervoroso tributo de reconocimiento y de lealtad a los héroes de nuestra independencia.

Los hombres que cayeron en nuestras tres guerras de independencia juntan hoy su esfuerzo con los hombres que han caído en esta guerra; y a todos nuestros muertos en las luchas por la libertad podemos decirles que por fin ha llegado la hora en que sus sueños se cumplan.

Ha llegado la hora de que al fin ustedes, nuestro pueblo, nuestro pueblo bueno y noble, nuestro pueblo que es todo entusiasmo y fe; nuestro pueblo que quiere de gratis, que confía de gratis, que premia a los hombres con cariño más allá de todo merecimiento, tendrá lo que necesita (Aplausos). Y solo aquí me resta decirles, con modestia, con sinceridad, con profunda emoción, que aquí en nosotros, en sus combatientes revolucionarios, tendrán siempre servidores leales, que solo tendrán por divisa servirles (Aplausos).

Hoy, al tomar posesión de la presidencia de la República el doctor Manuel Urrutia Lleó, el magistrado que dijo que la Revolución era justa (Aplausos), pongo en sus manos las facultades legales que he estado ejerciendo como máxima autoridad dentro del territorio liberado, que ya es hoy toda la patria; asumiré, sencillamente, las funciones que él me asigne.  En sus manos queda toda la autoridad de la República (Aplausos).

Nuestras armas se inclinan respetuosas ante el poder civil en la República civilista de Cuba (Aplausos). No tengo que decirle que esperamos que cumpla con su deber, porque sencillamente estamos seguros de que sabrá cumplirlo. Al presidente provisional de la República de Cuba cedo mi autoridad; y le cedo en el uso de la palabra al pueblo.  Muchas gracias.

Fuente: Discurso íntegro pronunciado por Fidel Castro en Santiago de Cuba el 1 de enero de 1959, La Información, 1 de enero de 2014

Batista ha huido a Ciudad Trujillo

DESEMBARCA UN PUÑADO DE HOMBRES

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Fidel Castro, el abogado cubano, el rebelde barbudo, ha dado muestras de una tenacidad que ha dado, finalmente, sus frutos. Desembarcado clandestinamente en la provincia de Oriente, en diciembre de 1956, con una cuarentena de partidarios, ha visto, al cabo de dos años, el hundimiento del régimen que con tanto tesón ha combatido. Partiendo prácticamente de la nada, refugiado en la Sierra Maestra, en la parte más oriental de la isla, la rebelión ha pasado por momentos de tantas dificultades que es extraño haya persistido hasta alcanzar el triunfo. Desde el núcleo originario, el movimiento fue consolidándose, con el apoyo de la población en creciente mayoría, Pero, invencibles en su refugio, los «fidelistas» no habían conseguido salir de su castillo montañoso hasta las últimas semanas de 1958. Parece que la aparición entre los rebeldes de un jefe de operaciones con indudables dotes militares, un médico, el también barbudo Ernesto Guevara, ha sido determinante en el acto decisivo de extender la rebelión fuera de Sierra Maestra, y aun de la provincia de Oriente, e invadir las provincias centrales de Camagüey y Las Villas. Con ello, la suerte de Batista quedaba echada, en definitiva, porque con el corte de la Gran Antilla en dos, por la parte más estrecha, quedaba en manos de los rebeldes, o por lo menos fuera del poder de explotación, por el Gobierno, más de la mitad de la cosecha de la caña de azúcar, casi única gran fuente de ingresos para Cuba.

UN SARGENTO QUE «DIO UN GQLPE»

El hasta ahora Presidente, Fulgencio Batista, no ha podido ya seguir resistiendo. Su impopularidad había llegado a ser general y le han fallado los resortes del poder, por varias razones. Una de ellas, ha sido su error al no acceder a retirarse a tiempo. De una manera u otra. Batista dominaba la escena política cubana desde que, simple sargento de Infantería, dio su primer golpe de Estado, el 4 de septiembre de 1933, apoderándose del Gobierno. Después de varias vicisitudes, y ya general, desde luego, volvió a dar otro golpe de Estado -el 10 de marzo de 1953-, instalándose ya definitivamente y sin disimulo en el poder. Pero su error capital, ha sido, todavía, no acertar a dejar el mando, cuando ha terminado el mandato legal que la Constitución le respaldaba. En efecto, en vez de dejar libre paso a los acontecimientos, se empeñó en seguir dirigiendo al país por, persona interpuesta y dispuso la «elección», en junio de 1958, de Rivero Agüero, mero instrumento de la política batistiana. Esto ha colmado la medida, creando una situación que la brutalidad de los métodos de represión antirrebelde ha agravado, todavía, sobre todo en los últimos meses.

DECISIÓN MUY TARDÍA

fuga2bde2bbatista2b1En el último momento, y a través de la confusión de informaciones que nos llegan, parece que lo sucedido es que Batista se ha visto ya incapaz de seguir resistiendo y, sobre todo, que su último apoyo, el Ejército, ha comprendido que continuando al lado del dictador se vería peligrosamente envuelto en su ya inevitable caída. Así, poco a poco al principio, el movimiento de descontento ha ido ganando a cada vez más elementos militares: muchos se pasaban a los rebeldes; otros, cumplían blandamente su tarea de combatir al «fidelismo» armado, como lo demuestran las numerosas destituciones de jefes militares en campaña, en las últimas semanas sobre todo. Si el Ejército flaqueaba, ya no le quedaba a Batista otra solución que la huida, porque la brutalidad de los métodos empleados por la policía, según testimonios que parecen muy serios, no bastaban a mantener al Presidente en su puesto.

A última hora, pues, el Ejército ha tratado de desgajarse de Batista. Parece que la salida del ex Presidente del país —Batista salió de Cuba, en la madrugada de ayer, en un avión, trasladándose a Ciudad Trujillo (República Dominicana)— ha sido realizada de acuerdo con los principales jefes militares. Acto seguido, éstos han procedido a la constitución de una Junta Provisional, formada por tres personalidades: el presidente del Tribunal Supremo, doctor Piedra, a quien, de derecho, vacante la Presidencia de la República, corresponde ocupar provisionalmente el puesto; el general Cantillo, comandante en jefe de las fuerzas que combaten a la rebelión, y el general Pedraza. Pero todo hace suponer que la decisión de los altos jefes militares es demasiado tardía. Los «fidelistas», desde luego no aceptan este intento de un cierto «continuismo». Y, en estas condiciones, es muy difícil que la Junta tenga la suficiente autoridad para obligar a las fuerzas militares a seguir combatiendo, cuando la impresión inmediata que los hechos dan es la del triunfo de Fidel Castro. Incluso, uno de los miembros de la propia Junta, Pedraza, lo ha pensado mejor y se ha marchado al extranjero junto con Batista. Los «fidelistas», pues, por su parte, proponen como Presidente provisional a un magistrado de Santiago de Cuba, el doctor Urrutia, refugiado desde algún tiempo en los Estados Unidos, pero que recientemente había desembarcado en Cuba, uniéndose al cuartel general de la rebelión.

LA REVOLUCIÓN MÁS DIFÍCIL

Lo que el «fidelismo» afirma proponerse es no sólo la lucha «contra el 10 de marzo» (fecha del segundo golpe de Estado de Batista), sino también, según la expresión de Fidel Castro, «contra el 9 de marzo»: es decir, contra la corrupción de los regímenes de Grau San Martin y Prio Socarrás anteriores al último periodo del régimen de Batista. Entre uno y otro, parece que nadie tiene derecho a tirar la primera piedra contra la corrupción y en favor de la pureza administrativa…

El plan de Fidel Castro, de ser llevado a la práctica, al terreno de la política, representaría, en verdad, una revolución profundísima en Cuba, donde las costumbres políticas no parecen caracterizarse, desgraciadamente, por un exceso de escrupulosidad en el manejo de los caudales públicos. Este propósito purificador constituye, a la vez, la tuerza y la debilidad de la rebelión «fidelista». La fuerza, porque atrae a las banderas de los luchadores a todos los espíritus idealistas y entusiastas y a muchos que creen serlo, porque se encuentran en la oposición y no han llegado, todavía, a poder disponer del erario nacional; Ia debilidad, porque los ex gobernantes anteriores a Batista y sus partidarios no se sienten inclinados a apoyar las acciones políticas que, vencedora de hecho la rebelión, parecerían necesarias para instaurarla en el poder.

No hay que decir cuánto es de desear que la perla de las Antillas finalmente, encontrar el camino del orden y la paz non la justicia.

LA VANGUARDIA ESPAÑOLA. 2 de enero de 1959

La insurreción húngara de 1956

Una escultura de Stalín derribada en la revolución húngara de 1956

A la cabeza del cortejo iba una corona de flores rojas con la intención de colocarla más tarde bajo la estatua del general Bem (…) Los manifestantes entonaban marchas de la guerra de 1848; en la cabeza del cortejo un grupo cantaba “La Internacional” y otro “La Marsellesa”; otros cantaban antiguas canciones(…) Llegados a los alto de la avenida Stalin, los jóvenes manifestantes gritaron “¡necesitamos la avenida de Stalin! ¡la estatua de Stalin!”  En el balcón de un inmueble por el extremo de esta avenida, el cortejo descubre a dos oficiales del ejército que les hacen gestos amistosos: ”¡Viva el ejército popular!”, exclaman los manifestantes a modo de respuesta (…)

Fuera de los efectivos habituales, la policía aparece muy poco en el trayecto, y los agentes de servicio no intervienen (…) Cada vez se van incorporando más gente sobre las aceras (…) La composición de la masas es muy diversa: los habitantes o los trabajadores de los barrios, paseantes ocasionales forman la mayoría; fuera de los manifestantes no hay grupos organizados en el trayecto. Toda la gente tiene el semblante feliz y emocionado (…) Yo no había visto a Budapest tan feliz (…)

Emisión de Radio Budapest, octubre de 1956

Pueblo húngaro: el Gobierno nacional, profundamente imbuído de su responsabilidad con el pueblo y con la Historia, y en la certeza de expresar la voluntad unánime de millones de húngaros, proclama la neutralidad de la República Federal de Hungría. El pueblo húngaro desea mantener, dentro de la independencia y de la igualdad, conforme al espíritu de la Carta de las Naciones Unidas, una sincera amistad con sus pueblos vecinos, con la Unión Soviética y con todos los pueblos del mundo.

El pueblo húngaro desea consolidar y desarrollar los logros de su revolución nacional sin tener que alinearse con uno u otro bloque de potencias. El sueño secular del pueblo húngaro está realizándose. La lucha revolucionaria desarrollada por el pueblo húngaro ha hecho finalmente triunfar la causa de la libertad y de la independencia. Gracias a esta lucha heróica, nuestro país podrá reconsiderar sus relaciones con los otros Estados, en función de su interés primordial: la neutralidad. Pedimos a nuestros vecinos, a los países cercanos y a los más lejanos, que respeten la decisión irrevocable de nuestro pueblo […]».

HUNGRÍA.- Alocución radiada por Imre Nagy, 1 de noviembre de 1956.

Saludo fraternal. Vosotros, húngaros, deberías controlar vuestros asuntos… para que nosotros, los rusos, no nos veamos obligados a venir en vuestra ayuda. “Víctimas de Krushchev de la revolución húngara”. Cinismo e ironía inglesa a cargo de Cummings (Daily Express, 10 de abril de 1958)

Fuente imagen Cummings: Historia gráfica, 8 de octubre de 2008

#hungria, #imre-nagy, #kruschev, #urss

Organización del Tratado del Atlántico Norte, 1949

El TRATADO DEL ATLÁNTICO NORTE (OTAN) firmado en Washington DC, el 4 IV 1949, por los Gobiernos de Estados Unidos, Canadá, Bélgica, Dinamarca Francia, Holanda, Islandia, Italia, Luxemburgo, Noruega, Reino Unido y Portugal; entró en vigencia el 26 VII 1949. Grecia depositó los instrumentos de adhesión en 1951, Turquía en 1952, Alemania Federal en 1955. El senador republicano Robert A. Taft, el cual votó en contra de la ratificación, en su discurso ante el Senado de Estados Unidos hizo constar que «este Tratado es una alianza militar y, por consiguiente, significa inevitablemente una carrera armamentista. Necesariamente divide el mundo en dos campos armados y hará más para provocar una III G.M. que mantener la paz del mundo» (Congressional Record 81st Congress, 1st Sesion, pp. 9205-9210).

Miembros de la Organización en 2004

Los Estados Partes en el presente Tratado,

Reafirmando su fe en los fines y principios de la Carta de las Naciones Unidas, y su deseo de vivir en paz con todos los pueblos y Gobiernos.

Resueltos a salvaguardar la libertad, su herencia común y su civilización, fundadas en los principios de democracia libertad individual y reinado del Derecho.

Deseosos de favorecer en la región del Atlántico Norte el bienestar y la estabilidad.

Resueltos a unir sus esfuerzas para su defensa colectiva y para preservar la paz y la seguridad.

Han convenido el siguiente Tratado del Atlántico Norte:

Art. 1. Las Partes se comprometen, según está estipulado en la Carta de las Naciones Unidas, a resolver por medios pacíficos todas sus diferencias int., de tal manera que la paz y la seguridad int., así como la Justicia, no sean puestas en peligro, y a abstenerse en sus relaciones int. de recurrir a la amenaza o al empleo de la fuerza, incompatibles con los fines de las Naciones Unidas.

Art. 2. Las Partes contribuirán al desenvolvimiento de las relaciones int. pacíficas y amistosas, robusteciendo sus instituciones libres y asegurando una mejor comprensión de los principios sobre los que se fundan tales instituciones, y desarrollando las condiciona propias para asegurar la estabilidad y el bienestar. Se esforzarán en eliminar toda colisión en sus políticas económicas int., y fortalecerán la colaboración económica entre cada una de ellas y entre todas.

Art. 3. A fin de asegurar de manera más eficaz el cumplimiento de los fines del presente Tratado, las Partes, pronunciándose individual y conjuntamente de un modo continuo y efectivo en favor del desenvolvimiento de sus propios medios y prestándose mutua asistencia, mantendrán y acrecentarán su capacidad individual y colectiva de resistencia a un ataque armado.

Art. 4. Las Partes se consultarán cada vez que, según una de ellas, la integridad territorial, la independencia política o su seguridad estén amenazadas.

Art. 5. Las Partes convienen en que un ataque armado contra una o varias de ellas, ocurrido en Europa o en América del Norte, será considerado como un ataque dirigido contra todas, y, en consecuencia, convienen en que si tal ataque se produce, cada una de ellas, en el ejercicio del derecho de legitima defensa, individual o colectiva, reconocido por el art. 51 de la Carta de las Naciones Unidas, asistirá a la Parte o Partes atacadas tomando individualmente, y de acuerdo con las otras, ias medidas que juzgue necesarias, comprendido el empleo de las fuerzas armadas para restablecer la seguridad en la regién del Atlántico Norte.

Todo ataque armado de esta naturaleza y todas las medidas tomadas en consecuencia, serán puestas inmediatamente en conocimiento del Consejo de Seguridad. Estas medidas acabarán cuando el Consejo de Seguridad haya tomado las necesarias para restablecer y mantener la paz y la seguridad internacionales.

Art. 6. Para la aplicación del art. 5. se considera ataque armado contra una o varias Partes: una acción militar contra el territorio en Europa o en América del Norte contra los Departamentos franceses de Argelia, contra las fuerzas de ocupación de cualquiera de las Partes en Europa contra las islas situadas en la jurisdicción de una de las Partes en el Atlántico al Norte del Trópico de Cáncer o contra los navíos o aeronaves de cualquiera de las Partes en la misma región. (Véase modificación de 22 X 1951, después.)

Art. 7. El presente Tratado no afecta en manera alguna a los derechos y obligaciones derivadas de la Carta para las Partes que sean miembros de las Naciones Unidas, ni la responsabilidad primordial del Consejo de Seguridad para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales.

Art. 8. Cada una de las Partes declara que ninguno de los Acuerdos int. actualmente en vigor, entre ella y otra Parte o cualquier otro Estado, está en contradicción con las disposiciones del presente Tratado, y asume la obligación de no suscribir ningún Convenio en contradicción con ellas.

Art. 9° Las Partes establecen por la presente disposición un Consejo, en el que cada una estará representada para conocer de las cuestiones relativas a la aplicación dei Tratado.

El Consejo estará organizado de manera que pueda reunirse rápidamente y en todo momento. Contará con los organismos subsidiarios que puedan ser necesarios; establecerá inmediatamente un Comité de Defensa, que recomendará las medidas a adoptar para la aplicación de los art. 3. y 5. °

Art. 10. Las Partes pueden, por acuerdo unánime, invitar a adherir al Tratado a todo otro Estado europeo susceptible de favorecer el desenvolvimiento de los principios del mismo y a contribuir a la seguridad de la región del Atlántico Norte. El Estado invitado puede llegar a ser Parte en el Tratado, depositando su documento de adhesión cerca del Gobierno de los Estados Unidos de América. Esta informará a cada una de las Partes del depósito de cada instrumento de adhesión.

Art. 11. Este Tratado será ratificado, y sus disposiciones se aplicarán por las Partes conforme a sus normas constitucionales respectivas. Los instrumentos de ratificación serán depositados, tan pronto como sea posible, cerca del Gobierno de los Estados Unidos de América, que informará a los demás signatarios del depósito de cada instrumento de ratificaci6n. El Tratado entrará en vigor entre los Estados que lo hayan ratificado desde que las ratificaciones de la mayoría de los signatarios, comprendidas las de Bélgica, Canadá, Estados Unidos, Francia, Luxemburgo, Holanda y el Reino Unido, hayan sido depositadas, y empezar la aplicact6n respecto a los demás signatarios el día del depósito de su ratificación.

Art. 12. Luego que el Tratado haya estado en vigor durante diez años y en cualquier fecha posterior, las Partes se consultarán a petición de cualquiera de ellas, con el fin de revisarlo, en vista de los factores que afecten en ese momento a la paz y la seguridad de la región del Atlántico Norte, comprendido el desenvolvimiento de los Convenios, tanto universal como regionales, concluidos conforme a la Carta de las Naciones Unidas, para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales.

Art. 13. Luego que el Tratado haya estado en vigor durante veinte años, cualquiera de las Partes podrá darlo por concluido en lo que la concierna un año después de haber comunicado su denuncia al Gobierno de los Estados Unidos, que informara a los Gobiernos de las demás Partes del depósito de cada instrumento de denuncia. (En 1954 se acordó considerarlo indefinido.)

Art. 14. Este Tratado, cuyos textos francés e inglés hacen igualmente fe, será depositado en los archivos del Gobierno de los Estados Unidos de América. Copias certificadas serán transmitidas por éste a los Gobiernos de los otros Estados signatarios.

De conformidad con lo cual, los plenipotenciarios cuya firma figura al pie han signado el Tratado en Washington el 4 IV 1949.

El Protocolo sobre la adhesión de Grecia y Turquía del 22 X 1951 modificó el art. 6 como sigue:

Para la aplicación del art. 5. se considera como ataque armado contra una o más de las partes un ataque armado:

I), contra el territorio de ellas en Europa del Norte, contra los departamentos franceses en Argelia, contra el territorio de Turquía o contra las islas colocadas bajo la jurisdicci6n de una de las partes en la región del Atlántico Norte al Norte del Trópico de Cáncer.

II), contra las fuerzas navíos o aeronaves de una de las partes que se encuentren sobre esos territorios, así como en cualquier otra región de Europa en la que las fuerzas de ocupación de las partes estén estacionadas en la fecha de entrada en vigor del Tratado o encontrándose sobre el Mediterráneo en la región del Tratado del Atlántico del Norte al norte del Trópico de Cáncer, o por encima de éste.

El Protocolo sobre la adhesión de la República Federal Alemana a la OTAN se firmó en París el 23 X 1954.

#bloque-capitalista, #otan

Culto a la personalidad de Stalin / Desestistalinización

EL CULTO A LA PERSONALIDAD DE STALIN

“¡Oh, Gran Stalin!

Nuestro amor, nuestra fidelidad, nuestra fuerza, nuestro corazón, nuestro heroísmo, nuestra vida. Todo es tuyo, cógelos, ¡Oh, Gran Stalin! Todo te pertenece, ¡Oh, líder de la patria! Ordena a tus hijos, son capaces de desplazarse en el aire y en la tierra, en el agua y en la estratosfera. Los seres humanos de todas las épocas y de todas las naciones dirán que tu nombre es el más glorioso, el más fuerte, el más sabio, el más bello de todos.”

Gaceta Roja de Leningrado (San Petersburgo), 1935

Contra el mito del «culto a la personalidad» de Stalin

Esta pequeña carta es un ejemplo de como el camarada Stalin combatía el llamado «culto a la personalidad», mostrando así que todo el prestigio que tenía entre el pueblo era sincero y espontáneo, y no algo promovido por él mismo.

J. V. Stalin, líder de los pueblos de la URSS entre 1924 y 1953

Carta sobre publicaciones para niños, dirigida al Comité Central de la Juventud Comunista de toda la Unión.

16 de febrero de 1938

Estoy absolutamente en contra de la publicación del libro «Historias de la infancia de Stalin».

El libro abunda en inexactitudes de hechos, alteraciones, exageraciones y loas inmerecidas. Algunos escritores amantísimos, escritorzuelos (tal vez honestos escritorzuelos) y algunos aduladores llevarán al autor a perderse. Es una vergüenza para el autor, pero un hecho es un hecho.

Pero eso no es lo más importante. Lo más importante reside en el hecho de que dicho libro tiene la tendencia de grabar en la mente de los niños soviéticos (y del pueblo en general) el culto a la personalidad de líderes, de héroes infalibles. Eso es peligroso y perjudicial. La teoría de los «héroes» y de la «multitud» no es bolchevique, ni social-revolucionaria. Los héroes hacen al pueblo, transforman la multitud en pueblo, así lo dicen los social-revolucionarios. El libro echa agua en el molino de los social-revolucionarios. No interesa que ese libro lleve agua al molino de los social-revolucionarios, pues será ahogado en nuestra causa común bolchevique.

Sugiero que este libro sea quemado.

J. V. Stalin

DESESTALINIZACIÓN

No se puede reducir el culto a la personalidad a la únicafigura de Stalin. La esencia de este sistema consistía en elestablecimiento de una escala individual y jerárquica de cultos ala personalidad. (…) En el bloque de los países socialistas, en loalto de la escala jerárquica se hallaba Stalin. Ante él se postrabantodos aquellos que ocupaban los escalones inferiores. No setrataba sólo de los demás dirigentes de los partidos comunistasdel bloque socialista. (…) La vía de la democratización es, enestas circunstancias, la única que nos llevará a la construcción deun modelo mejor de socialismo. No nos apartaremos de esta vía y la defenderemos a ultranza. Pero no permitiremos a nadie queaproveche el proceso de democratización para ir en contra del socialismo´.

Gomulka, dirigente comunista polaco, 1956

#stalin, #urss

Mao Zedong contra el imperialismo

Criticar el viejo mundo y construir un mundo nuevo con el pensamiento de Mao Zedong como arma

«Toda la historia, la milenaria historia de la sociedad de clases de la humanidad, ha confirmado este punto: Lo poderoso tiene que ceder su lugar a lo débil. Esto también es así en América.

Sólo podrá haber paz cuando haya sido eliminado el imperialismo. Llegará el día en que el tigre de papel será destrozado. Pero no desaparecerá por sí mismo; para ello hace falta el golpe del viento y la lluvia.

Cuando afirmamos que el imperialismo norteamericano es un tigre de papel, estamos hablando en términos estratégicos. Visto como un todo, debemos despreciarlo; pero, en cuanto a cada una de sus partes, debemos tomarlo muy en serio. El posee garras y dientes. Para acabar con él hemos de hacerlo por partes. Si, por ejemplo, tiene diez dientes y en el primer golpe le arrancamos uno, le quedarán nueve; le arrancamos otro más y le quedarán ocho. Cuando le hayamos quitado todos los dientes, le quedarán todavía las garras. Siempre que procedamos paso a paso y de modo concienzudo, conseguiremos finalmente el éxito.

Desde el punto de vista estratégico, se debe despreciar por completo al imperialismo norteamericano, mientras que en lo táctico hay que tomarlo muy en serio. En la lucha contra él, es necesario prestar atención a cada batalla y a cada caso. Actualmente, Estados Unidos es un país poderoso; pero, examinándolo con una óptica amplia, en su conjunto y en perspectiva, se hallará que este tigre morirá sin remedio, porque es impopular, aplica una política que no complace a nadie, y oprime y explota a los pueblos. Vistas así las cosas, no tiene nada de terrible y podemos despreciarlo. Sin embargo, Estados Unidos todavía cuenta con cierta fuerza, produce anualmente más de cien millones de toneladas de acero y atropella a la gente por todas partes. Se hace por eso necesario proseguir la lucha contra él, empeñar grandes esfuerzos en ello y arrebatarle posición por posición. Esto requiere tiempo.

Todo parece indicar que los países de América, Asia y áfrica tendrán que seguir peleando con Estados Unidos hasta el fin, hasta que el viento y la lluvia destruyan este tigre de papel.

En interés de la lucha contra el imperialismo norteamericano, los latinoamericanos de ascendencia europea deben unirse con la población indígena en los países donde la haya. Se puede, me parece, diferenciar a los blancos, de ascendencia europea, en dos partes: los dominantes y los dominados. Así, los blancos oprimidos podrán fácilmente acercarse a los indígenas, pues su situación es la misma.

Nuestros amigos latinoamericanos, asiáticos y africanos y nosotros estamos todos en la misma posición y realizamos el mismo trabajo haciendo algo en favor de los pueblos para disminuir la opresión que sobre éstos ejerce el imperialismo. Si hacemos bien ese trabajo, podremos liquidar de raíz la opresión imperialista. En este sentido somos camaradas.

En la lucha contra la opresión imperialista, ustedes y nosotros tenemos idéntica naturaleza; lo único que nos diferencia es la ubicación geográfica, la nacionalidad y el idioma. En cambio, somos diferentes por naturaleza de los imperialistas, y el solo verlos nos produce malestar.

¿Para qué se necesita el imperialismo? No lo necesita el pueblo chino, no lo necesitan los demás pueblos del mundo. No hay necesidad de que exista el imperialismo».

Mao Tsetung; El Imperialismo norteamericano es un tigre de papel, Obras escogidas. V, Pekín, 1977, pp. 336-338. Se trata de parte de una conversación sostenida por Mao Tsetung con dos personalidades de América Latina. 14 de julio de 1956

#china, #mao-zedong

La guerra fría y la política de bloques, con un poco de humor

Vamos, Ferguson, deje eso para los “B-52″ y mate chinos como Dios manda.

Humor negro de Gila sobre la Guerra de Vietnam (Hermano Lobo, nº16, 26 de agosto de 1972)

Fuente: Los Charlys, Cartoones, 22 de septiembre de 2008

Franco: ¿Por qué no me reconocen?

Rata: Porque ellos te conocen demasiado bien.

Ellos son Charles de Gaulle, James Francis Byrnes y Ernest Bevin, representantes de Francia, EE.UU y Reino Unido. En la esquina encontramos a un Franco enano, lamentándose de su suerte con una rata. Era 1946 y con la II Guerra Mundial recién terminada, el régimen franquista no gozaba de mucha popularidad, en especial por la simbología fascista que mantenía y por supuesto por haber apoyado a Alemania e Italia durante la guerra. Datos de la viñeta: David Low, Evening Standard, 4-1-1946

Fuente: Dos Francos, Cartoones, 6 de febrero de 2009

Texto: “Apartaos, gente ordinaria… ¿No veis que esto es una conferencia de paz de los cuatro grandes?”

Cuando los grandes estadistas están trabajando por la paz, lo mejor es dejar a la sociedad civil a un lado (Atención: se trata de un sarcasmo, repito, un sarcasmo)

– Los “cuatro grandes” son Francia, Reino Unido, URSS y EEUU.

– Fíjense en el detalle de las palomas de la paz colgadas.

Len Norris, Vancouver Sun, 27-01-1954

Fuente: Los cuatro grandes, Cartoones, 2 de febrero de 2009

#humor

La detonación nuclear más poderosa de la historia

El 30 de octubre de 1961, el mundo entero se conmocionó ante la noticia de que la URSS acababa de explosionar la bomba nuclear más poderosa jamás lanzada por el hombre, con una potencia 3.800 veces mayor que la de Hiroshima

Una de las puebas nucleares realizadas por la URSS. ABCSólo 16 años después de que las bombas de Hiroshima y Nagasaki pusieran el punto final a la Segunda Guerra Mundial –causando más de 220.000 muertos en apenas unas horas–, el mundo entero se conmocionaba ante la noticia de que la URSS acababa de provocar la detonación nuclear más poderosa de la historia. Con una potencia 3.800 veces mayor que la liberada por «Little boy» en 1945 y casi el doble de la energía solar que recibe la superficie de la Tierra en un segundo, la «bomba del Zar», como se conoció a aquel artefacto de 15 toneladas, 50 megatones, 15 metros de altura y tres de diámetro, fue lanzada sobre el archipiélago ruso de Nueva Zembla tal día como hoy de 1961. ¿El objetivo? Demostrar a Estados Unidos el poder armamentístico y tecnológico del «ejército rojo». «Cualquier arma de este tipo sería en primer lugar un asesinato en masa de personas durante una guerra, y la prueba de una superbomba de este tipo tiene por objeto principalmente sembrar el pánico en la Guerra Fría», decía el comunicado de la Casa Blanca, donde el presidente Kennedy tuvo que mostrase agresivo ante la desproporcionada demostración de fuerza de la URSS: «El actual arsenal nuclear norteamericano es superior, en cantidad y en calidad, al de cualquier otra nación. Los Estados Unidos tienen el suficiente poder militar para destruir a cualquier nación que deseara desencadenar una guerra termonuclear».

Pero esa no era la intención de ninguna de las dos superpotencias, enfrentadas en una guerra silenciosa cuyo aspecto más visible era una carrera de armamento atómico cada vez más frenética, donde finalmente las armas atómicas no se volvieron a usar contra las personas después de Hiroshima y Nagasaki. Nada más terminar la Segunda Guerra Mundial, la URSS no representaba ninguna amenaza inmediata para Estados Unidos. Se encontraba en ruinas, desangrada y exhausta, con una economía civil hecha trizas. Su postura de fondo tras la guerra no era ofensiva, sino defensiva. Además, los soviéticos habían conseguido la bomba atómica en 1949, y aunque ambas potencias dejaron de utilizar la guerra como arma política, sí que se valieron del recurso de las bombas atómicas con otras finalidades negociadoras.  «Cunde la impresión de que Moscú, al concluirse su actual serie de experiencias –contaba ABC–, propondrá un plan de desarme a sus intereses. En primer lugar, para explotar los recientes temores del mundo, acaso reclame la abolición de nuevas pruebas nucleares. Con ello, puede hacer cundir la idea de que la URSS es la más fuerte y que disfruta de mayor maestría en el empleo de aquellas armas de exterminio». Mayores hubieran sido las amenazas de un ataque real si, como dicen algunos autores, la URSS se hubiera enterado de que la junta de jefes de estado mayor de Estados Unidos trazó un plan para lanzar bombas atómicas sobre las veinte ciudades más importantes de la Unión Soviética, a las pocas semanas del fin de la Segunda Guerra Mundial.

Tan pronto saltó a las portadas de los periódicos la explosión de la bomba nuclear rusa de 50 megatones, la mayor explosión causada jamás por el hombre, el fantasma de una nueva Hiroshima perturbó al Planeta. Universidades y observatorios de Francia, Inglaterra, Japón, Estados Unidos y otras zonas del mundo registraban movimientos sísmicos que podían ser achacables a esa explosión.  Miles de personas se manifestaban en señal de protesta en «casi todas las ciudades del mundo no sojuzgadas por el comunismo», como Ámsterdam, Bruselas, Copenhague, París o Londres, mientras las embajadas soviéticas tenían que ser reforzadas por policías para evitar las represalias.

El Gobierno inglés se reunía de urgencia y, en la sede de las Naciones Unidas, la Unión Soviética recibía duros ataques, pues la explosión se produjo tan sólo tres días después de que la Asamblea –por 37 votos a favor y 11 en contra– hiciese un «solemne llamamiento» al Kremlin para que no realizase la prueba.  «Un gran salto hacia la anarquía y la destrucción», la definieron los delegados estadounidenses. «Un acto de terror contra la humanidad», lo calificó el embajador de los Países Bajos. Otros hablaron de «la mayor explosión letal de la historia», de acto de «violencia sin precedentes», de «locura» o «crimen contra la humanidad que traerá graves consecuencias contra los hombres», mientras que el delegado soviético lanzaba sus cartas: «Para evitar un guerra nuclear y de cohetes, que cada vez está más cerca, deben tomarse todas las medidas posibles, y una de las que pueden impedir que ustedes lancen un cohete nuclear es aumentar el poderío de la Unión Soviética».

Aquella guerra nunca llegó, aunque las pruebas nucleares de la URSS y el resto de los países no se detuvieron. Sin embargo, aún hoy, 49 años después de aquella explosión, no se tiene registro de la construcción de ninguna otra bomba de potencia semejante a la del «Zar».

Israel Viana, Madrid: La detonación nuclear más poderosa de la historia, ABC, 30 de octubre de 2010

#reino-unido, #urss