IMPRESIONES SOBRE EL FERROCARRIL
El ferrocarril entre París y Rouen, 1848
“He hecho ayer el recorrido entre Anvers y Bruselas y el retorno. He partido a las cuatro horas y diez minutos y he regresado a las ocho y cuarto, (…) la velocidad es sorprendente, (…), los árboles danzan (….). Es preciso mucho esfuerzo para no imaginarse que el caballo de hierro es un animal verdadero. Se le oye, (…) suda, tiembla, silba, relincha, se desboca (…). Arroja a lo largo de la ruta un excremento de carbones ardientes y una orina de agua hirviendo (…) y su aliento flota sobre vuestras cabezas en bellas nubes de humareda blanca”.
Víctor Hugo. Viaje a Bélgica, 1837.
“Fascinadora es la sensación que se experimenta cuando el tren, arrancando pausado y majestuosamente, emprende en breves minutos una marcha progresiva acelerada y aquella inmensa mole de carruajes se empieza amover con asombrosa rapidez (…). Grave, grandiosa e imponente es la impresión que se experimenta cuando se ve por primera vez en la vida la rapidísima marcha de un tren”.
Diario de un viajero en Barcelona, el 28 de octubre de 1848.
EVOLUCIÓN DEL FERROCARRIL
“Los vagones eran arrastrados inicialmente por tiros de caballos y, posteriormente, se les sumaron máquinas, pero esos motores eran tan pesados y tan poco perfeccionados que apenas (…) producían el vapor suficiente para proporcionar una velocidad de 4 a 5 millas por hora. De haber sido inevitable, semejante lentitud hubiese limitado de forma considerable a la utilidad del ferrocarril. (…) Fue en 1830, con la inauguración del tramo de ferrocarril de Manchester a Liverpool, cuando se adaptaron por primera vez las nuevas calderas a las locomotoras. Desde el primer momento alcanzaron una velocidad que rebasaba con creces todo lo que anteriormente había sido considerado posible.
(…) A partir de ese momento, el servicio cobró un auge maravilloso: ya no fueron utilizados únicamente para el transporte de mercancías. El nuevo sistema de propulsión duplicaba su utilidad, y la rapidez del desplazamiento pronto atrajo un número de viajeros que superaba considerablemente todos los cálculos que se habían tratado de establecer acerca del incremento probable que experimentaría el tráfico.”
Marc Seguin. De l’influence des chemins de fer et de l’art de les tracer et de les construire. 1839.
ACCIDENTE FERROVIARIO EN 1830
La locomotora "Rocket"
“El Sr. Huskinsson se había bajado de la carroza y estaba de pie al otro lado de la carretera junto a la cual se veía surgir rápidamente la locomotora “The Rocket”. En ese momento el Duque de Wellington, cuya amistad con el Sr. Huskinsson se había enfriado un poco, hizo una señal de reconocimiento y le tendió la mano. Se dieron un rápido pero amistoso saludo, y antes de que hubiesen soltado sus manos se oyó un grito entre los transeúntes: “¡Apártese, apártese!”. Agitado y confuso el Sr. Huskinsson intentó rodear la puerta abierta de su carruaje (…), pero al hacerlo fue golpeado por “The Rocket” cayendo con una pierna doblada sobre el raíl. La pierna resultó destrozada en el acto. Sus primeras palabras al ser levantado fueron “voy a morir”, que desgraciadamente resultaron ciertas, puesto que falleció esa misma tarde en la casa parroquial de Eccles. En aquellos días se comentó como algo digno de mención que la locomotora «Northumbrian», conducida en persona por George Stephenson, transportó el cuerpo herido del desventurado caballero a una distancia de unos 25 kilómetros en 25 minutos, esto es a la velocidad de 60 kilómetros por hora.”
Samuel Smiles (1812-1904): George and Robert Stephenson (1859).
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