Churchill y el telón de acero

Estoy contento de haber venido al Westminister College esta tarde, y también de que me hagan el honor de concederme el doctorado […]

Hoy los Estados Unidos se encuentran en el pináculo de la torre del poder. Es un momento solemne para la Democracia americana. Porque esa primacía de poder está acompañada de una impresionante responsabilidad de futuro. Si miran a su alrededor, no sólo deberán tener el sentimiento del deber cumplido, sino que habrán de sentir el temor de no alcanzar todo lo que se han propuesto… es necesario que el espíritu constante, el propósito inmutable y la gran sencillez en las decisiones guíen y gobiernen en la paz como e la guerra, la conducta de los pueblos que hablan en inglés. En esta obligación debemos demostrar que somos iguales, y creo que lo vamos a hacer.

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El primer ministro británico prouncia su famoso discurso sobre el «Telón de acero» (Fotografía de George Skadding/The LIFE Pictura Collection(Getty Images)

Tengo una propuesta práctica y concreta que hacer. Se pueden nombrar tribunales y jueces, pero no pueden funcionar sin sheriff ni policías. La Organización de la Naciones Unidas debe empezar inmediatamente a proveerse de un ejército internacional… propongo que se invite a todas las potencias y a todos los Estados a que deleguen un número determinado de sus escuadrones aéreos para e servicio de la Organización mundial… se podría empezar a escala modesta, para que creciera a medida que lo hiciera la confianza. Querría haber visto que se hacía cuando terminó la Primera Guerra Mundial, y confío de todo corazón que se pueda hacer inmediatamente.

No obstante, sería un error y una imprudencia confiar los conocimientos secretos o la experiencia de la bomba atómica, que hoy comparten los Estados Unidos, Gan Bretaña y Canadá, a la Organización Internacional mientras esta se encuentre en su infancia… Nadie de ningún país ha dormido peor en su cama porque estos conocimientos, esos métodos y las materias primas que hay que utilizar, en su mayoría se encuentren hoy en manos de los americanos. No creo que todos nosotros hubiéramos dormido con tanta placidez si la situación hubiese sido la opuesta o si algún estado comunista o neofascista hubiese monopolizado hasta hoy estos temibles recursos. Dios ha querido que no ocurra así y disponemos al menos de un tiempo para respirar y poner la casa en orden antes de enfrentarnos a este peligro; e incluso entonces, si no se ahorran esfuerzos seguiremos poseyendo una superioridad tan formidable que bastará para disuadir de forma efectiva de que los utilicen o amenacen con hacerlo.

[…] y ahora hablaré del segundo peligro de estos maleantes que amenazan la finca, la casa y a la gente corriente; es decir, la tiranía. No podemos estar ciegos ante el hecho de que las libertades de que goza cada uno de los ciudadanos de todo el Imperio Británico no existen en número considerable de países, algunos de los cuales son grandes potencias. En estos Estados se controla a la gente corriente mediante diferentes tipos de gobiernos policiales que lo abarcan todo […]

Hoy, cuando las dificultades son tantas, no es obligación nuestra intervenir a la fuerza en los asuntos internos de los países que no hemos conquistado en la guerra. Pero nunca debemos dejar de proclamar sin miedo los grandes principios de la libertad y los derechos del hombre, que son la herencia común del mundo de habla inglesa que, a través de la Carta Magna, la Carta de Derechos, el Habeas Corpus, el juicio y el jurado, y el derecho Común Inglés, tienen su más famosa expresión en la Declaración de Independencia Americana.

Todo esto significa que las personas de cualquier país tienen derecho, y deberían tener la capacidad reconocida por la Constitución de elegir o cambiar, mediante elecciones libres, sin restricciones y secretas el carácter o la forma de gobierno por el que se rijan; que debe imperar la libertada de expresión y de pensamiento; que los tribunales de justicia, independientes del poder ejecutivo y de cualquier partido apliquen las leyes que hayan recibido el consentimiento amplio de la mayoría o estén consagradas por el tiempo y la costumbre. Ello representa el título de propiedad de la libertad que debe existir en todos los hogares. Ahí está el mensaje que los pueblos americanos e ingles dirigen a la humanidad.

No se podrá evitar la guerra de forma segura ni podrá progresar de forma continuada la Organización Mundial sin lo que he denominado la asociación fraterna de los pueblos de habla inglesa… la asociación fraterna no solo exige el desarrollo de la amistad y la comprensión mutua de nuestros dos sistemas de sociedad, muy amplios, pero similares, sino la continuidad de relación estrecha entre nuestros asesores militares, que conduzca al estudio común de los posibles peligros, la semejanza de las armas y los manuales de instrucción y al intercambio de oficiales y cadetes en los centros de formación.

Una sombra se cierne sobre los escenarios que hasta hoy alumbraba la luz de la victoria de los aliados. Nadie sabe que pretende hacer la Rusia Soviética y su organización Comunista Internacional en el futuro inmediato, ni cuales son los límites si existe alguno, a su tendencia expansiva y proselitista. Siento una gran admiración y tengo una gran estima al valeroso pueblo ruso y al que fue mi camarada en la guerra, el Mariscal Stalin. En Gran Bretaña (y no dudo que también en Estados Unidos) existe una profunda simpatía y buena voluntad hacia todos los pueblos de Rusia y una disposición a perseverar, a partir de las muchas diferencias y los muchos desaires, en el establecimiento de una amistad duradera. Comprendemos la necesidad que tiene Rusia de asegurar sus fronteras occidentales para alejar cualquier posibilidad de agresión por parte de los alemanes. Damos la bienvenida a Rusia al lugar que le corresponde entre las principales naciones del mundo. Damos la bienvenida a su bandera e los mares. Y sobre todo nos alegramos de los contactos constantes, frecuentes y cada vez más numerosos entre el pueblo ruso y nuestro propio pueblo de ambos lados del Atlántico. Sin embargo s mi obligación, porque estoy seguro que desean que les diga las cosas como las veo, exponerles algunos hechos sobre la posición actual de Europa.

Desde Stettin, en el Báltico, a Trieste, en el Adriático, ha caído sobre el continente un telón de hierro. Tras él se encuentran todas las capitales de los antiguos Estados de Europa central y Oriental. Varsovia, Berlín, Praga, Viena, Budapest, Belgrado, Bucarest y Sofía, todas estas famosas ciudades y sus poblaciones y los países en torno a ellas se encuentran en lo que debo llamar la esfera soviética, y todos están sometidos, de una manera u otra, no sólo a la influencia soviética, sino a una altísima y, en muchos casos, creciente medida de control por parte de Moscú, muy fuertes, y en algunos casos, cada vez más estrictas. Únicamente Atenas es libre de elegir su futro en unas elecciones bajo la supervisión de Ingleses, americanos y franceses. El gobierno polaco, dominado por Rusia, ha sido empujado a hacer incursiones enormes e injustas en Alemania, y hoy se está produciendo la expulsión en masa de millones de alemanes a una escala inimaginable y de extrema gravedad. Los partidos Comunistas que eran muy reducidos en los Estados Orientales de Europa, han sido situados en lugares preeminentes, se les ha otorgado un poder muy superior a lo que representan y procuran hacerse con un control totalitario en todas partes. Los gobiernos policiales prevalecen en casi todos los casos y, de momento, salvo en Checoslovaquia no existe una autentica democracia.

La seguridad del mundo exige una nueva unidad de Europa, de la que ninguna nación esté excluida de forma permanente. Las guerras de las que hemos sido testigo o las que ocurrieron en tiempos anteriores, nacieron de las disputas entre pueblos a los que unen fuertes vínculos… dos veces Estados Unidos ha tenido que enviar a la guerra al otro lado del Atlántico a varios millones de sus jóvenes; y hoy la guerra puede sorprender a cualquier nación de cualquier lugar entre oriente y Occidente. No hay duda de que debemos trabajar en la pacificación de toda Europa, dentro de la estructura de Naciones Unidas y de acuerdo con su carta.

[…] en un gran número de países, lejos de las fronteras rusas y por todo el mundo, se establecen quintas columnas comunistas que trabajan en perfecta Unión y total obediencia a las directrices que reciben del centro comunista.

Pesé que tenía la obligación de mostrar la sombra que, tanto en oriente como en occidente, se cierne sobre el mundo. Era alto ministro en tiempos del Tratado de Versalles y amigo íntimo del Señor Lloyd George, que fue el jefe de la delegación Británica en Versalles. Yo no estaba de acuerdo en muchas cosas que se hicieron, pero tengo muy grabada en la mente aquella situación y me duele tenerla que cotejar con lo que ocurre hoy. En aquellos días se tenia mucha esperanza y una confianza sin límites en que las guerras se habían terminado y en que la Liga de Naciones sería todopoderosa. En el enfermizo mundo de hoy no veo ni siento la misma confianza, ni siquiera las mismas esperanzas.

Por otro lado, rechazo la idea de que es inevitable una nueva guerra, y mucho más la de que sea inminente. Estoy seguro de que nuestros destinos siguen en nuestras manos… por eso me siento obligado a hablar ahora que tengo la oportunidad de hacerlo. No creo que la Rusia Soviética desee la guerra. Lo que quieren son los frutos de la guerra y la expansión indefinida de su poder y de sus doctrinas. Pero lo que debemos considerar hoy aquí mientras hay tiempo es la prevención permanente de la guerra y el establecimiento de las condiciones de liberad y democracias lo antes posible en todos los países… las dificultades y peligros no desaparecerán porque cerremos los ojos…

Por ‘cuanto he visto de nuestros amigos los rusos durante la guerra, estoy convencido de que nada admiran más que la fuerza y nada respetan menos que la debilidad especialmente la debilidad militar. Por esta razón la vieja doctrina del equilibrio de poder es perjudicial. Si las naciones occidentales se mantienen juntas en el respeto estricto de la Carta de las Naciones Unidas, su influencia en el fomento de esos principios será inmensa (…)

La última vez vi que se aproximaba todo esto y lo proclamé a mis paisanos y al mundo, pero nadie prestó atención. Hasta 1933 e incluso 1935 se hubiera podido salvar a Alemania del terrible destino en que ha caído y todos nos podríamos haber evitado todas las calamidades que Hitler permitió que cayeran sobre la Humanidad. Nunca en a historia hubo una guerra tan fácil de prevenir mediante una acción oportuna como la guerra que acaba de asolar grandes zonas del globo… pero nadie quiso escuchar, y el terrible torbellino nos engulló a uno después de otro. Es evidente que no debemos permitir que vuelva a ocurrir.

Y esto sólo se puede conseguir si hoy en 1946, alcanzamos un buen acuerdo con Rusia en todas las cuestiones bajo la autoridad general de la Organización de las Naciones Unidas y con el mantenimiento de ese acuerdo a lo largo de muchos años de paz mediante este instrumento mundial apoyado por todas las fuerzas del mundo de habla inglesa y todos los países relacionados con él. Ahí esta la solución que con todo respeto les propongo en esta Alocución a la que he dado el título de “Los Pilares de la Paz”.

Westminster College, Fulton, Missouri. 5 de marzo de 1946

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Los orígenes del comportamiento soviético

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Ge0rge Kennan (1904-2005)

Fue el diplomático norteamericano que formuló la política de contención durante la guerra fría. Kennan se especializó estudio lengua y cultura rusa antes de ingresar en el servicio diplomático norteamericano. Tras permanecer un tiempo en Riga, fue enviado a la embajada en Moscú en 1933, cuando EE.UU. reconoció al gobierno comunista, y allí permaneció hasta 1937.  En 1944 fue enviado otra vez a Moscú como alto consejero del embajador Averell Harriman. En 1946 envió su célebre telegrama de más de 8009 palabras en el que advertía de que la política soviética se basaba en la permanente hostilidad de Moscú hacia los países occidentales. Este telegrama confirmó las convicciones de la administración de Washington  y se concretó en la denominada doctrina Truman. En 1947, bajo el seudónimo Mr. X, publicó en la revista Foreign Affairs un importante artículo titulado «Las fuentes de la conducta soviética» en el que repetía básicamente el análisis del telegrama y pedía una «contención paciente pero firme y vigilante». Pese a haber colaborado decisivamente en la creación de la política de contención («containment«) y colaborar en el Plan Marshall, Kennan se manifestó en desacuerdo con la tendencia de la administración de Truman de enfatizar las medidas militares como base de la contención y se opuso a la creación de la OTAN. En adelante, mantuvo posturas críticas y se opuso a la guerra del Vietnam y a la carrera armamentística nuclear.

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«La personalidad política de la potencia soviética, tal y como hoy la conocemos, es el producto de las circunstancias y de la ideología: una ideología heredada por los líderes soviéticos actuales del movimiento que constituyó su origen político y unas circunstancias del poder que ya llevan ejerciendo en Rusia casi tres décadas […]

Actualmente, la circunstancia sobresaliente en el régimen soviético es que hasta el día de hoy este proceso de consolidación política nunca ha sido completado y que los hombres del Kremlin han seguido estando predominantemente absortos en una lucha por asegurar y hacer absoluto el poder que usurparon en noviembre de 1917. Han seguido asegurándolo fundamentalmente contra fuerzas dentro del país, dentro de la sociedad soviética misma. Pero también se han esforzado en asegurarlo contra el mundo exterior. Porque, como hemos visto, la ideología les enseñó que el mundo exterior era hostil y que eventualmente su deber era el de derrocar las fuerzas políticas más allá de sus fronteras. […]

De la misma manera se ha puesto mucho énfasis en la tesis original comunista de un básico antagonismo entre el mundo capitalista y socialista. Está claro, como nos lo señalan muchos indicios, que este énfasis no está fundado en la realidad. Los hechos reales relativos a ellos han sido confundidos con la existencia en el extranjero de un auténtico resentimiento provocado por la filosofía y tácticas soviéticas, y ocasionalmente con la existencia de grandes centros de poder militar, como fueron el régimen nazi en Alemania y el gobierno japonés de finales de los treinta, quienes albergaban intenciones agresivas contra la Unión Soviética. Pero hay evidencias abundantes de que la importancia que Moscú da a la amenaza a la que la sociedad soviética está sometida por el mundo exterior está fundada no sobre las realidades de un antagonismo internacional, sino en la necesidad de explicar el mantenimiento de una autoridad dictatorial en el país.

Ahora bien, la perpetuación de este esquema de poder soviético, a saber: la búsqueda de una autoridad sin límites en el ámbito interno, acompañado por el cultivo de un cuasimito de una implacable hostilidad extranjera, ha influido mucho a la hora de modelar la actual maquinaria del poder soviético tal y como hoy la conocemos. […]

Esto es todo lo que podemos decir, en lo que a antecedentes históricos se refiere. Pero ¿qué papel juega en la personalidad política del poder soviético que hoy conocemos?

De la ideología originaria nada ha sido oficialmente abandonado […]

El primero de estos conceptos es el del innato antagonismo entre capitalismo y socialismo […] Invariablemente debe asumirse en Moscú que los objetivos del mundo capitalista son antagónicos con los del régimen soviético y, por lo tanto, a los intereses de los pueblos que controla […]

Básicamente, el antagonismo subsiste, es necesario y de él derivan muchos de los fenómenos que vemos como desestabilizadores en la conducta del Kremlin en política exterior. El secretismo, la falta de franqueza, la duplicidad, la cautelosa desconfianza y la básica enemistad de propósito. Estos fenómenos están llamados a permanecer en el futuro previsible […]

Esto quiere decir que vamos a seguir encontrando que es difícil negociar con los soviéticos […]

Esto nos lleva al segundo de los conceptos importantes en la perspectiva soviética contemporánea, esto es, la infalibilidad del Kremlin. El concepto soviético de poder, que no permite ningún centro de posible organización fuera del partido, requiere que los dirigentes del partido sean, en teoría, los únicos depositarios de la verdad […]

Sobre el principio de infalibilidad descansa la disciplina férrea del Partido Comunista. De hecho, los dos conceptos se apoyan mutuamente. La disciplina perfecta requiere el reconocimiento de la infalibilidad, ésta requiere la observancia de la disciplina […] pero su efecto no puede ser comprendido sin tener en cuenta un tercer factor; es decir, el hecho de que la clase dirigente tiene libertad para plantear, por motivos tácticos, cualquier tesis concreta que considere útil a la causa en un momento dado y para pedir a los miembros del movimiento, considerados como un todo, que acepten sin discusiones y fielmente la nueva tesis. Esto significa que la verdad no es una constante, sino que es creada para todas las intenciones y propósitos por los líderes soviéticos mismos. […]

Estas consideraciones convierten a la diplomacia soviética en más fácil y a la vez más difícil para negociar que la diplomacia de líderes agresivos, como fueron Napoleón y Hitler. Por un lado, es más sensible a las fuerzas contrarias, está más dispuesta a ceder en sectores concretos del frente diplomático cuando esas fuerzas son sentidas con demasiada intensidad y, por tanto, es más racional en la lógica y retórica del poder. Por el otro lado, no se le puede derrotar o disuadir fácilmente con una sola victoria de sus oponentes. Y la persistente paciencia que le anima se traduce en que no puede ser efectivamente contrarrestada con factores esporádicos que representan momentáneos caprichos de la opinión democrática, sino sólo por políticas inteligentes, a largo plazo, llevadas a cabo por los adversarios de Rusia; políticas no menos firmes en sus propósitos y no menos variadas y llenas de recursos a la hora de su aplicación que las de la Unión Soviética.

En estas circunstancias, está claro que el elemento principal de cualquier política de los Estados Unidos respecto a la Unión Soviética debe ser a largo plazo, paciente, firme, pero vigilante en la contención de las tendencias rusas a la expansión. […] Por esta razón, es una condición sine qua non para llevar a cabo una negociación fructífera y con éxito con Rusia que el Gobierno extranjero en cuestión permanezca en todo momento sosegado y unido y que sus demandas a la parte rusa sean presentadas de manera que su puesta en práctica no perjudique demasiado el prestigio soviético.

A la luz de lo arriba afirmado, se verá claramente que la presión soviética sobre las instituciones libres del mundo occidental es algo que sólo puede pararse mediante la hábil y vigilante aplicación de una fuerza que la contrarrestare en una serie de puntos geográficos y políticos que constantemente se encuentren a la deriva y que corresponden a las maniobras y virajes de la política soviética, pero que no pueden esfumarse o borrarse del mapa. […]

En definitiva, el futuro del poder soviético puede resultar menos seguro de lo que la capacidad rusa para el autoengaño puede hacer creer a los hombres del Kremlin. Que son capaces de conservar el poder, lo han demostrado. Mientras tanto, los malos momentos de su Gobierno y las vicisitudes de la vida internacional han restado mucho de la fuerza y a la esperanza del gran pueblo sobre el que se sostiene el poder. […]

Es claro que los Estados Unidos no pueden albergar, en un futuro previsible, de disfrutar de una intimidad política con el régimen soviético, Deben seguir considerando a la Unión Soviética como un rival en la arena política y no como un socio. Deben seguir esperando que la política soviética continúe sin reflejar ningún amor abstracto hacia la paz, ninguna fe sincera en la posibilidad de una permanente y feliz coexistencia entre los mundos socialista y capitalista, sino que, más bien, es probable que siga existiendo una cauta y persistente presión para quebrar y debilitar toda influencia y poder rival.

Frente a esto, tenemos la realidad de una Rusia que, opuesta al mundo occidental en general, continúa siendo, con diferencia, la parte más débil; que la política soviética es altamente flexible y que la sociedad soviética probablemente tiene defectos que eventualmente mermarán su propio potencial global. Esto, de por sí, daría garantías suficientes a los Estados Unidos para iniciar con razonable confianza una política firme de contención, diseñada para hacer frente a los rusos con una inalterable fuerza de reacción en todos aquellos puntos donde se detectan signos de que están intentando introducirse en contra del interés de un mundo pacífico y más estable.

Pero en la actualidad las posibilidades de la política americana no deben reducirse a mantener a raya a los rusos y esperar que ocurra lo mejor. Está totalmente al alcance de los Estados Unidos el influenciar con sus acciones los acontecimientos internacionales en Rusia y en todo el movimiento comunista internacional, quien determina, en gran medida, la política rusa (…) Es más bien una cuestión de hasta qué punto pueden los Estados Unidos crear en la mente de los pueblos del mundo la impresión general de que es un país que sabe lo que quiere, que hace frente con éxito a sus problemas internos y a sus responsabilidades de potencia mundial y que tiene una vitalidad espiritual capaz de mantener su ideología entre las corrientes de pensamiento de mayor importancia de su tiempo. En la medida en que se consiga crear y mantener esta impresión, los objetivos de la Rusia comunista deben aparecer como estériles y quijotescos, deben hacer el entusiasmo y las esperanzas de los partidarios de Moscú, y mayor presión deberá imponerse sobre la política exterior del Kremlin […]

Sería exagerado decir que el comportamiento americano, por sí solo y sin ayuda, puede ejercer un poder decisivo sobre el movimiento comunista y que puede acelerar la caída del poder soviético en Rusia. Pero lo que sí tienen los Estados Unidos en su mano es el poder para someter a una gran presión a la Unión Soviética, lo que la obligaría a una determinada política, forzando al Kremlin a aplicar un grado de moderación y circunspección mucho mayor que el observado en los últimos años y de esta manera promocionar las tendencias que deberán algún día buscar su expresión bien con la ruptura o bien durante la progresiva maduración del poder soviético […]

Por tanto, la decisión recaerá realmente, y en gran medida, sobre este país. La cuestión de las relaciones soviético-americanas es esencialmente una prueba del poder global de los Estados Unidos como nación entre naciones […]

Seguramente nunca existió una prueba más acertada para calibrar la calidad de una nación que ésta […] (la cual) experimentará cierta gratitud hacia la Providencia, quien, al asignar al pueblo americano este reto implacable, ha hecho depender su seguridad como nación de su habilidad para mantenerse unido y para aceptar las responsabilidades del liderazgo moral y político que la historia le ha encomendado».

George Kennan: Los orígenes del comportamiento soviético. julio de 1947; en George Kennan. Foreign Affairs, 1947. The Sources of Soviet Conduct, en Foreing Affairs, vd. 25, número 4, Julio 1947.

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Telegrama largo de George Kennan

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George Kennan (1904-2005)

A fines de febrero de 1946, dos semanas más tarde de un amenazador discurso de Stalin, un largo telegrama de dieciséis páginas fue enviado a Washington desde la embajada norteamericana en Moscú. Había sido redactado por George Kennan, principal experto en asuntos soviéticos del Departamento de Estado. Según Kennan, la URSS, impulsada por el tradicional sentimiento de inseguridad de Rusia y su visión marxista-leninista fieramente anticapitalista, era irremediablemente hostil a Occidente. El régimen soviético era una dictadura brutal. Moscú necesitaba enemigos extranjeros para justificar su brutal gobierno. Por ello, Kennan advertía, el gobierno soviético trataría de continuar su política expansionista hacia Europa occidental, poniendo en grave peligro la seguridad de EE.UU. Kennan no proponía políticas concretas, pero señalaba que el Kremlin era «poco influenciable por la lógica de la razón (…), pero muy sensible a la lógica de la fuerza». El telegrama concluía señalando que pese al peligro que suponía el carácter malévolo de la dictadura comunista, la URSS seguía siendo más débil que Occidente, quien, si mantenía su «cohesión, firmeza y vigor», sería capaz de influenciar el comportamiento del gobierno de Moscú.

«La política soviética se ha orientado siempre hacia un fin último que es la revolución mundial y la dominación del mundo por los comunistas. La política soviética no ha cambiado nunca a este respecto y, por tanto, es posible prever que no cambiará en el futuro […].

Las vituperaciones de los hombres de Estado y de la prensa soviéticas contra el imperialismo, la agresión, la iniciación de la guerra, la injerencia en los asuntos internos y todas las pretendidas tentativas de dominación del mundo, son tan fiel reflejo de las costumbres, procedimientos y propósitos de la Unión Soviética que a veces nos preguntamos por qué Moscú tiene tanto empeño en llamar la atención sobre ello.

La táctica soviética a menudo ha sido modificada en el curso de los últimos veinte años, pero cuanto más se estudian las declaraciones y la política de la URSS, más nos damos cuenta hasta qué punto los principios de base del leninismo-stalinismo son intangibles y hasta qué punto son opuestos a los objetivos, los deseos y las vías de la democracia occidental. Se advertirá al leer las declaraciones realizadas desde hace dos decenios por los jefes y los portavoces del régimen en las reuniones del Partido que no hay una solución de continuidad en el pensamiento soviético, y la consigna que se mantiene siempre es: la hostilidad fundamental a la democracia occidental, al capitalismo, al liberalismo, a la socialdemocracia y a todos los grupos y elementos que no estén completamente sometidos al Kremlin.

Este propósito inmutable fue subrayado por Stalin en el discurso que pronunció en 1927 con ocasión del décimo aniversario de la revolución. La Unión Soviética, dijo, debía convertirse en «el prototipo de amalgama futura de los trabajadores de todos los países en una sola economía mundial».

En 1927, igualmente, Stalin declaró a una delegación obrera americana: «En el curso del desarrollo futuro de la revolución internacional, se formarán dos centros mundiales: el centro socialista, que atraerá hacia él a todos los países que graviten en torno al socialismo, y el centro capitalista, que atraerá hacia él a todos los países que graviten en torno al capitalismo. La lucha librada entre estos dos centros por la conquista de la economía mundial decidirá la suerte del capitalismo y del socialismo en el mundo entero» […].

Al final de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno soviético se encontraba en una encrucijada. No sólo la Unión Soviética había adquirido el respeto y ya no solo el temor como potencia, sino que además se aceptaba la legitimidad de su régimen. Casi por todas partes en el mundo se estaba dispuesto a dar pruebas de toda la buena voluntad posible hacia ella. La Unión Soviética muy bien podría haber continuado viviendo en paz satisfecha de las conquistas y de las victorias logradas durante la guerra y de las cuales debía gran parte a sus reconocidos y confiados aliados. Si hubiera querido dar muestra de un espíritu de cooperación actuando honestamente en el juego internacional, estos beneficios no habrían sido inferiores a aquellos que había obtenido en definitiva y los habrían logrado con mucha más seguridad en un mundo relativamente en calma y pacífico.»

George Kennan, 9 de febrero de 1946

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Stalin responde al discurso de Fulton de W. Churchill. 13 de marzo de 1946

1992949_g_ceefd2_imgg“[…] Churchill está tomando ahora el camino de los belicistas, y en esto Churchill no está solo. El tiene amigos no sólo en Gran Bretaña, sino también en Estados Unidos.

Una puntualización debe ser hecha con respecto a Churchill y sus amigos, pues tiene un impresionante parecido a Hitler y sus amigos […] Churchill parece haber desencadenado una guerra con su teoría sobre la raza, afirmando que sólo las naciones de habla inglesa son naciones superiores, y que ellas están llamadas a decidir los destinos del mundo entero […]

Las siguientes circunstancias no pueden ser olvidadas. Los alemanes hicieron la invasión de la U.R.S.S. a través de Finlandia, Polonia, Rumanía, Bulgaria y Hungría. Los alemanes pudieron hacer la invasión a través de estos países, porque al mismo tiempo tenían gobiernos hostiles a la Unión Soviética. Como resultado de la invasión alemana, en la lucha y a través de la importación de ciudadanos soviéticos como servidumbre alemana, la Unión Soviética perdió un total de siete millones de personas.

En otras palabras, la Unión Soviética perdió vidas que juntas representan más que las de Gran Bretaña y Estados Unidos. Posiblemente en algunos lugares existe una inclinación en el sentido de olvidar estos colosales sacrificios del pueblo soviético, con el fin de asegurar la liberación de Europa del yugo hitleriano. Pero la Unión Soviética no puede olvidarlo. Y así es sorprendente que se critique el hecho de que la Unión Soviética, ansiosa por un futuro seguro, esté intentando que existan en estos países gobiernos leales a las actitudes de la Unión Soviética. ¿Cómo puede cualquiera, que no ha tenido en cuenta estos sentimientos, describir estas aspiraciones pacíficas de la Unión Soviética como tendencias expansionistas en esta parte de nuestro Estado?

No sé de calumnia, descortesía y falta de tacto, si él y sus amigos van a lograr organizar una nueva campaña armada contra la Europa oriental tras la Segunda Guerra Mundial; pero si lo logran —cosa poco agradable, porque millones de personas velan por la paz— podemos afirmar con entera confianza que serán aplastados como lo fue ron hace veintisiete años […].

Discurso de Stalin. 13 de Marzo de 1946

Organización del Tratado del Atlántico Norte, 1949

El TRATADO DEL ATLÁNTICO NORTE (OTAN) firmado en Washington DC, el 4 IV 1949, por los Gobiernos de Estados Unidos, Canadá, Bélgica, Dinamarca Francia, Holanda, Islandia, Italia, Luxemburgo, Noruega, Reino Unido y Portugal; entró en vigencia el 26 VII 1949. Grecia depositó los instrumentos de adhesión en 1951, Turquía en 1952, Alemania Federal en 1955. El senador republicano Robert A. Taft, el cual votó en contra de la ratificación, en su discurso ante el Senado de Estados Unidos hizo constar que «este Tratado es una alianza militar y, por consiguiente, significa inevitablemente una carrera armamentista. Necesariamente divide el mundo en dos campos armados y hará más para provocar una III G.M. que mantener la paz del mundo» (Congressional Record 81st Congress, 1st Sesion, pp. 9205-9210).

Miembros de la Organización en 2004

Los Estados Partes en el presente Tratado,

Reafirmando su fe en los fines y principios de la Carta de las Naciones Unidas, y su deseo de vivir en paz con todos los pueblos y Gobiernos.

Resueltos a salvaguardar la libertad, su herencia común y su civilización, fundadas en los principios de democracia libertad individual y reinado del Derecho.

Deseosos de favorecer en la región del Atlántico Norte el bienestar y la estabilidad.

Resueltos a unir sus esfuerzas para su defensa colectiva y para preservar la paz y la seguridad.

Han convenido el siguiente Tratado del Atlántico Norte:

Art. 1. Las Partes se comprometen, según está estipulado en la Carta de las Naciones Unidas, a resolver por medios pacíficos todas sus diferencias int., de tal manera que la paz y la seguridad int., así como la Justicia, no sean puestas en peligro, y a abstenerse en sus relaciones int. de recurrir a la amenaza o al empleo de la fuerza, incompatibles con los fines de las Naciones Unidas.

Art. 2. Las Partes contribuirán al desenvolvimiento de las relaciones int. pacíficas y amistosas, robusteciendo sus instituciones libres y asegurando una mejor comprensión de los principios sobre los que se fundan tales instituciones, y desarrollando las condiciona propias para asegurar la estabilidad y el bienestar. Se esforzarán en eliminar toda colisión en sus políticas económicas int., y fortalecerán la colaboración económica entre cada una de ellas y entre todas.

Art. 3. A fin de asegurar de manera más eficaz el cumplimiento de los fines del presente Tratado, las Partes, pronunciándose individual y conjuntamente de un modo continuo y efectivo en favor del desenvolvimiento de sus propios medios y prestándose mutua asistencia, mantendrán y acrecentarán su capacidad individual y colectiva de resistencia a un ataque armado.

Art. 4. Las Partes se consultarán cada vez que, según una de ellas, la integridad territorial, la independencia política o su seguridad estén amenazadas.

Art. 5. Las Partes convienen en que un ataque armado contra una o varias de ellas, ocurrido en Europa o en América del Norte, será considerado como un ataque dirigido contra todas, y, en consecuencia, convienen en que si tal ataque se produce, cada una de ellas, en el ejercicio del derecho de legitima defensa, individual o colectiva, reconocido por el art. 51 de la Carta de las Naciones Unidas, asistirá a la Parte o Partes atacadas tomando individualmente, y de acuerdo con las otras, ias medidas que juzgue necesarias, comprendido el empleo de las fuerzas armadas para restablecer la seguridad en la regién del Atlántico Norte.

Todo ataque armado de esta naturaleza y todas las medidas tomadas en consecuencia, serán puestas inmediatamente en conocimiento del Consejo de Seguridad. Estas medidas acabarán cuando el Consejo de Seguridad haya tomado las necesarias para restablecer y mantener la paz y la seguridad internacionales.

Art. 6. Para la aplicación del art. 5. se considera ataque armado contra una o varias Partes: una acción militar contra el territorio en Europa o en América del Norte contra los Departamentos franceses de Argelia, contra las fuerzas de ocupación de cualquiera de las Partes en Europa contra las islas situadas en la jurisdicción de una de las Partes en el Atlántico al Norte del Trópico de Cáncer o contra los navíos o aeronaves de cualquiera de las Partes en la misma región. (Véase modificación de 22 X 1951, después.)

Art. 7. El presente Tratado no afecta en manera alguna a los derechos y obligaciones derivadas de la Carta para las Partes que sean miembros de las Naciones Unidas, ni la responsabilidad primordial del Consejo de Seguridad para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales.

Art. 8. Cada una de las Partes declara que ninguno de los Acuerdos int. actualmente en vigor, entre ella y otra Parte o cualquier otro Estado, está en contradicción con las disposiciones del presente Tratado, y asume la obligación de no suscribir ningún Convenio en contradicción con ellas.

Art. 9° Las Partes establecen por la presente disposición un Consejo, en el que cada una estará representada para conocer de las cuestiones relativas a la aplicación dei Tratado.

El Consejo estará organizado de manera que pueda reunirse rápidamente y en todo momento. Contará con los organismos subsidiarios que puedan ser necesarios; establecerá inmediatamente un Comité de Defensa, que recomendará las medidas a adoptar para la aplicación de los art. 3. y 5. °

Art. 10. Las Partes pueden, por acuerdo unánime, invitar a adherir al Tratado a todo otro Estado europeo susceptible de favorecer el desenvolvimiento de los principios del mismo y a contribuir a la seguridad de la región del Atlántico Norte. El Estado invitado puede llegar a ser Parte en el Tratado, depositando su documento de adhesión cerca del Gobierno de los Estados Unidos de América. Esta informará a cada una de las Partes del depósito de cada instrumento de adhesión.

Art. 11. Este Tratado será ratificado, y sus disposiciones se aplicarán por las Partes conforme a sus normas constitucionales respectivas. Los instrumentos de ratificación serán depositados, tan pronto como sea posible, cerca del Gobierno de los Estados Unidos de América, que informará a los demás signatarios del depósito de cada instrumento de ratificaci6n. El Tratado entrará en vigor entre los Estados que lo hayan ratificado desde que las ratificaciones de la mayoría de los signatarios, comprendidas las de Bélgica, Canadá, Estados Unidos, Francia, Luxemburgo, Holanda y el Reino Unido, hayan sido depositadas, y empezar la aplicact6n respecto a los demás signatarios el día del depósito de su ratificación.

Art. 12. Luego que el Tratado haya estado en vigor durante diez años y en cualquier fecha posterior, las Partes se consultarán a petición de cualquiera de ellas, con el fin de revisarlo, en vista de los factores que afecten en ese momento a la paz y la seguridad de la región del Atlántico Norte, comprendido el desenvolvimiento de los Convenios, tanto universal como regionales, concluidos conforme a la Carta de las Naciones Unidas, para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales.

Art. 13. Luego que el Tratado haya estado en vigor durante veinte años, cualquiera de las Partes podrá darlo por concluido en lo que la concierna un año después de haber comunicado su denuncia al Gobierno de los Estados Unidos, que informara a los Gobiernos de las demás Partes del depósito de cada instrumento de denuncia. (En 1954 se acordó considerarlo indefinido.)

Art. 14. Este Tratado, cuyos textos francés e inglés hacen igualmente fe, será depositado en los archivos del Gobierno de los Estados Unidos de América. Copias certificadas serán transmitidas por éste a los Gobiernos de los otros Estados signatarios.

De conformidad con lo cual, los plenipotenciarios cuya firma figura al pie han signado el Tratado en Washington el 4 IV 1949.

El Protocolo sobre la adhesión de Grecia y Turquía del 22 X 1951 modificó el art. 6 como sigue:

Para la aplicación del art. 5. se considera como ataque armado contra una o más de las partes un ataque armado:

I), contra el territorio de ellas en Europa del Norte, contra los departamentos franceses en Argelia, contra el territorio de Turquía o contra las islas colocadas bajo la jurisdicci6n de una de las partes en la región del Atlántico Norte al Norte del Trópico de Cáncer.

II), contra las fuerzas navíos o aeronaves de una de las partes que se encuentren sobre esos territorios, así como en cualquier otra región de Europa en la que las fuerzas de ocupación de las partes estén estacionadas en la fecha de entrada en vigor del Tratado o encontrándose sobre el Mediterráneo en la región del Tratado del Atlántico del Norte al norte del Trópico de Cáncer, o por encima de éste.

El Protocolo sobre la adhesión de la República Federal Alemana a la OTAN se firmó en París el 23 X 1954.

#bloque-capitalista, #otan

El bloque soviético comienza a distanciarse de Occidente

Andrei Jdanov

La finalización de la segunda guerra mundial ha producido cambios esenciales en el conjunto de la situación mundial (…)

El resultado principal de la segunda guerra mundial fue la derrota militar de Alemania y del Japón, los dos países más militaristas y agresivos del capitalismo. Los elementos reaccionarios e imperialistas del mundo entero, y particularmente de Inglaterra, de los Estados Unidos y de Francia, habían depositado ciertas esperanzas en Alemania y en el Japón (…)

En consecuencia, el sistema capitalista mundial, en su conjunto, ha sufrido nuevamente un duro revés (…) el resultado de la última contienda, con el aplastamiento del fascismo, con la pérdida de las posiciones mundiales del capitalismo y con el robustecimiento del movimiento antifascista, ha sido la separación del sistema capita lista de toda una serie de países de la Europa central y sudoriental (…)

La importancia y la autoridad de la URSS han aumentado considerablemente después de la guerra. La URSS ha sido la cabeza rectora y el alma del aplastamiento militar de Alemania y Japón. Las fuerzas democráticas progresistas del mundo entero están agrupadas en torno a la Unión Soviética. (…)

La finalidad que se plantea la nueva corriente expansionista de los Estados Unidos es el establecimiento de la dominación universal del expansionismo americano. Esta nueva corriente apunta a la consolidación de la situación de monopolio de los Estados Unidos sobre los mercados internacionales, monopolio que se ha establecido como consecuencia de la desaparición de sus dos mayores competidores —Alemania y Japón— y por la debilidad de los socios capitalistas de los Estados Unidos: Inglaterra y Francia.

Esta nueva corriente cuenta con un amplio programa de medidas de orden militar, económico y político, cuya aplicación establecería sobre todos los países a los que apunta el expansionismo de los Estados Unidos, la dominación política y económica de estos últimos reduciría a estos países al estado de satélites de los Estados Unidos e instauraría unos regímenes interiores que eliminarían todo obstáculo por parte del movimiento obrero y democrático para la explotación de estos países por el capital americano. Los Estados Unidos de América persiguen actualmente la aplicación de esta nueva corriente política no sólo a los enemigos de guerra de ayer o a los Estados neutrales, sino también y de manera cada vez mayor, a los aliados de guerra de los Estados Unidos de América.

Se concede una atención especial a la utilización de las dificultades económicas de Inglaterra, aliada y al mismo tiempo rival capitalista y competidora de los Estados Unidos desde hace mucho tiempo. La corriente expansionista americana tiene como punto de partida la consideración de que no sólo será necesario no aflojar la tenaza de la dependencia económica respecto a los Estados Unidos, dependencia en la que Inglaterra ha caído durante la guerra, sino, al contrario, hacer más intensa la presión sobre Inglaterra a fin de arrebatarle sucesivamente su control sobre las colonias, eli minarla de sus esferas de influencia y reducirla progresivamente a una situación de vasallaje. (…)

Pero en el camino de sus aspiraciones a la dominación mundial, los Estados Unidos se han encontrado con la URSS, con su creciente influencia internacional, que constituye un bastión de la política antifascista y antiimperialista de los países de nueva democracia que han escapado al control del imperialismo anglonorteamericano; con los obreros de todos los países, comprendidos los de la misma América, que no desean una nueva guerra imperialista en provecho de sus propios opreso res. (…)

Los profundos cambios operados en la situación internacional y en la de los distintos países al terminar la guerra, han modificado enteramente el tablero político del mundo. Se ha originado una nueva distribución de las fuerzas políticas. A medida que nos vamos alejando del final de la contienda, más netamente aparecen señaladas las dos principales direcciones de la política internacional de la postguerra, correspondientes a la distribución de las fuerzas políticas en dos campos opuestos: el campo imperialista y antidemocrático, de una parte, y el campo antiimperialista y democrático, de otra. Los Estados Unidos representan el primero, ayudados por Inglaterra y Francia (…)

Las fuerzas antiimperialistas y antifascistas forman el otro campo. La URSS y los pueblos de la nueva democracia son su fundamento. Los países que han roto con el imperialismo y que resueltamente se han incorporado a la democracia, como Rumania, Hungría, Finlandia, forman parte de este campo, al que se han añadido, además, Indochina, el Vietnam y la India. Egipto y Siria son simpatizantes.

Andrei Jdanov: Discurso en la sesión inaugural de la Kominform, Szklarska Poreba (Polonia), 22 de septiembre de 1947

#bloque-comunista, #jdanov, #urss