Palestina: Al Fatah y Hamás sellan su reconciliación

Las dos grandes facciones palestinas llegan a un acuerdo para formar un Gobierno de coalición en la Autoridad Palestina y celebrar elecciones antes de un año
Azzam al-Ahmad, cabeza de la delegación de Al Fatah, habla durante la rueda de prensa, entre los representantes de Hamas Mousa Abu Marzook y Mahmoud Al-Zahar (derecha) t ras el acuerdo sellado en El Cairo.- ASMAA WAGUIH (REUTERS)

El mapa político de Oriente Próximo sigue cambiando de forma casi cotidiana. Hoy se ha producido un nuevo vuelco: Al Fatah y Hamás, las dos grandes facciones palestinas, han sellado su reconciliación. El acuerdo, aún genérico, pone fin a la feroz enemistad que en 2007 provocó una breve guerra civil y debería permitir la formación de un Gobierno de coalición en la Autoridad Palestina y la celebración de elecciones antes de un año. Israel, que considera terrorista a Hamás, ha afirmado que ese pacto impediría cualquier negociación de paz.

La victoria de Hamás en las elecciones palestinas de 2006 y la casi inmediata crisis con Al Fatah, el partido fundado por Yasir Arafat que domina la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), crearon un bloqueo que parecía insuperable. Mahmud Abbas, presidente de la Autoridad Palestina y líder de Al Fatah y la OLP, mantuvo el poder en Cisjordania, mientras Hamás se hizo con el control absoluto sobre Gaza. La división física y política de los palestinos fue un regalo para Israel, que se esforzó en fomentar las desavenencias: mientras hubiera división no podía existir un auténtico Estado palestino. El ataque israelí contra Gaza en diciembre de 2008 gozó de la tácita aprobación de Al Fatah, como demostraron recientemente las filtraciones de Wikileaks, lo que ahondó la enemistad entre las dos facciones.

El acercamiento entre Al Fatah y Hamás fue lento y difícil. El Gobierno egipcio, antes con el presidente Hosni Mubarak y últimamente con la Junta Militar, ejerció como mediador. Llegó a redactarse un borrador de acuerdo a finales del año pasado, pero las conversaciones encallaron en la cuestión electoral (Al Fatah las quería ya en septiembre próximo, Hamás exigía más tiempo) y ni siquiera alcanzaron el gran problema de fondo, que sigue sin resolverse: Hamás, una organización islamista que Israel y Estados Unidos consideran terrorista, no reconoce la legitimidad israelí y preconiza la resistencia armada, abandonada por Al Fatah.

«La Autoridad Palestina debe escoger entre la paz con Israel o la paz con Hamás. No hay posibilidad de paz con ambos», ha señalado Benjamín Netanyahu, el primer ministro israelí. La Autoridad Palestina ya ha respondido a estas declaraciones: su portavoz Nabil Abu Rudeine ha calificado el acuerdo de «asunto interno» del que Israel «no es parte». El pacto «refuerza la unidad palestina» y «su justa lucha para establecer un estado independiente con Jerusalén como capital», según Rudeine, que también ha subrayado que la OLP es el «único representante legítimo» del pueblo palestino y que sigue «comprometida» con el proceso de paz.

El primer ministro israelí ya amenazó el lunes en los mismos términos. Fue la primera señal de que la reconciliación palestina podía estar próxima, y también una advertencia sobre las dificultades que podía generar el acuerdo. En el aspecto financiero, la Autoridad Palestina podría ver interrumpidas las donaciones estadounidenses y quizá, al menos parcialmente, las europeas, lo que complicaría la viabilidad económica de un futuro Estado palestino. En el aspecto diplomático, Abbas o su sucesor tras unas elecciones dejarían de gozar del acceso a Washington de que disponían en los últimos años. Y a ello habría que añadir el problema práctico de gestionar con un mismo Gobierno dos territorios separados, Gaza y Cisjordania: el intento de 2006 produjo disfunciones primero y luego un enfrentamiento armado.

Esas dificultades dependían en último extremo de otra incógnita: si Hamás iba a mantener el resistencialismo a ultranza o estaría dispuesto a hacer concesiones sobre el reconocimiento de Israel y la lucha armada. La reconciliación ha sido posible porque ambas facciones se sienten débiles: Al Fatah, por el fracaso de la última ronda de negociaciones con Israel y por el crecimiento de las colonias israelíes en Cisjordania; Hamás, por la ola de cambios en Oriente Próximo.

Las grandes manifestaciones juveniles en Gaza a favor de un acuerdo con Al Fatah y contra la ausencia de libertades, que Hamás reprimió con dureza, se han unido a la revolución egipcia y a la crisis en Siria. Las dificultades del presidente sirio Bachar el Asad, patrón regional de Hamás (el buró político del partido tiene su sede en Damasco) podrían empujar a la organización islamista palestina a ampliar su red de apoyos y, tal vez, a moderar sus posiciones.

Taher al-Nono, portavoz del Gobierno de Hamás en Gaza, ha declarado que el documento con el texto definitivo del acuerdo con Al Fatah se firmará en El Cairo en cuestión de una semana -el 5 de mayo, según ha contado a Efe una fuente próxima a las negociaciones- durante una ceremonia pública, y que las elecciones palestinas, presidenciales y generales, deberían celebrarse dentro del plazo de un año.

Enric González, Beirut: Al Fatah y Hamás sellan su reconciliación, EL PAÍS, 27 de abril de 2011

#palestina

La colonización de África

«En nombre de Dios Todopoderoso,

África, antes de 1880

África, antes de 1880

S.M. el Emperador de Alemania, Rey de Prusia; S.M. el Emperador de Austria, Rey de Hungría; S.M. el Rey de los Belgas, S.M el rey de Dinamarca; S.M. el Rey de España, el Presidente de los Estados Unidos de América, el Presidente de la República Francesa; S. M. la Reina del Reino Unido, de Gran Bretaña e Irlanda, Emperatriz de las indias; S.M. el Rey de Italia, S. M. el Rey de los Países Bajos, S.M. el Rey de Portugal, S.M. el Emperador de todas las Rusias, S.M, el Rey de Sucia y de Noruega, S.M. el Emperador de los Otomanos:

Deseando establecer en un espíritu de entendimiento mutuo las condiciones más favorables al desarrollo el comercio y de la civilización en determinadas regiones de Africa, y asegurar a todos los pueblos las ventajas de la libre navegación por los principales ríos africanos que desembocan en el Océano Atlántico; deseosos, por otra parte, de prevenir los malentendidos y las disputas que pudieran suscitar en lo futuro las nuevas tomas de posesión efectuadas en las costas de África, y preocupados al mismo tiempo por lo medios de aumentar el bienestar moral y material de las poblaciones indígenas, han resuelto, previa invitación que les ha sido cursada por el Gobierno imperial de Alemania, de acuerdo con el Gobierno de la República Francesa, reunir a tal objeto una Conferencia en Berlín, y han nombrado sus plenipotenciarios los cuales, provistos de plenos poderes han discutido y adoptado sucesivamente:

Capítulo 1. Declaración relativa a la libertad de comercio en la cuenca del Congo, sus desembocaduras y países circunvecinos.

Artículo 1. El comercio de todas naciones gozará de una completa libertad: 1º) en todos los territorios drenados por el Congo y por sus afluentes, incluidos el lago Tanganica y sus tributarios orientales; 2º) en zona marítima que se extiende sobre el Océano Atlántico desde […]; 3º) en la zona que se extiende al este de la cuenca del Congo, tal y como queda delimitada más arriba, hasta el Océano Indico […] hasta la embocadura del Zambeze.

Artículo 2. Todos los pabellones, sin distinción de nacionalidad, tendrán libre acceso a todo el litoral de los territorios arriba enumerados, a los ríos que tengan su desembocadura sobre el mismo, a todas las aguas del Congo y de sus afluentes incluyendo los lagos, a todos los puertos, situados a orillas de estas aguas […]. Todos los pabellones, sin distinción de nacionalidad, podrán llevar a cabo toda clase de transportes y ejercer el cabotaje marítimo y fluvial, así como el barcaje.

Artículo 3. Toda mercancía importada en estos territorios por vía marítima o fluvial o terrestre, cualquiera que se a su procedencia o el pabellón bajo el cual se realizará la importación no habrán de pagar más impuestos que aquellos que pudieran ser exigidos en calidad de equitativa compensación por gastos útiles para el comercio […].

Artículo 4. Las mercancías importadas en estos territorios permanecerán libres de derechos de entrada y de tránsito.

Artículo 5. Toda potencia que ejerza o llegara a ejercer derechos de soberanía en los territorios referidos, no podrá conceder en ellos monopolio ni privilegio de ninguna especie en materia comercial.

Disposiciones relativas a la protección de los indígenas. de los misioneros y de los viajeros, y a la libertad religiosa.

Artículo 6. Todas las potencias que ejerzan derechos de soberanía o influencia en los mencionados territorios se comprometen a velar por la conservación de las poblaciones indígenas y por la mejora de sus condiciones morales y materiales de existencia, así como a contribuir a la supresión de la esclavitud y sobre todo a la trata de negros. Las potencias indicadas protegerán y favorecerán, sin distinción de nacionalidades ni de cultos, todas las instituciones y empresas religiosas, científicas o de caridad, creadas y organizadas para estos fines o encaminadas a instruir a los indígenas y a hacerles comprender y apreciar las ventajas de la civilización. Los misioneros cristianos, los sabios y los exploradores, así como sus escoltas, bienes y colecciones, serán igualmente objeto de una protección especial. La libertad de conciencia y la tolerancia religiosa quedan expresamente garantizadas, tanto a los indígenas como a los nacionales y a los extranjeros.

Capítulo II. Declaración referente a la trata de esclavos.

Artículo 9. Estando prohibida la trata de esclavos en virtud de los principios de derecho de gentes, según se hallan reconocidos por las potencias signatarias, y debiendo considerarse también como prohibidas las operaciones que por tierra o por mar proporcionan esclavos para la trata, las potencias que ejercen o que ejercieran derechos de soberanía o que tengan influencia en los territorios que forman la cuenca convencional del Congo, declaran que aquellos territorios no podrán servir de mercado ni de vía de tránsito para la trata de esclavos de cualquiera raza que sean, comprometiéndose cada una de estas potencias a emplear todos los medios que estén a su alcance para concluir con este Comercio y para castigar a los que se ocupan de él.

África, 1914

Capítulo III. Declaración relativa a la neutralidad de los territorios comprendidos en la cuenca convencional del Congo.

Artículo 10. Con objeto de dar una nueva garantía de seguridad al comercio y a la industria y de favorecer mediante el mantenimiento de la paz, el desarrollo de la civilización en las regiones mencionadas en el artículo 1 y colocadas en régimen de libertad comercial, las Altas Partes firmantes de la presente Acta y las que en lo sucesivo prestaron su adhesión a la misma se comprometen a respetar tales regiones, incluyendo las aguas territoriales correspondientes, en tanto las potencias que ejercen o llegaran a ejercer derechos de soberanía o de protectorado sobre aquellos territorios, usando de la facultad de proclamarse neutrales, cumplan los deberes que impone la neutralidad.

Artículo 12. En cado de que surgiera un disentimiento grave entre potencias firmantes de la presente acta o potencias que en lo sucesivo prestasen su adhesión a la misma, con motivo o dentro de los límites de los territorios mencionados en el art. 1 y colocados en régimen de libertad comercial, tales potencias se comprometen a recurrir a la mediación de una o varias potencias amigas, antes de recurrir a las armas. Las mismas potencias se reservan, en el caso apuntado, la facultad de recurrir al procedimiento del arbitraje.

Capítulo IV. Acta de Navegación del Congo.

Artículo 13. La navegación del Congo, sin exceptuar ninguna de sus ramificaciones ni salidas, es y permanecerá enteramente libre para los buques mercantes cargados o en lastre de todas las naciones, tanto para el transporte de mercancías como para el de viajeros. Dicha navegación deberá conformarse a las disposiciones de la presente acta de navegación, así como a los reglamentos que se establezcan en ejecución de la misma. En el ejercicio de esta navegación, los súbditos y los pabellones de todas las naciones serán tratados, a todos los respectos, en pie de absoluta igualdad […]. Estas disposiciones son reconocidas por las potencias firmantes como parte, para lo sucesivo, del derecho público internacional.

Artículo 25. Las disposiciones de la presente acta de navegación continuarán estando en vigor entiempo de guerra. En consecuencia, la navegación de todas las naciones, neutrales o beligerantes, será libre, en todo tiempo y para uso del comercio, por el Congo, sus ramificaciones, afluentes y desembocaduras, así como por el mar territorial situad frente a las desembocaduras del río.

Capítulo V. Acta de Navegación del Niger.

Articulo 26. La navegación del Níger, sin exceptuar ninguno de sus brazos y desembocaduras, es y continuará siendo completamente libre para los buques mercantes de todas las naciones, con cargamento o en lastre, así para el transporte de mercancías como de viajeros, pero deberá sujetarse a las disposiciones de esta Acta de Navegación y a los reglamentos que se establezcan para su cumplimiento.

Capítulo VI. Declaración relativa a las condiciones esenciales requeridas para que sean consideradas efectivas las nuevas ocupaciones en las costas del continente africano.

Artículo 34. Toda potencia que en lo sucesivo tome posesión de un territorio situado en la costa del continente africano, pero fuera de sus posesiones actuales, o que no poseyendo ninguno hasta entonces, llegase a adquirirlo, así como toda potencia que se haga cargo en aquélla de un protectorado, acompañará al Acta respectiva de una notificación dirigida a las restantes potencias firmantes de la presente Acta, con objeto de ponerlas en condiciones de hacer valer sus reclamaciones, si hubiera lugar a ellas.

Artículo 35. Las potencias firmantes de la presente Acta reconocen la obligación de asegurar, en los territorios ocupados por ellas del continente africano, la existencia de una autoridad suficiente para hacer respetar los derechos adquiridos y, llegado el caso, la libertad de comercio y de tránsito en las condiciones en que fuese estipulada.

Artículo 36. Las potencias firmantes de este Acta general se reservan introducir en ella, en lo sucesivo, y de común acuerdo, las modificaciones y mejoras cuya utilidad haga conocer la experiencia.

En fe de lo cual, los plenipotenciarios respectivos han firmado esta Acta General y han puesto en ella el sello de sus armas».

Acta General de la Conferencia de Berlín, de 26 de febrero de 1885.

Principios del multilateralismo en el siglo XXI

Para miles de millones de seres humanos, las oportunidades se amplían en lugar de contraerse. (Foto: estadosentido.blogs.sapo.pt).

Para miles de millones de seres humanos, las oportunidades se amplían en lugar de contraerse. (Foto: estadosentido.blogs.sapo.pt).

Vivimos tiempos ensombrecidos por la crisis, el paro, el desnorte del capitalismo y las crisis recurrentes de alimentos, agua, energía o clima. Pero también vivimos tiempos de esperanza: con la globalización y las tecnologías de la información e Internet, el género humano ha dado un salto enorme en su capacidad para discernir las consecuencias de sus propias acciones (reflexividad). En la época en la que más potencial ha alcanzado la individualidad, también estamos aumentando nuestra capacidad de analizar en común, pensar colectivamente y reaccionar al unísono. Un ejemplo de ese progreso en valores compartidos se está escribiendo ahora en tierras libias.Con la crisis económica ha surgido la evidencia de que vivimos en un mundo multipolar. No creo que los centros de poder político estén migrando hacia Asia. Estados Unidos seguirá siendo una potencia política, y la Unión Europea pagará réditos a los países miembros que han tenido el coraje de avanzar hacia una unión política aún inconclusa. Pero China es una voz mundial que no se puede obviar; India será en 20 años tan poderosa como China; Brasil o México crecen y avanzan con rapidez. El mundo tiene ya jugadores de peso en casi todos los continentes.

¿Puede un mundo multipolar tener una gobernanza unilateral? Claramente no, como se puso de manifiesto de modo concluyente con la intervención en Irak hace ya un lustro.

Uno de los grandes logros de Obama es que alimentó la esperanza de un estilo de liderazgo multilateral. Anunció su intención de sentarse a la mesa para hablar con Irán y repudió visiblemente el estilo unilateral de liderazgo de Bush júnior. Tales fueron sus mensajes tempranos. Pero el nuevo multilateralismo del siglo XXI aún está en sus primeros pasos. Y el termómetro que se nos ha brindado ha sido la situación en Libia.

Repasemos sus ingredientes.

Hemos visto una resolución enormemente positiva de la ONU. Una resolución donde nadie ha ejercido el poder de veto, y que intenta poner freno a las agresiones que un dictador había decidido perpetrar ante la ola de deseos de justicia social y democracia de su pueblo. Una resolución que pide la detención completa de la violencia y de todos los ataques contra civiles, que autoriza a los Estados miembros a tomar medidas para proteger a los civiles, que autoriza el espacio de exclusión aérea, pero que excluye una fuerza extranjera de ocupación bajo cualquier forma y en cualquier parte del territorio libio.

Bajo su mandato, hemos visto una implementación protagonizada por múltiples actores. EE UU, que el día después de la resolución asumía el mando de la misma, decidió al poco pasara una segunda fila. Europa, aunque con disensiones internas, ha colaborado en la coalición, así como algunos países de la Liga Árabe. Finalmente, el mando ha pasado a la OTAN.

En mi opinión, el balance es muy positivo. Pero de ahí a una genuina multilateralidad queda un buen trecho.

Una gobernanza multilateral que se corresponda con nuestro mundo multipolar habría de basarse en cuatro pilares:

  • En primer lugar, un régimen global multilateral ha de enterrar definitivamente el principio de «estabilidad política impuesta»: este vestigio de la época de la «guerra fría» ha recibido el golpe de muerte definitivo en la actual primavera del Magreb y Oriente Próximo. Ya no se sostiene el principio de estabilidad-con-dictaduras que prevaleció cuando Estados Unidos imponía sus dictadores en las zonas inestables de influencia propia y la URRS hacía lo mismo en las suyas. Ya no es posible defender a dictadores que estabilizan con la paz de los cementerios a su pueblo, con el argumento de que «no sabemos quién vendrá después», porque ha quedado sobradamente demostrado que esa práctica no es sostenible a largo plazo.
  • Conectada con la anterior, también se ha ido por la alcantarilla la tesis de la nation building, tan querida por los neocons que apoyaron a Bush con Irak. La tesis defendía que es legítimo intervenir en un país y aplicarle una ingeniería prefabricada de edificación de un régimen democrático desde fuera. La teoría se ha tornado inservible tanto en Irak como en Afganistán: no hay intervención exterior que se pueda sostener por el tiempo necesario para inducir un proceso sólido de normalización democrática. No hay modo de sustituir a un pueblo hasta que, por prueba y error, él mismo construye y consolida su propio régimen de libertades. Parece que esta dura lección ha sido ya aprendida. La resolución de la ONU no permite una intervención armada extranjera para imponer la democracia: se limita a pedir que las fuerzas armadas que apoyan a Gadafi vuelvan a sus cuarteles y que el pueblo libio, sin por ello ser aniquilado, establezca libremente su sistema de derechos políticos.
  • ¿Es esto suficiente? Lo que estamos viendo en Libia, aunque es una acción legitimada por Naciones Unidas e implementada por un arco de actores multilaterales, no es sino un primer paso del multilateralismo que necesitamos. Existen otras dos condiciones:
  • Hoy ya no caben las imposiciones por parte de las potencias occidentales. En tanto los países emergentes -China, India, Brasil o México- sigan sentados en la cerca como meros espectadores, no cruzaremos el umbral del multilateralismo. Solamente cuando los veamos formal o implícitamente comprometidos, estaremos inaugurando una fase de gobernanza global multilateral con garantías de que una acción de intervención respecto a un país es genuinamente justa y equilibrada.
  • Existe un último elemento, que podrá sorprender a algunos: a futuro, un sistema global de gobernanza multilateral no estará completo sin que las grandes empresas globales, que se escapan por su lógica transnacional al imperio de los países, no se corresponsabilicen en la resolución de los problemas globales. El hecho es que de las 100 unidades económicas hoy mayores en el mundo, 51 son empresas y 49 son Estados-nación. Wall-Mart produce más que 161 de los 191 Estados-nación del mundo, y Mitsubishi produce más que Indonesia, el cuarto país más poblado del mundo. Yo no sé cómo y en qué condiciones se sentarán a la mesa multilateral las empresas globales, pero su poder de decisión tiene que ser ejercido de un modo responsable en un mundo en el que sus decisiones afectan a cientos de millones de seres humanos.

En estos tiempos inciertos no viene mal un poco de optimismo informado: vivimos en un mundo fascinante, de progreso, innovación y emprendimiento, de saltos enormes en las tecnologías y de nuevas constelaciones de poder, en el que, poco a poco, en alguna medida a tientas, se va dibujando un nuevo sistema multilateral de gobierno global. Si hace una década aún no había nacido, hoy ya podemos ver sus primeros pasos vacilantes.

Manuel Escudero, director general de Deusto Business School, Principios del multilateralismo en el siglo XXI, EL PAÍS, 26 de abril de 2011

#globalizacion

Tratado constitutivo de la Comunidad Económica Europea, 1957

SU MAJESTAD EL REY DE LOS BELGAS, EL PRESIDENTE DE LA REPUBLICA FEDERAL DE ALEMANIA, EL PRESIDENTE DE LA REPUBLICA FRANCESA, EL PRESIDENTE DE LA REPUBLICA ITALIANA, SU ALTEZA REAL LA GRAN DUQUESA DE LUXEMBURGO, SU MAJESTAD LA REINA DE LOS PAÍSES BAJOS

Firma del Tratado de Roma, 1957

RESUELTOS a sentar las bases de una unión cada vez más estrecha entre los pueblos europeos,

DECIDIDOS a asegurar, mediante una acción común, el progreso económico y social de sus respectivos países, eliminando las barreras que dividen Europa,

FIJANDO como fin esencial de sus esfuerzos la constante mejora de las condiciones de vida y de trabajo de sus pueblos,

RECONOCIENDO que la eliminación de los obstáculos existentes exige una acción concertada para garantizar un desarrollo económico estable, un intercambio comercial equilibrado y una competencia leal,

PREOCUPADOS por reforzar la unidad de sus economías y asegurar su desarrollo armonioso, reduciendo las diferencias entre las diversas regiones y el retraso de las menos favorecidas,

DESEOSOS de contribuir, mediante una política comercial común, a la progresiva supresión de las restricciones a los intercambios internacionales,

PRETENDIENDO reforzar la solidaridad de Europa con los países de Ultramar y deseando asegurar el desarrollo de su prosperidad, de conformidad con los principios de la Carta de las Naciones Unidas,

RESUELTOS a consolidar, mediante la constitución de este conjunto de recursos, la defensa de la paz y la libertad e invitando a los demás pueblos de Europa que participan de dicho ideal a asociarse a su esfuerzo,

DECIDIDOS a promover el desarrollo del nivel de conocimiento más elevado posible para sus pueblos mediante un amplio acceso a la educación y mediante su continua actualización,

HAN DECIDIDO crear una COMUNIDAD EUROPEA y han designado con tal fin como plenipotenciarios:

QUIENES, después de haber intercambiado sus plenos poderes, reconocidos en buena y debida forma, HAN CONVENIDO las disposiciones siguientes:

Artículo 1. Por el presente Tratado, las ALTAS PARTES CONTRATANTES constituyen entre sí una COMUNIDAD EUROPEA.

Artículo 2. La Comunidad tendrá por misión promover, mediante el establecimiento de un mercado común y de una unión económica y monetaria y mediante la realización de las políticas o acciones comunes contempladas en los artículos 3 y 3 A, un desarrollo  armonioso y equilibrado de las actividades económicas en el conjunto de la Comunidad, un crecimiento sostenible y no inflacionista que respete el medio ambiente, un alto grado de convergencia de los resultados económicos, un alto nivel de empleo y de protección social, la elevación del nivel y de la calidad de vida, la cohesión económica y social y la solidaridad entre los Estados miembros.

Artículo 3.

1. Para alcanzar los fines enunciados en el artículo 2, la acción de la Comunidad implicará, en las condiciones y según el ritmo previstos en el presente Tratado:

  • a) la prohibición, entre los Estados miembros, de derechos de aduana y de restricciones cuantitativas a la entrada y salida de las mercancías, así como de cualesquiera otras medidas de efecto equivalente
  • b) una política comercial común,
  • c) un mercado interior caracterizado por la supresión, entre los Estados miembros, de los obstáculos a la libre circulación de mercancías, personas, servicios y capitales,
  • d) medidas relativas a la entrada y circulación de personas en el mercado interior,….
  • e) una política común en los ámbitos de la agricultura y de la pesca,
  • f) una política común en el ámbito de los transportes;
  • g) un régimen que garantice que la competencia no será falseada en el mercado interior;
  • h) la aproximación de las legislaciones nacionales en la medida necesaria para el funcionamiento del mercado común;
  • i) el fomento de la coordinación entre las políticas en materia de empleo de los Estados miembros, con vistas a aumentar su eficacia mediante el desarrollo de una estrategia coordinada para el empleo;
  • j) la política en el ámbito social que incluya un Fondo Social Europeo;
  • k) el fortalecimiento de la cohesión económica y social;
  • l) una política en el ámbito del medio ambiente;
  • m) el fortalecimiento de la competitividad de la industria de la Comunidad;
  • n) el fomento de la investigación y del desarrollo tecnológico;
  • o) el fomento de la creación y del desarrollo de redes transeuropeas;
  • p) una contribución al logro de un alto nivel de protección de la salud;
  • q) una contribución a una enseñanza y a una formación de calidad, así como al desarrollo de las culturas de los Estados miembros;
  • r) una política en el ámbito de la cooperación al desarrollo;
  • s) la asociación de los países y territorios de Ultramar, a fin de incrementar los intercambios y continuar en común el esfuerzo por el desarrollo económico y social;
  • t) una contribución al fortalecimiento de la protección de los consumidores;
  • u) medidas en los ámbitos de la energía, de la protección civil y del turismo.

2. En todas las actividades contempladas en el presente artículo, la Comunidad se fijará el objetivo de eliminar las desigualdades entre el hombre y la mujer y promover su igualdad.

Artículo 4.

1. Para alcanzar los fines enunciados en el artículo 2, la acción de los Estados miembros y de la Comunidad incluirá, en las condiciones y según el ritmo previsto en el presente Tratado, la adopción de una política económica que se basará en la estrecha coordinación de las políticas económicas de los Estados miembros, en el mercado interior y en la definición de objetivos comunes, y que se llevará a cabo de conformidad con el respeto al principio de una economía de mercado abierta y de libre competencia.

2. Paralelamente, en las condiciones y según el ritmo y procedimientos previstos en el presente Tratado, dicha acción implicará la fijación irrevocable de tipos de cambio con vistas al establecimiento de una moneda única, el ecu, la definición y la aplicación de una política monetaria y de tipos de cambio única cuyo objetivo primordial sea mantener la estabilidad de precios y, sin perjuicio de dicho objetivo, el apoyo a la política económica general de la Comunidad, de conformidad con los principios de una economía de mercado abierta y de
libre competencia.

3. Dichas acciones de los Estados miembros y de la Comunidad implican el respeto de los siguientes principios rectores: precios estables, finanzas públicas y condiciones monetarias sólidas y balanza de pagos estable.

Artículo 5. La Comunidad actuará dentro de los límites de las competencias que le atribuye el presente Tratado y de los objetivos que éste le asigna.

En los ámbitos que no sean de su competencia exclusiva, la Comunidad intervendrá, conforme al principio de subsidiariedad, sólo en la medida en que los objetivos de la acción pretendida no puedan ser alcanzados de manera suficiente por los Estados miembros, y, por consiguiente, puedan lograrse mejor, debido a la dimensión o a los efectos de la acción contemplada, a nivel comunitario. Ninguna acción de la Comunidad excederá de lo necesario para alcanzar los objetivos del presente Tratado.

Artículo 6. Las exigencias de la protección del medio ambiente deberán integrarse en la definición y en la realización de las políticas y acciones de la Comunidad a que se refiere el artículo 3, en particular con objeto de fomentar un desarrollo sostenible.

Artículo 10. Los Estados miembros adoptarán todas las medidas generales o particulares apropiadas para asegurar el cumplimiento de las obligaciones derivadas del presente Tratado o resultantes de los actos de las instituciones de la Comunidad. Facilitarán a esta última el cumplimiento de su misión.

Los Estados miembros se abstendrán de todas aquellas medidas que puedan poner en peligro la realización de los fines del presente Tratado.

TRATADO CONSTITUTIVO DE LA COMUNIDAD EUROPEA. ROMA. 25 DE MARZO DE 1957

#cee

Estados Unidos, una larga lucha por delante

Norman Birnbaum

El compromiso alcanzado entre demócratas y republicanos en el reciente debate presupuestario se consiguió al precio de reducir todo tipo de programas que hacen de Estados Unidos una nación más civilizada. El drama se va a intensificar. ¿En qué tipo de país se convertirá Estados Unidos: uno en el que haya un mínimo decente de igualdad económica, o uno en el que los ciudadanos tengan que sobrevivir sin instituciones de solidaridad? Los dos partidos tendrán pronto que ponerse de acuerdo en un presupuesto para 2012 y en elevar el límite de la deuda gubernamental. Varios legisladores republicanos están dispuestos a permitir que la nación vaya a la quiebra si no se satisfacen sus demandas. Forman un frente con propuestas para eliminar el Estado de bienestar norteamericano, reducir el peso del Gobierno y garantizar al capital estadounidense un amplio margen de libertad respecto de regulaciones e impuestos.

Tal vez estén forzando al presidente a redescubrir su anterior identidad bienestarista. Tal vez este haya pensado que los déficits sociales del país (en educación, atención sanitaria, infraestructuras, ciencia y tecnología, y protección medioambiental) requieren más atención que su deuda monetaria. De ser así, se ha abstenido de decirlo en voz alta. Ha preferido evocar el potencial dinamismo de la economía de mercado norteamericana, a pesar de la evidencia de que haya perdido su capacidad de proporcionar empleo y prosperidad. Se ha quedado mudo, de forma bien audible, acerca de las tradiciones de su partido sobre planificación, cooperación entre el sector público y el privado, y ciudadanía económica y social. La mayoría de sus funcionarios, tecnócratas carentes de pasión, se sienten incómodos ante las grandes ideas de renovación social.

No obstante, tanto las ideas de renovación como las de reacción animan el debate nacional, si bien de modos convencionalmente retóricos e implícitos. Los republicanos están divididos entre quienes creen que el Estado es incapaz de administrar el mercado y quienes temen que sea más que competente para hacerlo. La sistemática negación de las funciones positivas de un sector público amplio en la economía (y en la regulación) es el resultado de una muy persistente campaña ideológica. La transformación, desde el keynesianismo al neoclasicismo, de la economía académica sin duda que no es un ejemplo del progreso de la investigación desinteresada. Las universidades siguen siendo el lugar de la indagación crítica, aunque engendran demandas de inmovilismo político. La doctrina de la soberanía de los mercados es considerada por muchos ciudadanos como un necesario axioma de fe nacional. La ignorancia ayuda: en los Estados que votan regularmente a los republicanos un flujo neto de fondos federales sostiene su economía, pero pocos son conscientes de ello.

El odio racial y xenófobo del que es objeto el presidente (expresado en la creencia de que no nació en Hawai o de que es extranjero) se extiende a la política económica. Muchos ciudadanos creen que pagan impuestos para subsidiar a los inmigrantes o a grupos étnicos y raciales que les disgustan. Franklin D. Roosevelt ganó la aprobación de los legisladores sureños a la Seguridad Social (las pensiones de jubilación que ahora están al alcance de todos los ciudadanos) excluyendo de ella a los trabajadores agrícolas y domésticos. Por entonces, la mayoría de los afroamericanos sureños ocupaban esos empleos. El prejuicio contra los inmigrantes asiáticos y latinos en extensas áreas de Estados Unidos sigue esa innoble línea de sucesión. La resistencia a proyectos de seguros sociales es, igualmente, el producto de un encallecido espíritu individualista. Refleja un creciente sentido de vulnerabilidad en un periodo de incertidumbre económica. La ira, incluso el fanatismo, del Tea Party es una evidencia de lo profundo de esa perturbación.

Sin embargo, los sondeos de opinión demuestran que la gente está más preocupada por el empleo (y por los servicios públicos como la educación y la asistencia sanitaria) que por el déficit. Las mayorías siguen teniéndole apego a Medicare (seguro de atención sanitaria para los jubilados) y a la Seguridad Social. Ello es especialmente cierto para aquellos grupos (jóvenes, mujeres, latinos y afroamericanos, los de mayor nivel de educación y trabajadores sindicados) cuya abstención en las elecciones de 2010 permitió a los republicanos obtener tan buenos resultados. A pesar de que aún no hay un candidato republicano sólido, la contienda presidencial de 2012 ya ha comenzado. El presidente cree que puede ganar con solo hacer incursiones entre los «independientes», que, supuestamente, son ideológicamente neutros. La cuestión es si eso puede lograrse apartándose de las ideas sobre la economía y la sociedad que les impulsarían a votar a un convincente candidato republicano. El éxito del presidente en 2008 al movilizar al electorado no fue seguido por la concesión de una mayor voz en la configuración de su política a sus partidarios más comprometidos. En vez de a ellos escuchó a sus donantes del mundo de las finanzas y de la industria.

Quizá las protestas que han tenido lugar en Wisconsin ante los intentos de destruir los sindicatos de funcionarios, elementos indispensables en la política del Partido Demócrata, sean el comienzo de una movilización nacional de los defensores del progresismo norteamericano. Ello podría inducir al presidente a establecer menos compromisos con los defensores de un poder sin freno para el mercado.

Los herederos del New Deal, de la Nueva Frontera y de la Gran Sociedad, están de acuerdo sobre un programa a la defensiva (para preservar la Seguridad y Medicare), pero aún no sobre un nuevo proyecto social. Es llamativa la similitud con la situación de los partidos socialistas y socialdemócratas europeos. Algunos (léase Krugman, Reich, Stiglitz) han elaborado proyectos de renovación que no han llegado todavía al público en general. En Estados Unidos la oposición intelectual no está en la cárcel pero tampoco está en la televisión nacional muy a menudo. El presidente claramente ha decidido que no puede confiar en una coalición reformista todavía sin vigor o no formada del todo. Si prefiere desempeñar el papel de un monarca constitucional, tendrá que conformarse con un consuelo de monarca: puede que tenga influencia pero no poder.

Cualquiera que sea el resultado de la pugna presidencial, los muy agudos conflictos actuales proseguirán. Los demócratas pasarán muchos apuros para retener su reducida mayoría en el Senado, y sus actuales posibilidades de reconquistar el Congreso son un tanto inciertas. Estados Unidos ya no disfruta del privilegio de manejar sus asuntos independientemente del resto del mundo. El tipo de interrogantes que constituyen la agenda del G-8 y del G-20 no puede ser respondido en inglés americano. La gobernadora Palin no es una pensadora política que destaque por su perspicacia, pero cuando acusó al presidente de pensar en un mundo «posamericano» le pagó un involuntario tributo. Es inquietante que un presidente que contempla tantas nuevas posibilidades internacionales tenga una visión restringida de la capacidad de cambio de su propio país.

Norman Birnbaum, catedrático emérito en la Facultad de Derecho de la Universidad de Georgetown: Una larga lucha por delante, EL PAÍS, 25 de abril de 2011 (traducción de Juan Ramón Azaola).

#democracia, #ee-uu

Chernóbil, de central nuclear a bomba en un minuto

Imagen de dos 'liquidadores'. RÍA NOVOSTIHacer experimentos con un reactor nuclear capaz de aportar el 10% de toda la electricidad que necesitaba Ucrania era jugar con fuego. «Los técnicos se negaron, pero sus autoridades les obligaron y tuvieron que hacerlo en contra de su criterio», recuerda Javier Díez, ingeniero nuclear de la Universidad Politécnica de Catalunya, que por aquel entonces estaba terminando su tesis doctoral.

El plan era reducir progresivamente la potencia del reactor 4, realizar el simulacro de pérdida de electricidad y, 40 segundos después, apagar el sistema por completo. El 25 de abril todo había comenzado como debía y a las dos de la tarde hora local, según lo establecido, se desactivó el sistema de emergencia que permitía enfriar el reactor en caso de recalentamiento. La potencia de las desintegraciones nucleares de uranio que alimentaban el núcleo comenzaron a bajar, como cuenta Mikhail Malko, físico de la Academia de Ciencias de Bielorrusia, en un estudio sobre el accidente basado en datos oficiales del Comité de Seguridad Nuclear de la URSS. Poco después, el gestor de la red eléctrica llamó desde Kiev dando orden de aumentar la potencia pues había un pico de demanda difícil de abastecer sin el reactor 4. Así se hizo todo el día hasta que, pasadas las 11 de la noche, los ucranianos se fueron a la cama, la demanda bajó de golpe y el operador del reactor 4 dio orden de reiniciar el ejercicio en la sala de control. Se volvió a reducir la potencia, pero esta bajó demasiado rápido hasta 30 megavatios, muy lejos de los 720 a los que estaba fijado el simulacro.

En este punto, Malko sigue la narración de Grigori Medvedev, antiguo ingeniero de Chernóbil en la década de 1970 y que trabajaba en el Ministerio de Energía en abril de 1986. Tras el accidente, fue enviado por el Gobierno para esclarecer los hechos. Tras entrevistar a los protagonistas del accidente, Medvedev mantiene que, después del bajón repentino, el operador del reactor, Leonid Toptunov, y el jefe del turno de noche, Alexander Akimov, decidieron apagarlo del todo y olvidar el simulacro. Pero el ingeniero jefe de los reactores 3 y 4, Aleksander Dyatlov, quiso realizar la prueba, impuesta desde lo más alto, y les ordenó que aumentasen la potencia.

Monstruo soviético

El corazón del reactor era un tambor de 12 metros de diámetro en el que había más de cien kilos de uranio refrigerados por agua y rodeados de toneladas de grafito. La decisión de Dyatlov arriesgaba un recalentamiento de ese agua, que pudo empezar a bullir como en una olla a presión hecha de carbón.

Tras la escalada de potencia, la orden de comenzar el simulacro se dio a las 01:23 de la noche. La potencia del reactor siguió en aumento. 40 segundos después, según lo planeado, se dio la orden de pulsar el botón AZ-5, que introduce unas barras de control en el reactor para detener las reacciones atómicas. Pero el núcleo está demasiado caliente, las barras no entran y, en su lugar, se escucha una explosión moderada y, luego, otra mucho mayor. Aunque en la sala de control lo ignoraban, el reactor había reventado.

«En un par de segundos, un potente brillo azul siguió a una explosión enorme. Cuando miré al bloque 4, sólo quedaban dos muros. Estaba todo en ruinas», dice el testimonio de un operario que estaba a 500 metros del fuego, según el documento de Malko.

«La mitad de todo el combustible saltó por los aires y quedó pulverizado en una nube de virulencia tremenda», señala Eduardo Gallego, físico nuclear de la Universidad Politécnica de Madrid. La explosión liberó en diez días 400 veces más radiactividad que la de la bomba de Hiroshima. Esa cantidad, haciendo otra comparación, es mil veces inferior que el material radiactivo dispersado por todo el mundo con las pruebas de bombas atómicas realizadas durante las décadas de 1960 y 1970.

El mundo fue ajeno a la catástrofe hasta el 27 de abril, cuando una central nuclear sueca detectó partículas radiactivas cuyas características no podían venir de ningún otro lugar que Chernóbil. La nube radiactiva se cernía sobre Europa, dejando su peor carga en Ucrania, Bielorrusia y Rusia, que por entonces eran parte de la misma URSS. Sólo después del anuncio sueco, los soviéticos reconocen el accidente y comienzan a evacuar Pripiat, la ciudad más cercana a Chernóbil. El presidente de la URSS, que por aquella época lideraba un movimiento de apertura y transparencia, se tomó su tiempo.

«Publicamos la primera información del accidente en el Pravda del 28 de abril, pero para hablar a la gente necesitaba un análisis más preciso y sustancial. Por eso esperé casi tres semanas antes de presentarme en televisión», reconocía Mijáil Gorbachov en 2006 durante una entrevista para Cruz Verde Internacional.

El mismo mes que Gorbachov decidió dar la cara, Díaz analizaba en el laboratorio la leche de una vaca que había recogido en su pueblo, Pont de Suert, en Lleida, a casi 2.500 kilómetros de Chernóbil. «Detectamos radiactividad en cantidades no peligrosas para la salud, pero sus isótopos mostraban que provenían de la fisión nuclear de la central», recuerda el físico. Análisis similares estaban mostrando lo mismo en gran parte de Europa, donde el miedo a lo nuclear se exacerbó por la falta de transparencia de los responsables, algo de lo que también se está culpando ahora a los gestores del accidente de Fukushima.

La peor parte de la catástrofe se la llevaron los primeros liquidadores, operarios de la central que corrieron al reactor tras la explosión para intentar apagarlo. Su corazón se había convertido en lava a 2.500 grados que amenazaba con generar una tercera explosión aún más tóxica. Los tres hombres que se habían enfrentado en la sala de control se volcaron en intentar apagar aquel infierno nuclear. Toptunov y Akimov, que quisieron apagar el reactor desde la sala de control cuando todavía era posible, recibieron dosis de radiación letales tras intentar restablecer a mano el flujo de agua al reactor despanzurrado. Murieron unos días después, antes de que el Gobierno decidiera condecorarles con la orden al valor de la URSS.

Dyatlov, el hombre que quiso seguir adelante con el test, sufrió quemaduras en la cara, las manos y las piernas por la radiación mientras examinaba el exterior del reactor. Sobrevivió, fue expulsado del Partido Comunista y pasó cinco años en la cárcel por violar las normas de seguridad. Su muerte en 1995 por paro cardiaco fue achacada a la radiación que recibió durante su análisis del reactor. Aquel día le acompañaba Nikolai Gorbachenko, el hombre que, diez años después de la catástrofe, se confesaba inmerso en una película de terror y perseguido por una fecha. «El 26 de abril 1975 me casé, el mismo día de 1982 enterré a mi madre. El 26 de abril de 1986 la unidad 4 explotó durante mi turno. Y el 26 de abril de 1993 nació mi nieto. Por eso, ese día, nos reunimos para brindar por la salud y los muertos», explicó entonces Gorbachenko a su entrevistador.

Nuño Domínguez, Madrid: De central a bomba en un minuto, Público, 24 de abril de 2011

#gorbachov, #urss

El puño negro que noqueó a la América blanca

Un libro inédito de crónicas de Jack London revive el combate por el título de los pesos pesados de 1910 que sacudió los cimientos de la discriminación racial en EEUU
Jim Jeffries besa la lona durante el combate contra Jack Johnson, celebrado el 4 de julio de 1910 en Reno, Nevada, ante 20.000 espectadores. AP

Un izquierdazo con la fuerza de un terremoto. El puño negro de Jack Johnson no sólo tumbó en el decimoquinto asalto a «la gran esperanza blanca», Jim Jeffries, sino que dejó sonado a todo un país. Jack Johnson retuvo su título de campeón de los pesos pesados el 4 de julio de 1910. Y lo hizo sin perder la sonrisa.

«El combate más grandioso del siglo ha sido un monólogo que un negro sonriente, que no ha dudado ni un segundo, y que no ha tenido que ponerse serio más de una vez, ha ofrecido a 20.000 espectadores», escribió Jack London (San Francisco, 1876-1916) en una de sus crónicas para el New York Herald, que la editorial Gallo Nero publicará los primeros días de mayo, por primera vez en España, bajo el título El combate del siglo.

London comenzó a enviar sus crónicas diarias desde Reno 11 días antes del combate. Nevada era entonces el único estado donde se podían organizar combates, pero la expectación era máxima en todo EEUU. «En ninguna guerra, en ningún lugar, se ha congregado nunca tal número de escritores e ilustradores», escribió London el 23 de junio.

Según se acercaba el día decisivo, el autor de Colmillo blanco y La llamada de la selva, iba poniéndose más nervioso. En su crónica del 28 de junio aseguró sentir «un deseo tan abrasador de presenciar este combate, que hay momentos en los que me asalta el súbito miedo de que no tenga lugar, de que algún enorme terremoto lo impida. Porque tengo tantas ganas de ver el combate que resulta doloroso».

Duelo de titanes

Para entender el ansia del escritor (y de toda una nación), hay que remontarse unos años atrás. Jim Jeffries se había retirado invicto y en la cima de su popularidad en 1905. Lo había avisado dos años antes: «Cuando no haya más hombres blancos contra los que luchar, dejaré el boxeo». Es decir, no tenía intención alguna de pelear contra un negro. Racismo deportivo.

Desde entonces, la guerra dialéctica entre el campeón Jeffries y el aspirante Johnson se recrudeció. A cada provocación del boxeador negro, el blanco respondía con argumentos como «he dicho que no pelearé con un hombre de color, y no cambiaré de opinión» y «no creo que el público quiera que defienda el título si no es con un blanco. No crea que tengo miedo de un negro. Puedo machacarlo igual que a cualquiera». Johnson contraatacó en noviembre de 2007: «Jeffries tiene miedo».

Pero la presión social sobre el boxeador blanco se disparó cuando, en diciembre de 1908, Johnson se convirtió en el primer campeón negro de los pesos pesados tras noquear a Tommy Burns en Sydney. El 1 de mayo de 1909, Jim Jeffries sucumbió al clamor popular. «Me siento obligado ante el público deportivo a hacer al menos un esfuerzo por recuperar los pesos pesados para la raza blanca. Lo correcto es que entre de nuevo en el cuadrilátero y demuestre que el hombre blanco es el rey».

La América tradicional estalló de júbilo. Por fin alguien iba a darle una lección a ese negro que no sabía comportarse. Johnson, hijo de esclavos emancipados, no contento con haberse convertido en el dominador del ring, salía con mujeres blancas. Era lo que entonces se llamaba un mal negro por rebelarse contra las normas discriminatorias vigentes entonces. El Mohamed Alí de la época. «Cumplía a la perfección los requisitos del mal negro y, lo peor de todo, menospreciaba el peligro y los tabúes interraciales. Para colmo, era inteligente, atractivo, expresivo, no había sido derrotado y derribaba a sus rivales blancos. En los racistas EEUU de principios de siglo, Johnson era el mal negro por excelencia», razona Barack Y. Orbach, profesor de Derecho en la Universidad de Arizona, en un artículo incluido en El combate del siglo.

Segundos fuera

Todo estaba listo, por tanto, para devolver el cetro mundial al lugar de donde nunca debió de haber salido. Jeffries ganaba en las apuestas de un modo abrumador. El propio Jack London apostó su dinero a la victoria del luchador blanco. Pero, ¡ay!, Johnson metió una tunda histórica a Jeffries, destruyendo las «poco realistas ilusiones xenófobas de que un exluchador con sobrepeso y en malas condiciones físicas podía superar a un campeón invicto en el culmen de su juego», cuenta Orbach.

«Una vez más Johnson ha conseguido derrotar al representante de la raza blanca, y en esta ocasión al mejor de todos ellos. El juego ha pertenecido a Johnson. Desde el inicio hasta el final mantuvo la agudeza, el intercambio de agudas réplicas con los asistentes de su contrincante y con los espectadores. Exhibió su dorada sonrisa [tenía dientes de oro] con la frecuencia acostumbrada, y no se le congeló en el rostro ni desapareció», escribió London en el arranque de su crónica del combate.

A la América blanca, por contra, se le heló la sonrisa y le hirvió la sangre. Al menos 20 negros y unos pocos blancos murieron las noches siguientes en los disturbios raciales provocados, en su mayor parte, por frustrados hermanos de raza del derrotado Jim Jeffries.

Violencia y censura

«El golpe que derribó a la gran esperanza blanca conmocionó a la nación, suscitó funestos disturbios raciales, y provocó una de las olas de censura cinematográfica más inquietantes de la Historia de América», explica Orbach.

En efecto, los días siguientes al combate, una «avalancha legal» llegada de numerosos estados y municipios «sepultó los derechos de los negros». La exhibición del combate, que iba a empezar a mostrarse en cines de todo EEUU, fue prohibida alegando que podía provocar alteraciones del orden público. El Washington Post respaldó el veto al filme, impulsado desde los estados del sur, para «evitar que se eche leña al conflicto racial al proyectar imágenes de un negro golpeando al campeón mundial blanco». Orbach apunta a otros motivos para explicar la prohibición: «Censurar la supremacía negra de uno de los mayores atletas de la historia, Jack Johnson. Las viejas objeciones moralistas al boxeo se combinaron con el pánico racista al deterioro del estatus del hombre blanco».

Johnson, amenazado por el Ku Klux Klan, pagó con creces su osadía de hacer besar la lona al gigante blanco. Tras el combate, fue detenido e interrogado varias veces acusado de saltarse la Ley Mann de 1910, que impedía a un hombre llevarse una mujer a otro estado con propósitos «inmorales». Finalmente, en 1912 fue condenado a prisión. Tras exiliarse a Europa, acabó regresando a EEUU en 1921 para cumplir una pena de cárcel de nueve meses.

Tuvieron que pasar dos décadas antes de que se permitiera otra vez a un negro competir por el título de los pesos pesados. El boxeador se llamó Joe Louis. Y tuvo que firmar un contrato en el que se especificaba cómo debía comportarse en caso de convertirse en el rey de los cuadriláteros.

Louis no podía ser fotografiado junto a una mujer blanca. Ni adoptar posturas arrogantes ante un rival blanco, ni hablar despectivamente de él antes o después del combate. Y debía mantener una actitud pasiva ante las cámaras y llevar una vida ordenada. Conclusión: Dios bendiga a América y a los negros buenos…

Johnson, en palabras de London

  • Alegría. «El despreocupado y alegre Jack Johnson es completamente distinto. Nadie fue nunca más gregario, siempre feliz de saludar a viejos amigos y hacer algunos nuevos. Le gustan las multitudes, se crece con ellas, y a cambio hace lo que puede para que disfruten. En sus instalaciones, Johnson siempre es el centro de la atención. Normalmente él es quien entretiene, bien tocando música, bien jugando, presidiendo concursos de chistes o contando historias. Y siempre invita a los demás a que participen y lo pasen bien (…) Bajo todo el aderezo de fuerza combativa, tiene un temperamento despreocupado, tan ligero y desenvuelto como un niño. Se divierte con facilidad. Vive el momento».
  • Defensa. «Es una maravilla oscura. Nunca ha habido un boxeador defensivo de su tamaño. Ni uno que tuviera tanta sangre fría. Esa es una de sus mayores cualidades. Hasta tal punto, que su juego a veces parece lánguido, y nunca da la impresión de brutalidad. Cuando está en acción, apenas se distingue a la bestia luchadora. Se distingue, sí, en momentos de fiereza, y su rostro y su fuerza son los de un tigre. Pero no es genuino. Lo simula. Es un actor haciendo un papel. No lo domina el instinto del tigre. Lo está fabricando. En el fondo de su frío cerebro, decide que necesita ese despliegue de fiereza, y lo saca».
  • Juego. «Johnson jugueteó como es su costumbre. Puesto que su oponente no hacía gala de vigor en sus ataques, podía permitirse el lujo de juguetear mientras bloqueaba y se defendía como un maestro. Y jugó y combatió contra un hombre blanco en un país blanco y ante una multitud de blancos que apoyaban a Jeffries».
  • Relax. «Esta es una de sus grandes ventajas. Johnson dispone de la capacidad de relajarse casi por completo. Sus arremetidas más fieras siempre preceden a intervalos de reposo. En un abrazo, si no está golpeando, descansa. Por eso lo conocen como el boxeador perezoso. Y parece relajarse mentalmente tanto como físicamente. Parece dejar de pensar e incluso de percibir, y durante los abrazos entra en una especie de trance».
  • Verborrea. «Johnson es un antiguo maestro de la lucha verbal dentro del cuadrilátero. En su combate contra Tommy Burns, Johnson se enzarzó en una lucha verbal contra Tommy, los asistentes de Tommy y todo el público australiano, y se llevó los laureles. Debemos añadir que de sus labios no salió ni una palabrota ni un insulto. Todo lo que dijo era genuina diversión, puro ingenio, agudeza y jocosidad».

Carlos Prieto, Madrid: El puño negro que noqueó a la América blanca, Público, 21 de abril de 2011

#derechos-humanos, #ee-uu, #racismo

Declaración de la independencia del Congo

Patrice Lumumba

Vuestra Majestad, 

Excelencias, señoras y señores, hombres y mujeres congoleses,  luchadores de la independencia, que hoy sois victoriosos,  os saludo en nombre del gobierno congolés.

Os pido a todos, amigos míos que habéis luchado incesantemente a nuestro lado, que este trece de junio de 1960 sea conservado como una fecha grabada indeleblemente en vuestros corazones, una fecha cuyo significado enseñaréis con orgullo a vuestros hijos, para que ellos, a su vez, transmitan a sus hijos y a sus nietos la historia gloriosa de nuestra lucha por la libertad.

Porque si bien la independencia del Congo es celebrada hoy con el acuerdo de Bélgica, una nación amiga con la cual estamos en pie de igualdad, ningún congolés digno de ese nombre podrá olvidar jamás que fue con la lucha que ganamos la independencia, con una continua y prolongada, ardiente e idealista lucha, en la cual no ahorramos nuestra fuerza ni nuestras privaciones, nuestros sufrimientos ni nuestra sangre.

De esta lucha de lágrimas, fuego y sangre estamos orgullosos hasta las raíces más profundas de nuestro ser porque fue una lucha noble y justa, absolutamente necesaria para acabar con la infamante esclavitud que nos fue impuesta por la fuerza.

Este fue nuestro destino durante los ochenta años de gobierno colonial; nuestras heridas están aún demasiado frescas y son todavía muy dolorosas para permitirnos borrarlas de nuestra memoria.

Conocimos el trabajo deslomador que se nos exigía la cambio de salarios que no nos permitían satisfacer nuestra hambre, vestirnos o alojamos decentemente, ni criar a nuestros niños como las amadas criaturas que son.

Conocimos la burla, los insultos, los golpes, sometidos mañana, tarde y noche, porque éramos negros. ¿Quién olvidará que a un negro se le dirigía la palabra con términos familiares no por cierto como a un amigo, sino porque las formas más corteses estaban reservadas a los blancos?

Conocimos la expoliación de nuestras tierras en nombre de supuestos textos legales que en realidad solo reconocían el derecho del más fuerte.

Conocimos que la ley no era nunca la misma, se tratase de un blanco o de un negro; que era benévola con uno, cruel e inhumana con el otro.

Conocimos el atroz sufrimiento de aquellos que fueron encarcelados por sus opiniones políticas o sus creencias religiosas; exiliados en su propio país, su destino fue peor que la misma muerte.

Conocimos que en las ciudades donde había magnificas casas para los blancos y chozas destartaladas para los negros, que los negros no eran admitidos en los cines o restaurantes, que no podían entrar en los negocios llamados «europeos», que, cuando un negro viajaba, era en la bodega más baja del barco, a los pies del blanco acomodado en su cabina de lujo.

Y, finalmente, ¿quién olvidará los ahorcamientos, o las escuadras incendiarias, por las que perecieron tantos de nuestros hermanos, o las celdas donde eran brutalmente arrojados aquellos que escapaban de las balas de los soldados, esos soldados que los colonialistas convirtieron en instrumento de su dominación?

Todo esto, hermanos, nos ha hecho sufrir profundamente.

Pero todo esto, sin embargo, nosotros, que por el voto de vuestros representantes electos debemos guiar a nuestro amado país, nosotros que sufrimos en nuestra carne y en nuestro corazón la opresión colonialista nosotros os decimos: todo esto ha terminado desde hoy.

La República del Congo ha sido proclamada y nuestro amado país está ahora en manos de sus propios hijos.

Juntos, hermanos míos, comenzaremos otra lucha una lucha sublime, que llevará a nuestro país a la paz, a la prosperidad y la grandeza.

Juntos estableceremos la justicia social y aseguraremos a cada hombre la justa remuneración por su trabajo.

Enseñaremos al mundo lo que el negro puede hacer cuando trabaja en libertad, y convertiremos al Congo el centro de África.

Vigilaremos que las tierras de nuestra nación beneficien realmente a los hijos de nuestra nación.

Reexaminaremos las leyes anteriores, y haremos otras, justas y nobles.

Terminaremos con la supresión del libre pensamiento, y haremos que todos los ciudadanos puedan disfrutar totalmente de las libertades fundamentales establecidas en la Declaración de los Derechos del Hombre.

Suprimiremos la discriminación -cualquiera sea- y otorgaremos a cada individuo el justo lugar a que le da derecho su dignidad humana, su trabajo y su devoción hacia su país.

Y para todo esto, amados compatriotas, podéis estar seguros de que contaremos, no solo con nuestras enormes fuerzas e inmensas riquezas, sino también con la asistencia de numerosos países extranjeros cuya colaboración aceptaremos mientras sea honesta y no intente imponernos ningún sistema político, cualquiera que sea éste.

En este terreno, aun Bélgica, que comprendiendo finalmente el sentido y dirección de la historia cesó de oponerse a nuestra independencia, está dispuesta a brindarnos su ayuda y amistad; hemos firmado, a este efecto, un tratado como dos países iguales e independientes. Estoy seguro de que esta cooperación será provechosa para ambos países. Por nuestra parte, y aun cuando sigamos vigilando, sabremos cómo respetar los compromisos contraídos libremente.

Así, en los asuntos internos como en los exteriores, el nuevo Congo que mi gobierno creará será un país rico, libre y próspero. Pero para llegar pronto a este objetivo, os pediré, legisladores y ciudadanos congoleses, que me ayudéis con todas vuestras posibilidades.

Os pido que olvidéis vuestras disputas tribales que consumen nuestras energías, y que arriesgan convertirnos en el objeto de desprecio de las demás naciones.

Pido a la minoría parlamentaria que ayude a mi gobierno mediante una oposición constructiva, y que permanezca dentro de los límites estrictos de la legalidad y la democracia.

Os pido a todos que no exijáis de un día para otro aumentos desconsiderados de salarios, antes de que pueda poner en marcha un plan general mediante el cual espero asegurar la prosperidad de la nación.

Os pido que no evitéis ningún sacrificio para asegurar el triunfo de nuestra magnífica empresa.

Os pido, por fin, que respetéis incondicionalmente la vida y la propiedad de vuestros conciudadanos, y la de los extranjeros establecidos en nuestro país. Si el comportamiento de estos extranjeros dejara a veces algo que desear, nuestra justicia se apresurará a echarlos del territorio de la República; si, por el contrario, su conducta es satisfactoria, no se los molestará porque también trabajan para la prosperidad de nuestro país.

Y esto, mis hermanos de raza, mis hermanos en el conflicto, mis compatriotas, es lo que yo quería decimos en nombre del gobierno, en este magnífico día de nuestra independencia soberana y completa.

Nuestro gobierno -fuerte, nacional, popular- será la salvación de este país.

¡Honremos a los Campeones de la Libertad Nacional! ¡ Viva el Congo Independiente y Soberano!

Discurso del primer ministro del Congo independiente, Patrice Émery Lumumba, 30 de  junio de 1960.  Fue pronunciado en la ceremonia de independencia del Congo, 1960, en presencia del rey de Bélgica. Según se dice, supuso la sentencia de muerte para Lumumba, que fue asesinado en 1961.

#congo

Mao Zedong contra el imperialismo

Criticar el viejo mundo y construir un mundo nuevo con el pensamiento de Mao Zedong como arma

«Toda la historia, la milenaria historia de la sociedad de clases de la humanidad, ha confirmado este punto: Lo poderoso tiene que ceder su lugar a lo débil. Esto también es así en América.

Sólo podrá haber paz cuando haya sido eliminado el imperialismo. Llegará el día en que el tigre de papel será destrozado. Pero no desaparecerá por sí mismo; para ello hace falta el golpe del viento y la lluvia.

Cuando afirmamos que el imperialismo norteamericano es un tigre de papel, estamos hablando en términos estratégicos. Visto como un todo, debemos despreciarlo; pero, en cuanto a cada una de sus partes, debemos tomarlo muy en serio. El posee garras y dientes. Para acabar con él hemos de hacerlo por partes. Si, por ejemplo, tiene diez dientes y en el primer golpe le arrancamos uno, le quedarán nueve; le arrancamos otro más y le quedarán ocho. Cuando le hayamos quitado todos los dientes, le quedarán todavía las garras. Siempre que procedamos paso a paso y de modo concienzudo, conseguiremos finalmente el éxito.

Desde el punto de vista estratégico, se debe despreciar por completo al imperialismo norteamericano, mientras que en lo táctico hay que tomarlo muy en serio. En la lucha contra él, es necesario prestar atención a cada batalla y a cada caso. Actualmente, Estados Unidos es un país poderoso; pero, examinándolo con una óptica amplia, en su conjunto y en perspectiva, se hallará que este tigre morirá sin remedio, porque es impopular, aplica una política que no complace a nadie, y oprime y explota a los pueblos. Vistas así las cosas, no tiene nada de terrible y podemos despreciarlo. Sin embargo, Estados Unidos todavía cuenta con cierta fuerza, produce anualmente más de cien millones de toneladas de acero y atropella a la gente por todas partes. Se hace por eso necesario proseguir la lucha contra él, empeñar grandes esfuerzos en ello y arrebatarle posición por posición. Esto requiere tiempo.

Todo parece indicar que los países de América, Asia y áfrica tendrán que seguir peleando con Estados Unidos hasta el fin, hasta que el viento y la lluvia destruyan este tigre de papel.

En interés de la lucha contra el imperialismo norteamericano, los latinoamericanos de ascendencia europea deben unirse con la población indígena en los países donde la haya. Se puede, me parece, diferenciar a los blancos, de ascendencia europea, en dos partes: los dominantes y los dominados. Así, los blancos oprimidos podrán fácilmente acercarse a los indígenas, pues su situación es la misma.

Nuestros amigos latinoamericanos, asiáticos y africanos y nosotros estamos todos en la misma posición y realizamos el mismo trabajo haciendo algo en favor de los pueblos para disminuir la opresión que sobre éstos ejerce el imperialismo. Si hacemos bien ese trabajo, podremos liquidar de raíz la opresión imperialista. En este sentido somos camaradas.

En la lucha contra la opresión imperialista, ustedes y nosotros tenemos idéntica naturaleza; lo único que nos diferencia es la ubicación geográfica, la nacionalidad y el idioma. En cambio, somos diferentes por naturaleza de los imperialistas, y el solo verlos nos produce malestar.

¿Para qué se necesita el imperialismo? No lo necesita el pueblo chino, no lo necesitan los demás pueblos del mundo. No hay necesidad de que exista el imperialismo».

Mao Tsetung; El Imperialismo norteamericano es un tigre de papel, Obras escogidas. V, Pekín, 1977, pp. 336-338. Se trata de parte de una conversación sostenida por Mao Tsetung con dos personalidades de América Latina. 14 de julio de 1956

#china, #mao-zedong

Mi familia, los Himmler

Ser la sobrina nieta de Heinrich Himmler, el jefe de las SS y la Gestapo, marca. Hasta el punto de tener que hurgar en los secretos familiares y contarlo en un libro. Katrin Himmler lo ha hecho. Descubrió que su familia apoyó y se benefició de la posición del monstruo nazi.Heinrich Himmler, jefe de la SS y la Gestapo (a la izquierda), con su hermano Gebhard.-Hay apellidos que marcan. Pero pocos que emanen tanta oscuridad y terror como el de Heinrich Himmler, el siniestro acólito de Hitler jefe de las SS y la Gestapo y organizador del asesinato de los judíos en el III Reich, entre otros monstruosos crímenes. No ha de ser poca carga llevar ese apellido, me digo mientras acudo, no sin cierta aprensión, a la cita en Berlín con Katrin Himmler.Me pregunto qué aspecto y carácter tendrá la sobrina nieta del reichsführer SS. Katrin Himmler (1967) es nieta de Ernst Himmler, Ernstie, el «peque», el hermano menor de Heinrich. Tenían otro hermano, el mayor, Gebhard. Estaban muy unidos fraternalmente, pero también en las SS. Sobre los tres ha escrito Katrin Himmler, a partir de documentación inédita, oficial y privada, un libro apasionante y revelador, Los hermanos Himmler, biografía de una familia alemana, que acaba de aparecer en España (Libros del Silencio, 2011). Nada más lejos de la complacencia o la justificación que ese libro: la obra pasa cuentas, rompe tabúes y dinamita desde dentro el mito familiar de que los parientes ignoraban las actividades criminales de Heinrich.

Katrin Himmler, licenciada en Ciencias Políticas, está casada con un judío israelí descendiente de supervivientes del gueto de Varsovia, viaja frecuentemente a Israel -debe de ser cosa de verse cuando cruza el control de pasaportes- y su actitud ante el Holocausto y su célebre pariente, al contrario que la de algún otro miembro de la familia, no tiene la más mínima fisura. Ella no duda en calificar a su tío abuelo y padrino de su padre de «asesino del siglo». La autora me ha citado por la mañana en un pequeño café cerca de su casa en el tranquilo y modesto barrio berlinés de Wedding, en Mitte. Es difícil conciliar la pacífica y amable imagen de esta Alemania con la que ofrece, por ejemplo, la visita al Memorial del asesinato de los judíos de Europa con sus 2.711 estelas de doloroso gris y su subterráneo vía crucis de recuerdos y atrocidades.

Cuando entro en el café Auszeit -intentando no hacer perversas asociaciones con la sonoridad del nombre-, Katrin Himmler ya ha llegado. Tiene un aspecto juvenil, cercano y definitivamente agradable. Posee hermosos ojos azul grisáceo. Sonríe. Tomamos asiento junto a la ventana en el local prácticamente vacío y los dos pedimos té. Paradójicamente, ya que es lo que me ha traído hasta aquí, me cuesta empezar a hablar de Himmler, como si no quisiera que esa negra alimaña del pasado se entrometiera en este bonito día entre esta interesante mujer y yo.

«Desde muy joven, mis padres me hicieron leer libros sobre los nazis y sus crímenes, así que me identificaba con las víctimas y me avergonzaba de mi apellido, sintiéndome culpable de una forma difusa», dice Katrin Himmler. «Sin embargo, aunque me interesaba mucho la historia de Alemania, nunca me había puesto a intentar conocer la de mi propia familia».

El impulso inicial de la investigación que condujo al libro se lo dio a la autora su padre -ahora piensa que de una manera mucho más premeditada de lo que ella creía- al pedirle en 1997 que investigara la existencia de unos expedientes sobre su abuelo en archivos abiertos tras la reunificación. Al examinar los documentos, descubrió que la información que contenían no correspondía en absoluto con la que circulaba en la familia. Según los relatos familiares, el único politizado de los hermanos era Heinrich, la oveja negra (!), lo que libraba de responsabilidad a los otros dos, enfrascados aparentemente durante el nazismo y la guerra en asuntos técnicos y académicos. Era como si la gran culpa del mediano los exonerara.

«Los documentos que encontré probaban, sin embargo, que mi abuelo y Gebhard fueron también miembros tempranos del partido ¡y de las SS!, nazis entusiastas y cómplices de Heinrich Himmler -incluso parece que en algún proyecto científico secreto de cariz tecnológico-, que los recompensó largamente por sus servicios».

Enterarte de que tu abuelo fue de las SS debe de ser un trance, aventuro. «¡En casa jamás se había dicho nada de eso, imagínate!». Ernst Himmler alcanzó el rango de sturmbannführer SS, comandante, y Gebhard, el de standartenführer SS, coronel. Heinrich se reservaba el modesto rango único de reichsführer SS, jefe supremo. Como para dejarte caer por la sobremesa familiar cuando estaban los tres hermanos reunidos y hacer una broma sobre el Mein kampf.

Posteriormente, la investigadora halló otros perturbadores testimonios conservados en casa de sus padres. Sus abuelos, por ejemplo, dispusieron de una casa bonita requisada a unos polacos y de una muchacha ucrania trabajadora forzada. En el más puro estilo SS, el abuelo Ernst le dio a su mujer al final de la guerra cápsulas de veneno por si ella y los niños caían en manos de los rusos.

En su libro, Katrin Himmler muestra ampliamente y sin ambages que toda la familia simpatizó con el régimen, que padres y hermanos estaban muy orgullosos del éxito de Heinrich y que se aprovecharon de los privilegios del notable pariente. Ernst, que era ingeniero, se colocó en la Radiodifusión del Reich -bastión de la propaganda nazi- por puro nepotismo. Para los padres, el ascenso social a lomos del temido hijo jefe de las SS significó una manera de sentir que volvían a estar entre la élite alemana, de la que habían sido descabalgados traumáticamente tras la I Guerra Mundial. Inicialmente, el progenitor había visto con cierta inquietud las andanzas de su vástago Heinrich en los grupos derechistas de Baviera, pero siempre compartieron padre e hijo la oposición y el desprecio por la República de Weimar y la democracia, que une mucho. En la familia pasó a ser una estampa heroica la imagen de Heinrich sosteniendo el estandarte de la Reichskriegsflagge, la bandera de guerra del Reich, durante el fracasado putsch de 1923, un suceso en el que estuvo también presente el arribista Gebhard, el mayor de los hermanos, que sobrevivió a la guerra y, dice Katrin, siguió siendo un pedazo de nazi y antisemita.

¿Cuánto sabían los familiares de la verdadera dimensión de la labor criminal del jefe de las SS? «Sabían de los campos de concentración, sin duda alguna, hay muchas cartas de gente que les pedía ayuda para que intercedieran por internados. El padre, mi bisabuelo, murió en 1936, pero entonces ya funcionaba Dachau, y la política de Hitler con respecto a la oposición y los judíos no era ningún secreto. Desde luego, nadie de la familia consideró nunca que lo que hacía Himmler fuese malo».
Heinrich Himmler, con sus padres y hermanos. Ernst, el pequeño, era el abuelo de Katrin.-
¿Supieron del Holocausto? «No tengo pruebas. Debían de saberlo, al menos los hermanos, que tenían muy buen contacto con Heinrich. Además, el cuñado de Gebhard, Richard Webdler, era gobernador de Cracovia cuando se deportó a los judíos de la ciudad. Si no lo supieron fue porque no quisieron. Como tantos en Alemania. Los judíos desaparecieron muy pronto de la vida del país, era fácil olvidar dónde estaban. Las leyes racistas se impusieron a la vista de todos. La eliminación física fue solo un último paso. En mi fuero interno creo que sí, que lo sabían. Había mucha confianza entre los tres hermanos».

Todo parece tan tranquilo aquí. Y sin embargo, algo parece espesarse irremediablemente a nuestro alrededor. Hay aquel episodio de su abuelo, aquella carta… Ernst Himmler informaba a su hermano reichführer de la fiabilidad política de sus colegas y realizaba también para él labores de inteligencia. «El caso de Schmidt, sí. Era judío, pero se había pasado eso por alto a causa de su utilidad técnica. Mi abuelo cuestionó en un escrito dicha utilidad, a sabiendas de lo que iba a significar, probablemente una sentencia de muerte. Fue algo muy cruel».

Katrin Himmler aparece ella misma en su libro, llevando a cabo su investigación, derribando tabúes, expresando sus reflexiones, su dolor. «Era la única forma de hacerlo, de manera muy personal. Siempre me pareció muy importante estar dentro. No soy una historiadora profesional, así que tenía que ser una historia de familia. Escribir ese libro cambió mi vida». Del valor histórico de la obra da prueba que lo cita el mismísimo Peter Longerich como fuente en su monumental biografía Himmler (RBA, 2009).

Katrin no conoció, desde luego, a su tío abuelo Heinrich, que se suicidó mucho antes de que ella naciera, cuando lo apresaron los aliados al acabar la II Guerra Mundial. Tampoco a su abuelo. «Luchó, cuando movilizaron a la Radiodifusión, en las filas de la Volkssturm, la desesperada milicia nacional, durante la batalla de Berlín y desapareció en abril del 45». Como su hermano Heinrich, Ernst llevaba una cápsula de veneno disimulada en la boca para que no lo cogieran vivo. La mordió, accidentalmente, según dijeron los testigos, al tropezar durante la huida por la ciudad en escombros. «Suena raro, ¿verdad?». Eufemístico.

Luego, la sobrina nieta de Himmler continúa: «Mi abuelo era muy ambicioso, en las SS y en el partido no se relacionaba solo con Heinrich, sino con toda la jerarquía, toda la red. Entre sus buenos amigos estaba su vecino el siniestro general Hermann Behrends, de la SD, hombre de confianza de Heydrich y colaborador de Eichmann ejecutado tras la guerra…».

A quien sí conoció bien personalmente Katrin Himmler fue a su abuela Paula. Una vez le preguntó por el hombre vestido de uniforme negro que hacía de testigo en la foto de su boda. Ella se puso a llorar de tristeza por Heini, como lo llamaba familiarmente. «Mi abuela recordaba siempre con sumo cariño a Heinrich Himmler».

Uno de los momentos más terribles de la investigación de Katrin fue descubrir la relación de intensa amistad de su abuela no solo con la familia Behrends, sino con el obergruppenführer SS -general- Oswald Pohl, metido hasta las cachas en el Holocausto. «Sí, me causó una gran impresión que mi querida abuela simpatizara con ese criminal y lo apoyara como lo hizo cuando lo condenaron a muerte en 1947. Es cierto que muchos alemanes, incluso gente de la alta política de posguerra, tuvieron la misma actitud. Es algo repulsivo. Luego fui más comprensiva con ella porque se fue distanciando, modificó algo sus opiniones, se separó de Marga, la viuda de Heinrich Himmler, y de la hija de este, Gudrun. Incluso veía con una vecina la serie Holocausto en la televisión y lloraba».

Una especie de redención. «Sí, mi abuela fue quizá naif en su relación con Pohl, lo consideraba una víctima, y a sí misma, también. Tras la guerra, a una mujer como ella, con su apellido, le resultaba difícil -como al resto de la familia- sobrevivir sin el contacto y apoyo de otros nazis. Acercarse a ellos la ayudó asimismo psicológicamente, para evitar su propia responsabilidad. Fue marginada, pasó por la desnazificación, no pudo trabajar durante mucho tiempo. Pero lo que más le dolió fue la reacción de la sociedad, la forma en que muchos alemanes proyectaron sobre ella y la familia el sentimiento de haber sido traicionados por Hitler, que les prometió todo a los alemanes y solo trajo la destrucción: de las ciudades, pero también de las esperanzas y de los sueños».

Le pregunto a Katrin si ella ha padecido también por el apellido. En su libro explica el silencio en el aula del colegio cuando un alumno le preguntó en medio de la clase si era pariente de «ese Himmler», y cómo la maestra disimuló y lanzó balones fuera. «En realidad no lo he sufrido demasiado, por mi generación, ya distante de todo eso. Mis padres, sí, mucho. Fueron maldecidos y atacados. Mi padre vivió la hostilidad de la gente y, lo que era a veces peor, la admiración de los que le decían: ‘Tu padre era un gran hombre, y tu tío, también’. En la familia nunca se hablaba de eso».

Otros hijos de nazis han tenido graves problemas de identidad. «A muchos, su herencia les ha dejado huellas terribles, los ha vuelto psicológicamente enfermos». Niklas Frank, el hijo de Hans Frank, el criminal gobernador de Polonia procesado en Núremberg y ahorcado, manifestó públicamente que se masturbaba cada 16 de octubre, la fecha de la ejecución, frente a una foto de su padre, al que detestaba. Otro hijo, Michael, se suicidó bebiendo leche hasta reventar. Y otro más, Norman, decidió no tener hijos para borrar el apellido Frank de la faz de la tierra. «De la generación de mi padre son pocos los que tuvieron hijos, no sabían cómo lidiar con ello».

El pasado enero, Martin Bormann júnior, que había tratado de conjurar su herencia -de pequeño le enseñaron mobiliario hecho con restos humanos- haciéndose sacerdote, misionero en el Congo y predicador contra el Holocausto, fue acusado de violencia y abusos sexuales durante su época como maestro en la escuela de los Corazones de Jesús de Salzburgo en los años sesenta. El nieto de Rudolf Hess Wolf Andreas fue multado en 2002 por negar la existencia de las cámaras de gas en la página web que ha consagrado a su abuelo.

¿Tiene Katrin Himmler relación con otros descendientes de líderes del III Reich? «Tuve bastante cuando apareció el libro en la edición original en alemán. Ahora no son en general contactos regulares, pero me veo con algunos. Conocí a Bettina Goering, la sobrina nieta del mariscal; ella y su hermano decidieron esterilizarse para no pasar a otra generación la sangre del adlátere de Hitler. No lo entiendo, es tan parecido a lo de los propios nazis, la idea de la mala sangre, la teoría de la herencia racial. Me aterra». Katrin Himmler se abraza a sí misma.

Hace un par de años, le explico, entrevisté a la hija del conde Von Stauffenberg, el autor del atentado contra Hitler del 20 de julio de 1944. Me mira con renovado interés. Constance von Stauffenberg recordaba lo duro que había sido ser hija de su padre en la Alemania de posguerra. ¿Más o menos que de Himmler? «No sé, creo que fue más fácil para los hijos de los resistentes, sus padres demostraron que también había otros alemanes, alemanes buenos».

Volviendo a los hijos de los nazis, ¿qué hay de su tía Gudrun (1929), la hija del reichführer y que, a diferencia de Katrin, ha consagrado su vida a reivindicar el nombre de su padre, incluso a costa de mezclarse con los neonazis? «Aún vive, la he visto en alguna reunión familiar, tiene opiniones muy chocantes; como sabes, traté de contactarla para el libro, pero no me contestó. Se que no le gustó nada. Piensa que soy una traidora». ¿Y el resto de la familia? «Hay algunos que han decidido no hablar más conmigo porque he arrojado sombras, en su opinión, sobre los ancestros. No me importa».

Le señalo a Katrin Himmler, por animarla, que es muy valiente y que tiene un apreciable sentido del humor. «Eso espero. Esta es una historia muy oscura. Soy una persona muy optimista, no se por qué, pero lo soy. Solo así puedes lidiar con este pasado. Lo que sucede al sumergirte en los documentos de la época es que o te deprimes y te hundes en la parte tenebrosa y no sales ya en años, o tratas de entender el pasado de forma que te ayude a entender el hoy». La escucho en silencio. «Sacar eso ha sido bueno, ya no está ahí. Ya no sigues siendo una especie de cómplice que transmite mentiras de generación en generación. Mi padre tenía tanto miedo… Él estaba horrorizado de lo que podía haber hecho su padre. Saber lo que hizo de verdad ha sido catártico. Lo que hizo mi abuelo fue muy malo, pero mi padre temía algo incluso peor. El sentimiento de culpabilidad imprecisa es aplastante».

Como hemos hecho buenas migas, me atrevo a preguntarle a Katrin si no percibe el parecido físico que guarda con su tío abuelo. Para mi sorpresa, no solo no se molesta, sino que reconoce que sí. Matiza que Heinrich Himmler no tenía los ojos del mismo color, aunque uno cree recordarlo con una mirada azul glacial. «No, no, él los tenía marrones». Ella, dice, es más como su padre. ¿Qué siente al verse en el espejo, le asalta algún pensamiento extraño? «Hay cosas oscuras, claro. Pero pensar que el mal o ser nazi es algo genético, hereditario, es estúpido. Todos podemos hacer el mal, para eso no hace falta apellidarte Himmler. Creer lo contrario, que lo llevas en la sangre, insisto, es lo que hacían los nazis. A veces, como decía, me observo, pero no hay nada atemorizante, ningún espíritu negro».

Le digo a Katrin que es curioso cómo en todas las familias siempre hay alguien que se ocupa de pasarle cuentas a la memoria colectiva. «Es cierto, un miembro de la familia suele husmear en los secretos, conjurar fantasmas. Es alguien que siente de una manera especial el peso de esa herencia. En alemán tenemos la palabra symptomträger, el que carga las enfermedades, en este caso los enigmas, las faltas, los pecados de la familia. En cierta manera yo lo soy, por supuesto. Mi padre intentó lidiar con ello muchos años antes, pero acabó poniéndome a mí sobre la pista. Me iba dando detalles para que encontrara cosas. A mí me era más fácil tomar distancia de los hechos, aunque no dejaban de hacerme daño hallazgos como la carta de mi abuela a Pohl. Identificar a mi querida abuela con la abuela nazi no era fácil. Era horrible».

¿Casarse con un judío fue una decisión consciente? Quiero decir, ¿pensaba en su tío abuelo, en su apellido, en una reparación? «No, por supuesto que no. Solo pasó. Fue antes de que empezara todo, ya nos conocíamos antes». Katrin tiene un hijo de 11 años de su matrimonio. ¿Qué sabe él de las circunstancias de su familia? «Me pregunta cosas ahora, me ha visto en entrevistas de televisión, por el libro. No le explico mucho, lo justo. Tengo experiencia del peso de disponer de demasiada información demasiado pronto, cuando no puedes asumirla. Un día, mi hijo deberá lidiar con el hecho de que una de las partes de su familia intentó exterminar a la otra. En todo caso, me alegra que él no tenga que hacer el mismo proceso que yo, porque yo ya lo he hecho antes por él, he limpiado para él. Podré responder a sus preguntas y explicarle con exactitud y sin miedo la culpa de mis antepasados».

Katrin y su marido -Daniel: un nombre apropiado para un judío que se mete en el foso de la familia Himmler- viajaron a Cracovia durante su noviazgo. ¿Visitaron Auschwitz? «No, ¡cielos!, era un viaje romántico». ¿Y luego? «He visitado otros campos, sin embargo, nunca he estado en Auschwitz». Aprovecho, pues, para explicarle cosas del campo, como la desusada altura de la hierba, la fecundidad del terreno, por el abono de tanta ceniza, claro. Me escucha mirándome fijamente. Auschwitz era la niña de los ojos del universo concentracionario de Himmler. No hay lugar tan asociado a su nombre como ese infierno. Katrin se ha puesto pálida. Pero se repone. Y dice como para sí misma, con firmeza: «Iré».

Jacinto Antón, Mi familia, los Himmler, EL PAÍS Semanal, 17 de abril de 2011